El día a continuación la notita echa a andar otra vez, dando un giro, mientras casi no puede creerse cuán cada vez más plácidos resultan mis sueños.
"Desaparecer en México", se llama este reportaje cuyo tono desmerece y no importa, por la elocuencia del testimonio.
Durante cuatro décadas nuestra población desapareció en más de sesenta por ciento. Lo hizo validando con su voto a un monstruo todavía peor que el posrevolucionario.
No responsabilicemos a los medios. Esos dos tercios tragaron a gusto telenovelas y el peor futbol espectáculo del planeta, mientras unos vecinos, escurriendo utilidades para regalarles chelas y gansitos hacían humo a otros que mañana podían ser ellos mismos.
-Culpen a la ignorancia -decían los estados con más altos grados de educación formal, que apoyaron siempre al Preciso en turno. -Sino existieran Sur y Distrito Federal, hasta habríamos ido a Irak con Bush hijo.
-No hagan caso -respondo. -Es que ni a "mi" país entendí (No, tierras "nuestras"). Si veinte años son nada, según el tango, menos, setenta y cuatro.
La clase política que dominó estos lugares a lo largo de un siglo, genéticamente degenerada murió en 2018. Su legado continúa. ¿El modelo se fortalece, cuando en la tierra toda anunciaba algo distinto? No tengo idea.
-¿Y tus hijos, nietos, amigas y amigos?
-Lo superarán, hechos a conciencia.
-¿Y nosotros?
-A seguir vagando por el tiempo. Háganme un huequito.
Tomé esto al paso.
Lo que sigue es más mío.
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Aquí el informe de Obrador celebrado complacientemente:
Aun así debe tomarse por justo, creo. Aunque el futuro:
¿Y lo del Cide? Parece muy delicado.
Twitter (https://twitter.com/plumaverdeorg/status/1466061778387972106?s=24) "Comunidad Estudiantil del CIDE Comunicado de la toma de instalaciones del @CIDE_MX región centro. (1/2)" https://twitter.com/i/status/1466061778387972106
Le hacen eco los diarios de derecha y ¡el INE!, cuyo titular se diría decidido a liderar a la oposición.
Consulto a quienes más confío.
¿Y Honduras, sorpresa para quienes nada comprendemos? -0-
Duermo y duermo y si soy experto en sueños, según queda constancia, ahora no tienen límite en su placidez. Ya no quieren resolver grandes problemas y las pesadillas no volverán. Solo amor y reconocimiento hay en ellos, que no me exaltan, mero aval de mi lugar como hombre sencillo y acucioso.
-¿Por qué yo? -quiero saber en las estancias donde transcurren.
Labré a conciencia una muerte liberadora, acorde a esa épica personal descubierta en la foto de mis tres años.
¿Qué diría Quevedo al escucharme, jeje?
"CONCIENCIA DE LA MUERTE Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía.// Salíme al campo, vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados, y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día//
Entré en mi casa; vi que, amancillada, de anciana habitación era despojos; mi báculo, más corvo y menos fuerte.// Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en qué poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte."
Muchas otras cosas dijo sobre el tema este hombre especial. Se refería a la mujer de negro que aguarda, ineluctable, y no al ave rapiñera cuyo pico se da gusto lagunas adentro de Pueblo Viejo, Veracruz, por ejemplo.
¿Realmente debe compartirse el optimismo de la 4T?
Llega enero, AMLO da cifras sobre la economía y veo a quienes suelo confiar Es un análisis muy pobre, ¿están de acuerdo? Antes ese mismo espacio dedicó tres programas a preguntarse si la 4T eran neoliberal, socialista o keynesiana. De nuevo quedó a deber y mucho. Allí mismo suelen invitar a quien parece entendido
Algo no me cuadra del hombre, conocedor y juicioso, sin duda.
¿Seguiré a los dos que fueron mis gurús y hoy están extraordinariamente polarizados?
Aunque soy un despistado, hasta 2018 parecía atinar. No basta, claro. Confío que los grandes cambios como el actual remuevan a sus sujetos cuantas veces se precise. Quizás con suerte mañana martes, o más bien miércoles o jueves, estaré a tiempo.
Me quiero, no me quiero, suicidar; mucho, poquito, nada.
¿Y el ente colectivo? Es tan complejo. Que hable por sí mismo mientras gritoneo: ¿Preparándote desde 2004 para salir con esto? Hasta a mí me decepcionas, Mal Menor jjj
Bueno, viendo la chulada de partido que construiste (ora va a resultar que lo hicieron los ETs jjj
Ya no pongo selfies como foto de perfil aquí, para evitar contaminaciones a mis cercanos. Seguro fallo, a la manera de todo lo demás hoy y no ayer, cuando portaba con orgullo nombre y apellidos -ando estilo mal tango; sigamos, bandoneón-. Es un costo al cual tengo derecho si sorteo el momento sin silencios ominosos -no escucho sus vivas, público conocedor-. Otros vuelven medallas comportamientos más deleznables. Allá ellos -poquito más y escribo Pito Pérez, obra cumbre de la chabacanería.
Hace poco y como sin venir a cuento, un amigo recién adquirido me habló de cierto hombre que abandonó a la familia cuando no pudo con sus responsabilidades, para morir a solas.
