El texto, de 2006, explica muchas cosas sobre el comportamiento futuro de migrantes y nativos en EU. Lo que reproduzco es parte de un pdf que puede ubicarse como Tabula Rasa ISSN: 1794-2489 info@revistatabularasa.org Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Colombia
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Millones de migrantes, principalmente latinos(as), y quienes los apoyaban, salieron
a las calles en muchas ciudades estadounidenses para protestar en contra de la
criminalización de los indocumentados. Esta propuesta no surgió de la nada.
Aquella era la culminación de la creciente retórica y práctica antimigrantes
efectuada por los ideólogos populares que se hacen pasar como académicos y
por los grupos de vigilantes que, en la frontera sur o en cualquier parte del país,
están alarmados por la creciente inmigración desde México. Las marchas fueron
masivas, las más grandes en la historia estadounidense. Los efectos se sintieron
rápidamente conforme el grupo de vigilantes denominado «Minutemen» se preparó
para su propia marcha antimigrantes e, inmediatamente después, el presidente de
Estados Unidos propuso enviar a la guardia nacional a la frontera con México.
Difícilmente, sin embargo, el «problema» de la migración será resuelto o eliminado
mediante tales medidas. Antes bien, nosotros consideramos que el «problema»
de migración es solo la forma contemporánea más visible de un problema mayor
que está en el corazón de Estados Unidos, un problema que todavía permanece
irresuelto en su historia, un problema que fue concebido por el eminente sociólogo
afroamericano W.E.B. Du Bois, como el problema de «la línea de color». No
podemos separar los dos asuntos. Du Bois usó la idea de la «línea de color»
para referirse a un problema con dimensiones nacionales e internacionales. La
migración desde América Latina trae a colación ambos aspectos del problema en
una forma potente. Y ello, en razón de que tal «problema» se refiere a millones
de sujetos mestizos, cobrizos, oscuros que escapan de la pobreza existente en un
Ramón Grosfoguel y Nelson Maldonado-Torres
Los latinos, los migrantes y la descolonización del imperio estadounidense en el siglo XXI
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Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.9: 117-130, julio-diciembre 2008 ISSN 1794-2489
Sur empobrecido –una condición económica que está vinculada a las estructuras
y políticas coloniales y raciales todavía existentes a nivel global–, y que son vistos
como que están invadiendo o infectando un Norte tradicionalmente definido
como «blanco». Actualmente, ni la barrera del lenguaje ni la barrera de la cultura,
ni menos aún la «migra» o la Guardia Nacional, funcionan como impedimentos
para que los migrantes puedan cruzar la frontera y asentarse en Estados Unidos.
Los latinos(as) ya son la población de mayor expansión y el mayor grupo
minoritario en los Estados Unidos. Sus cifras son en gran medida responsables de
las estimaciones efectuadas por el US Census of Population de que, para mediados del
siglo XX, la gente de color constituirá la mayoría demográfica en el país (Grosfoguel
et al., 2005). El horror, la histeria y la ansiedad provocada por la cantidad de
latinos(as), y sobre todo mexicanos, en Estados Unidos crearon el ambiente para la
propuesta de criminalización de los indocumentados. Una expectativa inquietante
pero realista, es que tal histeria probablemente aumentará e inspirará a nuevos y
más racistas proyectos conforme los estadounidenses blanco-anglos comiencen
a darse cuenta de la posibilidad real de convertirse en minoría en su propio país
durante el siglo XXI. En cualquier parte del mundo, se observan similares amenazas
a las estructuras de poder e identidades hegemónicas. A partir de esto, siguiendo
a Du Bois, uno tiene la tentación de afirmar que el problema del siglo XXI es y
será el problema de migración, pero no como un problema diferente al racismo
sino íntimamente conectado con éste. La expresión y los efectos contemporáneos
de la migración están intrínsicamente vinculados al problema de las múltiples e
interconectadas líneas de la colonialidad global.
La reproducción continuada de la supremacía blanca en Estados Unidos y el legado
de respuestas radicales a ésta conducen a muchos escenarios posibles, entre los
cuales es posible discernir dos extremos: uno en el lado progresista y otro en el lado
regresivo. Este último escenario es una forma de apartheid de democracia donde una
minoría demográfica blanca controla las estructuras políticas, económicas, culturales
y sociales del país, excluyendo de las estructuras de poder a una amplia mayoría
demográfica no europea. Este es ya el caso en el 70% de las ciudades estadounidenses
desde fines de los noventa (Grosfoguel et al., 2005). Históricamente, el Apartheid ha
sido la situación política experimentada por la mayoría de las minorías en Estados
Unidos. Sin embargo, la gran mayoría demográfica blanca y el reconocimiento
formal de la igualdad de derechos a las minorías efectuado con la Enmienda de los
Derechos Civiles de 1964, legitimaron la pretensión de que el país es democrático.