Por si acaso le contesto. Estuve hasta que mis crías requirieron, acabando las licenciaturas, pues se costearían el resto de los estudios. No me les desaparecí sino al apenarme por mi nuevo papel: ser amigo de sus amigos, jeje -volvería con renovados, enloquecedores bríos cuando llegaran los nietos, por el tiempo factible-. Y este modesto departamento al cual vine a dar, pronto fue asaltado por jóvenxs del bárbaro norte conurbado, en una celebración a la hermandad, las utopías, la llana vida.
Sí, la pandemia precipitó en el setentón ideas suicidas pues su vitalidad, producto de privilegios originarios, no tuvo ya cómo justificar la beca solapada que recibe. Seguirán ahí, con el deterioro de cincuenta cigarros diarios, si no sucede algo absurdo: que la 4T mexicana abra espacios al movimiento social.
No puedo sobrevivir a menos que pasé el día en cama fantaseando con amores inconcebibles, y así fumando casi nada. Sino hay manera, me perdonarán los usuarios del Metro a quienes una noche suspenda el servicio -las demás muertes dan escalofríos sino se conocen los barbitúricos que apuraron Ernest Toller o Alberto Moravía (tragar cien diazepanes produce solo enfermedades feísimas, según los tumbaburros); jamás usé una pistola y cortarse las venas o colgar del techo, convendrán ustedes, son espectáculos bochornosos.
Estoy en la Última salida a Brooklyn, disculpen.
Música.
Película.
Aun así sigo confiando hacerle al Matusalem y no dejaré de disfrutar el más sencillo aliento.
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No envío gritos de auxilio, pues nadie puede ayudarme. En todo caso lo hago con dirección a mí. ¿Por qué no? Si París bien valía una misa...
-Un buen final salva la peor película -dicen en Hollywood. Como se nota, apuesto por el fracaso rotundo, jeje.
Última salida a Brooklyn parecía destinada siquiera al buen recuerdo y ni memoria hay de ella. Tatarabuela Teresa, nadie tiene idea de tu existencia. Hazme un lugarcito para que mi melodrama final me caliente.
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Quería dejar unas "memorias de mis tiempos":
Lo que digo no importa.
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Pasan la moquera y el cansancio y, cómo no, viviré mil años, esta semana, al menos. Es que cada minuto mío vale días, meses, quinquenios, de otros, tantos. Ayer, por ejemplo y solo en este país, un momento:
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¿Porqué comí ese coctel de mariscos y luego fruta cristalizada? No sospechaba que para entonces la Mal nombrada me aborrecía en Ecatepec sin motivo, pues esperé el zoom inútilmente en Xochimilco. Yo paleolítico para los celulares y ella enviándome la invitación tres minutos antes de iniciar.
Lo olvido, aunque así perdí el último refugio, y vuelvo a Eterna 9 y su niño, quienes regresan de viaje. Él empieza a hablar con apenas ocho meses cumplidos, porque sí, soy un chingón criando chamacos; casi tanto como con el sexo, ¿verdad, mi amor sin mácula? Siempre entre risas, expertos celebradores de la vida.
Y vuelta a la pregunta. ¿Cuánto me queda, aunque no tenga enfermedades certificadas? ¿Y a México y el mundo?
Bueno, tal vez los tres superaremos este trance sin solución a primera vista. (En mi caso para no volver a dar la cara, por vergüenza. Menos mal que me volví apodo, jeje.)
Las malas noticias sobran por donde quiera. Ayer murió a los sesenta y uno Almudena Grandes. No conozco sus obras, pero le llaman "la escritora que noveló la épica de los perdedores". Fue justo al cumplirse el año en que Alfredo nos dejó.
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Reivindiquemos el tango.
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Este intelectual no tiene cola que le pisen y trabajó siempre para el campesinado. Pero hoy es imposible cuadrar sus cuentas.
López Obrador lleva la primera, forzosa lenta mitad del sexenio que ganó a pulso, y acelera. Lo hecho debe estimarse, considerando el desastre heredado. Aun así los tiempos están en contra suya y falta quien continúe la obra, según parece. Porque a Hidalgo siguió ¡Morelos!; Juárez se reconoce como director de una orquesta sin igual (Ocampo, Riva Palacio, Zaragoza, Prieto, Zarco, el Nigromante... ¿continuó?) y en nuestra Revolución, incluso descontando al magonismo, hubo Zapata y Villa, y Carrillo Puerto, pongamos, no fue cualquier cosa, y debieron pasar Primo Tapia y otros para alcanzar el cardenismo que matelializaría lo conquistado en papel. ¿Dónde buscar a quienes mantengan o profundicen eso presumible legado por el iniciador? ¿En Relaciones Exteriores, la jefatura de la CdMex, Morena, entre congresistas, si para los incendios debe improvisarse a Pablo Gómez, nacido en 1946?
Aguarden, quizá mal interpreto. Pues si para el ideólogo la ruptura inició en 1968...
¿A qué se refiere, en consecuencia, la siguiente mujer, un poco demasiado polite y con todo...?
Si hasta perseguir la corrupción, pieza maestra del Presidente...
-Ya, dalo por muerto -tercia mi esquizo.
-¿Hablas de AMLO, el apunte o tu y yo?
-¡No, bruto! Vamos a la cama, ciérranos los ojos y pide a Eterna que regrese a su morada natural. Solo en sueños hay sabiduría, tolerancia, amor al prójimo y futuro digno para nuestra especie.
No entiendo qué quisiste decir al final de tu famosísimo monólogo, Hamlet: "Morir, dormir, no hay más". Pertenecías a linaje de reyes y yo, como aquélla canción también célebre aunque solo la conocimos en México, "no tengo la desgracia de no ser hombre del pueblo", jeje.
Perdona mi ignorancia y yo la tuya.
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Me iré a otra ciudad, ya no hay duda. Y no será donde mi amita Tic, por obvias razones. Llevo casi tres años deshojando la margarita y adornándola románticamente. Está bien, pues torpezas y molicie aparte, los setenta y cuatro años forman un tono armónico, como pruebo aquí y allá en estos cuadernos que no sé de qué manera y con cual destino ordenaré.
Al país lo seguiré padeciendo, vaya donde vaya, cuando riegue la mirada. A poquitos mantendrá el ánimo, al modo de siempre.
Igualitito
que en la obra cumbre del último gran poeta en lengua irlandesa, duermo
plácidamente y el reclamo de una metálica voz me despierta: -"¡Eh, tu, vago, ¿qué haces ahí cuando la más digna corte jamás reunida espera para juzgarte"*. Claro,
no estoy en el lomo de un río, a la manera del campesino en el poema,
sino sobre la cama, y no es una monstruosa mujer de mirada sangriente
quien amonesta, sino El Grillo, metro sesenta de altura, pecho echado pa
lante y ojos de capulín. -¡Comadre! -le digo harto contento al verlo tras casi cuarenta años. -No te hagas baboso y jálale. -¿Y ora? -Que nos juntamos pa darte con todo. -¿A mí? -alcanzo a preguntar antes de que como soñando aparezcamos en un castillo cuyas troneras echan humo fábril. Frente
a nosotros el abuelo, Filiberto, una de las muchachas que no murió en
1524, Bryan O´Donnel, la niña coja por un
bombardeo, el Niño de Piedra sioux, los pequeños cuyos oos vaciaron píos
mones camino a erusalem; Hila, púber negra del río Níger a quien en el
siglo XIII dieron como amante esclava; Derzu Uzala, cazador de los
bosques siberianos chinos; Saanvi, madre que es al sur hindú hace mil
años; Pepé Llagos y Dosy nacidos en una cuenca minera casi sobre los
Picos de Europa; Felícitas, Malena, el Jarocho, en gigantescas
representaciones se sientan a una mesa sobre lo alto. En la multitud alrededor hay muchos rostros conocidos y el resto tiene un impreciso aire familiar. Acostumbrado
a los escenarios con miles de protagonistas, el abuelo no necesita
forzar la voz para que se escuche a través del eco profundo en el
fantástico lugar. -Mira
-dice extendiendo la mano en un movimiento circular. -Te nos dimos, tan
diversos en tiempo y espacio y tan íntimos como deseabas. Y has
traicionado nuestra confianza. Prometo cumplir la
tarea y viene a mi mente Domingo embobándose con los recuerdos de una bronca toma de
predios, para que repentinamente, sin venir a cuento, pensaría uno, los ojos se le
fueran quién sabe a dónde y dijera:
-Todo fue por mi papá, que vendía pájaros en el
mercado y no tenía un centavo y andaba cante y cante.
*John Merryman.
Utopía, modelo urbano De
plúmbago, sin amenazas, las nubes casi al alcance de la mano corren rápidas en
el día que suda sobre el caserío, donde la sal de mar hace cuatro siglos
estampa su huella. Por la vía del tren, entre un millar de paisanos en
alharaca, dos costeñas maduras, firmes, desparpajadas, se regodean en los
gritos:
-¡Huevo de gallina, no de granja! ¡En Espinal hay hombres, no chingaderas!
-refiriéndose al hombre pequeñito, de voz aflautada, que acaba de salir de
prisión y encabeza la marcha: Demetrio Vallejo.
Es el sábado 12 de mayo de 1972 y cuantos hay allí llevan un mucho acunadas y
otro mucho a cuestas dos o tres décadas de trabajos por Utopia, que no está en
el santoral ni tiene altares en la Iglesia de Salinas Cruz, cuya torre domina
la vista, ni en ninguna más del Istmo de Tehuantepec, del resto del estado de
Oaxaca o donde sea en el México de tercos rezos por ella apenas Hernán Cortés
terminó su obra. A comienzos de 1959 ese par de mujeres sin duda estaba entre quienes defendían
del ejército el local del sindicato ferrocarrilero, cabeza del gran esfuerzo de
trabajadores y trabajadoras por deshacerse del monstruoso aparato corporativo
construido para ellos.
- 0 -
Una mañana de otoño de 2009, en Saltillo, Coahuila, comparto un cuarto de hotel con
Alfredo Domínguez, un antiguo trabajador de la metalmecánica que lleva medio siglo
organizando luchas sindicales. Sin duda sabe cuánto lo respeto y mientras nos vestimos vuelvo a agradecer la
oportunidad de estar otra vez con él y su gente.
Le hablo del desbordado optimismo que vino el día anterior en la conmemoración
de treinta y cinco años de la ejemplar lucha de CINSA-CIFUNSA en esta ciudad, y
de las charlas con Nelly Herrera, con María, su hermana y la hermana de
Isaías.
-Almirante -le digo-, esas mujeres parecen cristianas primitivas. Ni su abuela
las detendrá jamás en la búsqueda de la utopía.
Él sonríe de esa especial, como misteriosa manera qué tiene y suelta una de sus
geniales frases:
-Llegará un día en que los cristianos se coman a los leones.