En cierta medida, tal pretensión está siendo problematizada por el crecimiento de
las comunidades de color empobrecidas.
¿Puede Estados Unidos continuar pretendiendo ser un país democrático bajo tales
condiciones? Este es el escenario básico y un conjunto de desafíos que Estados
Unidos enfrenta en el siglo XXI. En gran medida, la política se definirá en respuesta
a aquellos. Si bien una posible respuesta reside en nuevas formaciones de apartheid,
otra respuesta más consistente (con la democracia) es la descolonización de las
relaciones de poder económicas, políticas, sociales y culturales en el país. La lucha
por tal realidad entre una mayoría o casi mayoría de personas de color y sus aliados,
define un posible segundo escenario para el siglo XXI. Muy probablemente, los
dos escenarios ocurrirán simultáneamente y competirán entre sí y con diferentes
proyectos reformistas. Sin embargo, dada la historia de Estados Unidos, estamos
inclinados a creer que nada menor a un proyecto explícito y dialógico de
descolonización y emancipación (de diferentes formas de esclavitud que continúan
el legado de lo anti-indígena y anti-negro), arriesgaría reproducir nuevas y viejas
formas de apartheid con la apariencia de democracia. Ciertamente, la utilización
del concepto de apartheid podría ser controversial. Sin embargo, difícilmente otro
término tiene la capacidad para trasmitir un rasgo preocupante de los múltiples
proyectos raciales actualmente observables en Estados Unidos, particularmente de
aquellos que se manifiestan en las diferentes propuestas de ley sobre inmigración
consideradas por el Congreso estadounidense. A pesar de la diversidad de
propuestas de ley (existen unas cuatro propuestas), éstas están divididas en dos
concepciones principales: aquellas que proponen formas explícitas de exclusión
y discriminación (apoyada por Sassenbrenner y otros), a las cuales denominamos
formas apartheid de control político; y otras que proponen formas más complejas
y sutiles de dominación y explotación por parte de la élite blanca (apoyada por
Bush, Kennedy y otros), a las cuales nos referiremos como formas de dominación
política neo-apartheid. La primera propone mantener a 12 millones de los migrantes
ilegales como ilegales y excluidos de los derechos civiles y humanos; la última ofrece
la posibilidad de un programa de trabajadores huéspedes, donde los inmigrantes
del sur puedan trabajar sin igualdad de derechos civiles y laborales y como fuerza
de trabajo barata al interior de Estados Unidos. Es importante clarificar que la
discusión en el Congreso no es un debate entre republicanos versus demócratas
o entre racistas y anti-racistas. Todas las propuestas de ley bajo discusión son
bipartidistas y todas comparten premisas coloniales racistas. En nuestra discusión, la
importancia del debate parlamentario sobre la migración radica en qué medida aquel
impulsa las dos posiciones que emergen desde las élites blancas para confrontar
la nueva demografía de Estados Unidos en el siglo XXI.
En este momento, con el fin del apartheid estadounidense después de la enmienda de los derechos civiles de 1964, las propuestas para formas apartheid de democracia son una minoría. Empero, dada la continua influencia perversa de los discursos racistas articulados con los desafíos a la supremacía blanca por las luchas que emergen por la nueva demografía del siglo XXI, las propuestas para formas explícitas de democracia de apartheid tienen el potencial de resurgir muy fuertemente. En su ausencia, las políticas y proyectos políticos neo-apartheid empujarán la agenda...
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Cito también un texto "paralelo" al anterior: "«Ningún ser humano es ilegal». Novísimos movimientos sociales de migrantes en los Estados Unidos Resumen
"Este artículo discute las movilizaciones masivas de migrantes en los Estados Unidos durante la primavera del 2006 elaborando un análisis de su carácter y composición, sus repertorios de acción y discursos, y su significado histórico-mundial. Al hacerse la pregunta de si dichas acciones colectivas (cuyos actores son en su mayoría trans-migrantes Latinos en los Estados Unidos) constituyen un movimiento social, el texto también utiliza varias perspectivas teóricas sobre movimientos sociales a la vez que formula un marco analítico propio a partir de una elaboración del concepto de movimientos anti sistémicos. El trabajo también introduce una perspectiva comparada con Europa y discute las implicaciones ético-políticas del nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos para la nueva ola de movimientos antisistémicos de principios del siglo XXI..."
https://www.academia.edu/30099684/Ning%C3%BAn_ser_humano_es_ilegal_nov%C3%ADsimos_movimientos_sociales_de_migrantes_en_los_Estados_Unidos?auto=download&email_work_card=download-paper