Pueblo sombra
En
el ancestral universo secreto del pueblo y dentro de la revolución que
para 1890 está en curso, van nuevos modos de pensar, lenguajes,
actitudes, geografías que el poder político y económico no descifra y
que a veces no advierte siquiera. Es ese universo el que da sentido al
abuelo Belarmino, quien se moverá por sus vericuetos como muy pocos, en
uso de las virtudes y ventajas del pueblo oculto, surgiendo desde la
nada exclusivamente si necesita, para mejor tomar de sorpresa a sus
enemigos.
Pueblo
sombra, pues, tanto más cazador furtivo cuanto más se lo cree incapaz
de algo distinto a tenderse en el prado pensando en la inmortalidad del
cangrejo. Del don de hacerse fantasma Belarmo se apropia apenas nace,
hasta convertirse en uno de los grandes expertos de su provincia en el
tema. Miles de días hace el viaje entre su pueblo y Gijón, y miles
también recorre el puerto al modo de esa forma de simple paisaje que las
probas familias ven en las de pescadores, alarifes, asalariados de las
fábricas. Entonces una tarde en Lavandera su padre, Sandalio, se hace
de palabras con un peón de las vías del ferrocarril, se lían a
golpes y Sandalio lleva las de perder hasta que el otro da en tierra
repentinamente. Al caer queda a la vista el futuro Belarmo con la más
grande piedra que le permiten tomar sus nueve o diez años de vida, con
la cual tundió al insolente.
Y
es que el niño tiene aprendido de sobra el arte de la
transfiguración. Bien lo sabrá la autoridad cuando tras la huelga
general en 1917 lo busque sin éxito en la suerte de trampa que parece la
cuenca minera gran escenario de su historia.
-0-
Cuando el pequeño crece dicta este telegrama:
“A COMISIÓN PERMANENTE DE SEGURIDAD DE LA SOCIEDAD DE
LAS NACIONES GINEBRA. AVIACIÓN FASCISTA
ASESINA DIARIAMENTE MUJERES Y NIÑOS DESTRUYENDO PUEBLOS ENTEROS CON SU METRALLA
PUNTO MUNDO CIVILIZADO DEBE INTERVENIR CESE TANTO CRIMEN PUNTO CASO CONTRARIO
NO RESPONDO PUEDA PASAR CINCO MIL PRISIONEROS TENEMOS CÁRCELES ASTURIAS AUN
CUANDO HAGO TODO LO POSIBLE ES DIFÍCIL CONTENER PUEBLO.”
Dirige ahora una pequeña república semiautónoma en lucha, más que contra la España Negra fustigada por el poeta, para detener a Hitler y Musolinni.
Nadie entre nuestra Corte de Medianoche llegará tan lejos en el propósito de reivindicar estas palabras: Se lucha, antes que nada, por quienes no están más y murieron combatiendo contra la injusticia*.
Quien así dijo es un gran intelectual. Apelo a él y muchos otros de su estilo pues ni lejanamente puedo a solas con la comisión que me dieron.
-Hagamos una crónica interminable -propongo a los hermanitos y hermanitos, según les llamo, -y cuando menos a ratos acompáñenme uno o una en cada caso, para hacer el viaje.
-¿Cómo sería?
Algo así:
*
1492
Iniciamos por ese año para saltar después según se necesite.
Colón
trepa a sus carabelas, pequeñas naves casi recién nacidas entre
portugueses y gracias a los marinos que andan hace mucho el Mar del
Norte, y no sabe quiénes operan la obra en secreto sin darse cuenta bien
a bien de sus consecuencias.
Simplifico extraordinariamente los hechos para un mejor
entendimiento, porque nada es comprensible en la cristiandad latina o
Europa occidental sin el papado y otros grandes agentes.
Cinco exactos siglos más tarde alguien escribiría en infame tono melodramático: "En
tiempos muy antiguos existió un gigante guerrero, triunfante, dominador.
Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido,
torturado, fue dado por muerto, encadenado
por múltiples amos (...) Entonces,
el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la
conquista del mundo (...) El gigante era Europa..."
-¿De qué hablas, buey? -pensé apenas leer a ese alguien que pronto codirigiría el Banco Central Europeo.
-Tu guerrero nació poco a poco en los ocho siglos llamados medievales, y
lo de gigante y dominador cuéntaselo a tu abuela, pues se echa al
océano ahora porque no puede con el Islam, quien le cierra las puertas a
China, esplendor de esplendores que todos procuran. Y corrieron con
hartísima fortuna si pensamos en "América", continente inconcebible para ustedes.
"De otra manera ni en jarras la magna obra. A cualquiera se le ocurre tomar un cálculo simplón sobre nuestra esfera terráquea*. Era cuatro veces mayor, creo. Neta, no por nada Portugal echó a patadas al Almirante."
En fin, eso y bastante más se permitirá su cultura para adulterar la visión de un mundo que depredará a ritmos escalofriantes para el mismísimo Angel Caído.
-Espera, te pongo un mapa -sigo desproticando contra Monsieur Mentira, como deberían llamarlo.
-¿Sufriste mareos? Porque esa obra cartográfica tiene como eje china y no tu continente, como empezará a suceder unas décadas tras los viajes del aventurero genovés, alias don Cristóbal.
-Menudo truco. Desde ese momento y sin faltar minuto susurran al planeta: El centro de la tierra somos nosotros.
* No es del todo cierto. Había diversos cálculos y Colón "escogió" uno más o menos a modo.
Un país llamado México
No enteramente a capricho pasamos al momento en que ando con mi
compadre, obrero cuyo ojo derecho se llevó cierto bicho crecido entra la carne podre que empleaba una empacadora de embutidos.
A pie por el camino, Agustín
y yo no nos cansamos de dar gracias a la fragancia de la hierba alta,
jugosa, en la que pareciera no caber un tallo más, y a sus verdes suaves
por el sol, siempre padre y aquí en un papel distinto a los muchos que
decidió y no hacer en nuestro gigantón urbano. Padre sol y madre tierra,
sabemos ahora, envueltos por ella y su prodigalidad. ¿O los géneros
deben intercambiarse entre ellos, pienso recordando una milenaria
leyenda?
Deberíamos
preguntar a los campesinos y campesinas, y se nos hurtan a la mirada
por sus ocupaciones o deliberadamente, como el pueblo sombra que se me
descubrió una mañana en una colonia de posesionarios y luego gracias al
abuelo.
Todo
enamora a nuestros ojos de ciudad: el contraste entre la vegetación y
el rabiar azul del cielo, la franja arcillosa que serpentea frente a
nosotros, el apenas perceptible reptar o trepar de pequeñísimos seres y
esa terca soledad aparente que a lo repentino se viene abajo.
“-¡Bájense todos, hijos de la chingada!” –grita a los ochenta hombres en un camión de redilas“un señor grandote” que carga “un radio” –Bótense al suelo porque se van a morir...”
Ya está: el compadre y yo llegamos al momento que nos trajo hasta aquí, al vado donde un camino interior tuerce.
Aguas Blancas se llama en paraje adonde llegamos.
“-…la balacera de una manera muy cerrada.
“-Sentí que nos estaban cazando….
“-Cuando
estaba ahí debajo del camión, pues yo sentía algo caliente que me caía
aquí arriba, así, pero yo no creía de que fuera sangre. Y cuando ya nos
sacaron de ahí ya vi que había muchos más regados así, alrededor del
camión y adentro también.”
Red de agujeros llamo a mi país por un poema mexica escrito tras caer Tenochtitlán en manos de Hernán Cortés y sus aliados:
“En los
caminos/yacen dardos rotos,/los cabellos están esparcidos./Destechadas están
las casas,/enrojecidos tienen sus muros.// Gusanos pululan por calles y
plazas,/y en las paredes están salpicados los sesos./Rojas están las aguas,
están como teñidas,/y cuando las bebimos,/es como si bebiéramos agua de
salitre.//Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,/y era nuestra herencia una
red de agujeros”.
-0-
La Corte conoce lo sucedido durante 1994 en Aguas Blancas, Guerrero, gracias a testimonios que recabó quien luego nos ofrecería escribir sobre Digna Ochoa y su presunto "suicidio asistido".
Las
dos historias tal vez se enlazan por ese estado, Guerrero, donde
murieron los campesinos, que desde 1970 vive una virtual "guerra fría". Militares, mafias criminales y funcionarios públicos corruptos tienen allí su reino hasta nuestros días, sabremos después por la noche de Iguala, cuyo "secreto" se guarda
también en el rostro desollado de este joven: Julio César Mondragón Fontes.Nuevamente a pedido recogimos los hechos y así parecerán certificarse palabras que en 2002 soltó a una grabadora otro hombre cuando le preguntaron:
"-¿Estamos hablando de un
fenómeno de colombianización de Guerrero?
"-No, todo lo contrario. La colombianización ocurre primero porque no
había un gobierno central eficiente ni aceptado en Colombia. Segundo, porque
hay un dominio territorial total de las guerrillas. Tercero, porque es
imposible para fuerzas policiacas y militares oponerse tanto a los grupos
guerrilleros como a los clubes de delincuentes armados que constituyen las
fuerzas paramilitares colombianas.
“Esto no ocurre en México ni hay manera de establecer paralelos con
Colombia. Lo que estamos es ante el caso
típico que debemos llamar estado de Guerrero.”
Al poco nuestro país todo vivía una situación semejante. Se confirmaba así una máxima esclarecida años atrás: el crimen organizado es esencia capitalista; constituye parte de su sector informal. Para entonces en la economía de esta Red de agujeros tres quintas partes se registraban como informales.
-0-
-¿Terminaste? -pregunta Hila.
-Por ahora. Debemos visitar a Jacobo Fugger.
-¿Quién es ese -pregunta alguien en nuestra Corte de Medianoche.
-Un comerciante y banquero alemán que vivió en tiempos de Colón -respondo.
-No lo permitiré -casi grita Hila. -Vengan.
¿Quién nos contará?
Hila nació en una población del río Níger, entre la negritudafricana.
-¿Hay otra? -exclama ofendida.
-¿Y los millones que fuimos llevados lejos por el tráfico esclavo? -contesta quien se conocerá despectiva y simplemente como el Negro del Victoria.
-Perdón -dice ella agachando la cabeza.
-¡No, levántala! -casi le exige él. -Y cuenta.
-Fui entregada a León el Africano y no recuerdo qué paso. Hazlo tú, me pide.
Leer y escribir, solo eso sé y apenado cumplo la tarea entre rodeos.
Hacia 1492,justamente, León fue expulsado de Granada, la tierra donde nacieron muchos antecesores suyos. Musulmán, atravesó desiertos hasta alcanzar Tombuctú.
Descubrió así una ciudad edénica, según sus palabras, y solo trató con principales hasta dar con nuestra compañera.
Aprovecho para recordar que al hombre a quien seguimos pertenece a familias con hasta siete siglos en Al Andalus, una entidad político,
cultural y religiosa hasta hace poco y durante siete siglos instalada al sur de la península ibérica. Después
les llamarán árabes y en realidad son bereberes, como se nombran los
pueblos norafricanos convertidos al Islam cuando Mahoma hizo la más
sorprendente campaña para extender su fe creando nuevas sociedades.
Después
abundararemos en el tema y basta decir ahora que allí, al modo de Medio
Oriente y a su manera la India, nacieron entonces ricos "reinos" muy
desarrollados en artes e ideas y tolerantes con judíos y cristianos, a
los cuales no fuerzan a convertirse pues la fe musulmana se concibe como
culminación bíblica.
León representa, pues, a este espléndido lado occidental,
lo mismo en África que en Europa, que empieza a opacarse
debido a los asaltos de la cristiandad comandada por un Vaticano cada
vez más inmoral.
Impaciente, Hila me penetra con la mirada. Tiene doce, trece, catorce años, no precisa bien, cuando es entregada a León como regalo dichoso, pues así la dibuja: radiante cuando hacen entrega de ella como concubina.
-A partir de ahí fui inmensamente feliz, escribió él, quien me llevaría a Venecia -dice. -Y no lo sé, porque me robó la voz y quizá también se llevó mi alma. ¿Cómo reconocerme o no en la joven concubina que así escapaba al triste destino que le deparó su belleza? Soy una eterna sombra cuyas tristezas y posibles alegrías quedan ocultas incluso para los espejos donde habito en el largo camino que olvida a padres, hermanos, vecinos, aguas del río más largo de cuantos se conozcan. Juegos, cantos, noches escuchando historias legendarias, perdidos en una memoria que solo consigo reconstuir contemplando las tallas.
Busco en nuestro mejor, voluminoso libro, publicado hacia 1950 por intelectuales europeos muy prestigiosos. No avanzamos nada al compararnos con el subcontinente subsahariano, declaran.
Creían lograrlo sobre todo desde el fin de la pintura figurativista, que significo el impresionismo, el cubismo, etcétera.
En música mis oídos no encuentran par tampoco, dispersa por mil lados: las Antillas, Brasil, Estados Unidos, etcétera, y luego en el mundo entero, incapaz de substraerse a ritmos que para los años mil novecientos crean nuevas culturas.
Hila sería la llaga mayor de nuestra Corte sino fuera por una lista interminable compuesta por mujeres crecidas entre esa basura milenaria que el siglo XXI promete desaparecer. Patriarcado, lo nombran.
-¿Me permiten ahora? -pregunta el Negro del Victoria, que se nos sumó hacia 1900, a su vez inmortalizado y negado por un gran escritor y marino.
La
escena a continuación transcurre entre el registro de tripulantes:
"Un
negro en el alcázar de un barco británico es un ser solitario (...)
"-¡Wait! -gritó una voz llena y retonante. Todos se detuvieron (...) Apareció una alta silueta de pie sobre la batahola. "Descendió
abriéndose camino entre la tripulación; sus pasos se encaminaron hacia
la linterna del alcazar (...) Era alto, la cabeza se perdía entre la
sombra que proyectaban las embarcaciones. Lució la blancura de sus
dientes y de sus ojos, pero no pudo verse el rostro. Las manos grandes
parecían enguantadas (...) "El
grumete, estupefacto como todos, levantó la linterna (...): era negro.
Un rumor asombrado (...) corrió a lo largo de la cubierta y se perdió en
la noche. "Pero él pareció no oír nada. Se plantó en su sitio, marcando un tiempo con gesto rítmico (...) "El
negro se mostraba sereno, frío, dominador, soberbio. Los hombres se
habían aproximado y permanecían tras él en masa compacta. Pero les
pasaba a todos media cabeza. "-Soy del barco -dijo. "Pronunciaba
claramente, con dulce precisión. Los acentos profundos y brillantes de
su voz recorrieron el puente sin esfuerzo. Era naturalmente desdeñoso,
condescenciente, sin afectación, como hombre que (...) hubiese medido la
inmensidad de la locura y tomado el partido de ser indulgente." -¿Se
imaginas el momento? No para los demás. Me refiero a él, cósmicamente solo desde que lo apresaron, ¿dónde?
-¿Seré yoruba, pueblo predilecto para los traficantes de hombres, mujeres y niños? Era tan niño.
Primer mapa europeo sobre África. 1554.
Nuestra obsesión por las Áfricas negras es obvio producto de una
injusticia histórica solo comparable a la cometida con los pueblos
americanos originarios antes y después de Cortés, Pizarro y compañía.
Fast y Europa y la gente sin historia
-Cinco o seis Howard Fast habrían hecho nuestro trabajo -apunta el abuelo, refiriéndose a la obra del escritor que buscó quién representa al pueblo
insurreccionado siglos arriba y abajo y empezó por Josue, guerrero judío, cuando faraones aplastaban cuanto tenían a mano, y siguió luego con Roma.
-¡Ni más ni menos, ni más ni menos! Casi todo el mundo mediterráneo.
-No te pases. El norte africano estaba muy pobremente abarcado y no pasarás sobre mis bereberes.
-¿Tuyos?
-Bueno, exagero un poco. Y si sales con que eran puebluchos... El Tamazgha...
Éste es un término moderno. Lo acuñaron quienes defiende identidades que suelen ocultarse tras "el mundo árabe".
Nuestro culto espartaquista tiene el peligro de desaparecernos algo esencialísimo que Europa y la gente sin historia tuvo quizá como gran objetivo: la profunda, substancial interacción entre culturas agrícolas y nómadas o seminómadas, dinamizadoras del proceso entero.
Los
"bárbaros" mongoles que Ghegis Kan dirigió para construir un gigantesco
imperio, renimarían las culturas urbanas y no por nada un igual suyo
sería fundador de la dinastía Yuan
¡china!
-Malditos uno y otro -estalla en coro la Corte.
-Sí,
porque reinarían, casi obligaron a sus guerreros a violar cuanta muer
encontraban al paso y sin pausa someterían campesinados uno tras otro.
-Como cualquiera de los loados por la historia.
-Continuemos.
-Esperen, déjenme presentarte a alguien -pido mostrando este clip de cine.
Derzú
Uzala es un cazador henzhe de los bosques al extremo siberaniano que
alcanza China. Su bella humanidad está sola en la tierra, pues mujer e
hijos murieron hace tiempo, víctimas del sarampión. Hermosa también
parece la que encarna Li Tsung-ping, cuyos cincuenta y seis años lo
vuelven anciano en esa espesura contigua a las estepas extendidas hasta
Arabia y Turkestan.
Paro. Quería solo señalar hacia ese vasto, único gran continente que no tocamos todavía.
-0-
¿Nuestro paseo se les hace inteligible, lectores y lectoras? Déjense llevar siguiéndonos adonde podemos. Las palabras arrullan no solo para dormir y, si están más o menos bien puestas, crean un pequeño universo. Eso es lo que aquí se intenta.
El Sostén del Cielo y sus cenizas
Les
recuerdo que el eje de esta crónica es 1492. Nace entonces cuanto está
relacionado con la modernidad: un colonianismo cuyo único móvil reside
en expoliar, destruyendo sin merced todo lo que se le opone; Occidente
como noción suprema, los orígenes del capitalismo. Lo escarbaremos poco a
poco y mientras sigo mostrándoles sus alrededores y víctimas, ahora
norteamericanas, que forman parte del universo mesoamericano en regiones
externas.
El
personaje que nos guía es James Taylor, primer comandante general del
ejército estadounidense que en 1846 invade México, quien luego
presidiría el Capitolio. En 1763 el jefe Pontiac y sus médicos-profetas
recibían el mensaje del Amo de la Vida y lo lanzaban al viento: los blancos no
son huéspedes de un momento; han llegado para hacerse amos de todo y es preciso
liquidarlos. Pero veinte años después sus palabras no habían alcanzado el nuevo
reto que se abría a la colonización, donde se instalaron los Taylor. Qué de
extraño. El de los indios de Norteamérica es un mundo. Un mundo de leyes
particulares, con su par de continentes separados por el río Mississippi, y sus
países a montones.
Pontiac había hablado desde la nación de los
Ottawas, hacia los Grandes Lagos donde se fijaría la frontera de Canadá. Allí
donde mucho después la memoria aseguraría que el primero de los hombres debió
vencer a gigantes y magos, al espíritu de la noche y a una corte de demonios,
duendes, brujas y caníbales. Lo aseguraría sin saberlo a lo cierto, pues pasada
la mesiánica rebelión no quedaría siquiera lo suficiente para crear una reserva
y las viejas leyendas serían una confusión de estampas desdibujadas por los
años y de exóticas interpretaciones blancas. De qué manera saber así, por
ejemplo, cómo era en verdad Gran Conejo, su magia y los prodigios de los
espesos bosques que recorría a saltos de kilómetro.
Coincidencias
Vaya
casualidad, abuelo, naciste en 1892. O sea, cuatrocientos exactos años
tras el viaje de Colón. Y ese Atalli coleccionando tonterías sobre
Europa. Porque tus predecesores no formaron parte en ningún momento del Guerrero: lo alimentaron, como sus hijos aJupiter.
Hablemos de ti y los tuyos, Belarmo. ¿Te parece?
Cada
región asturiana tiene sus particularidades y la que Sandalio, tu
padre, escogió al acercarse a Gijón es y no la que Clarín, el estupendo
novelista del siglo, recrea cerca de allí: “tupida hierba fresca,
jugosa, oscura,
aterciopelada”,
con numerosas “cicatrices hechas a patadas”, por siglos de seres
humanos y animales, al pie de vegas de maíz desde cuyas altas cañas en
tiempo de madurar las “hojas, lanzas flexibles, se columpian sobre el
tallo”; castaños, manzanos, macizos de “álamos, abedules y cónicos
húmeros”, por un salpicar de arroyos. Y la omnipresencia del mar.
La
idea de mundos rurales tradicionalmente inmóviles no es nunca cierta,
ni siquiera en esta provincia. Y la mejor prueba está en el propio
Sandalio, cuyo poco común apellido, Tomás, no es casual, pues un
antepasado suyo nació no en la provincia ni en ninguna otra de España,
sino en Portugal. Da la impresión, pues, de que los habitantes del
campo en el pasado no permanecieron necesariamente fijos a la tierra si
no eran sus propietarios. Pero el quid a fines del siglo XIX en Asturias
está en la inquietud que introduce la industrialización, vértigo que
subvierte cuanto toca. Armando Palacio Valdés ha advertido el efecto de una fábrica, por pequeña y aislada que esté. En su Aldea perdida, sólo
por el contacto con aquélla, Rosina, la moza “sencilla, un poco de
égloga a fuerza de timidez”, en la década de 1870s había roto el destino
de labriega asegurado por generaciones de antepasados, para terminar
convirtiéndose en prostituta de la ciudad. En el ancestral universo
secreto del pueblo y dentro de la revolución que para 1890 está en
curso, van nuevos modos de pensar, lenguajes, actitudes, geografías que
el poder político y económico no descifra y que a veces no advierte
siquiera. Es ese universo el que da sentido al “monstruo”, quien se
moverá por sus vericuetos como muy pocos. Si su madre, Cándida, y su
abuela Teresa conocen de tiempo el trasiego de los sin tierra entre
Lavandera y Gijón, sobre todo, pero también hacia Oviedo, en el costado
contrario, donde la mayor iba por los expósitos del orfanato a quienes
dar su leche; si Sandalio lo aprende al unirse a las dos mujeres,
Belarmino nacerá con él y lo conducirá de una forma de resistencia o
liberación, a un instrumento de conquista. Pero esto no se entiende sin acercarse antes a otra esencial parte de la historia que perseguimos. Hay
cosas un poco fuera de lugar en el par de mujeres de Lavandera. Como
que Teresa no volviera a hacerse de un hombre enviudando a los tres años
de casar, o que la hija siga soltera a los veintitrés. La razón es la
falta de tierra, por magra que sea, para atraer a una pareja, y que
quizás vuelve remilgosos a los vecinos en el trato con ellas. No hay
modo de conocer cómo resolvieron juntarse Cándida y Sandalio. Tal vez
fue el saltar de la mirada en uno o en ambos, o hasta un intempestivo
encuentro entre la hierba, como parte de una pasión de la cual no
tenemos la menor idea en estas tierras y estas épocas. Y este es otro de
los pequeños y grandes actos con los cuales los Tomás Álvarez se suman a
la revolución que empezará a dar frutos en los 1930s. Con el aluvión
de forasteros pasando frente ellas, el par de mujeres resuelve hacerse
de huéspedes rentando un espacio de la casa, como una buena manera de
incrementar los ingresos y voltear hacia el pasado con un suspiro de
alivio. Y eso se debe en mucho y de vuelta, al modesto e
insustituible revolucionario papel en el cual sigue invistiéndose
Sandalio. Pues se instala en un hogar donde hace mucho falta el hombre, y
contagia a su nueva familia, a quien no importa si de momento no hay
boda, ni si cuando Belarmino nace el padre obvia su asistencia a la
parroquia a presentarlo. El campesino y la campesina tradicionales
honran fielmente tales formalidades ordenadas por la santa Iglesia y, al
decir de las sotanas, por Dios mismo. Los tres de la pobretona casa de
huéspedes comienzan a saltarse las trancas y en su conducta va un código
de reciente recreación: el respeto a las órdenes sólo para no ser
hostigado. Como sea, poco después Sandalio encuentra una oportunidad
única: contratarse para la construcción del nuevo muelle de Gijón. Es
curioso: no se decidió a hacerse minero, pero ahora está dispuesto a
vestir el primitivo traje de buzo con el cual los peones asentarán los
pilotes en el lomo del mar. ¿Por qué? Como se ve, vamos misterios
tras misterio. En la búsqueda de nuestro personaje y el entorno, la
mayoría de las veces creemos asir algo y se nos escapa. Se trata de
virtudes y ventajas del pueblo oculto, surgiendo desde las sombras
exclusivamente si necesita, para mejor tomar de sorpresa a sus enemigos. Pueblo
sombra, pues, tanto más cazador furtivo cuanto más se lo cree incapaz
de algo distinto a tenderse en el prado pensando en la inmortalidad del
cangrejo. De la capacidad de hacerse fantasma Belarmino se apropia
apenas nace, hasta convertirse en uno de los grandes expertos de su
provincia en el tema. Miles de días hace el viaje entre su pueblo y
Gijón, y miles también recorre el puerto al modo de esa forma de simple
paisaje que las probas familias ven en las de pescadores, alarifes,
asalariados de las fábricas. Entonces una tarde en Lavandera,
Sandalio se hace de palabras con un peón de las vías del ferrocarril, se
lían a golpes y el progenitor del abuelo lleva las de perder hasta que
el otro va a dar a tierra repentinamente. Al caer queda a la vista el
futuro “monstruo" con la más grande piedra que le permiten coger sus
nueve o diez años de edad, con la cual tundió al insolente. Y es que
tiene ya más que aprendido el arte de la transfiguración. La estampa es muy significativa y muestra el rápido crecimiento de los niños del nuevo pueblo que se crea en la época. No
había nada idílico en el surgimiento del proletariado asturiano, de
España y el mundo entero. Los periódicos de Gijón en los tiempos
transmiten una dura, con frecuencia desgarrada existencia de las clases
populares, que podemos simbolizar en una nota aparecida en el diario el
Noroeste. Se da noticia allí de la nueva aparición de un recién nacido
en una improvisad cuna, bogando hacia la muerte sobre el río Piles. Nada
semejante se veía en el pasado, pero el diario no se asombra por ello y
sólo saca partido del hecho como hace con muchos de los cotidianos
eventos que sus lectores buscan cada mañana: cadáveres hallados en una
oscura callejuela, grescas multitudinarias o de uno a uno, en las cuales
salen a relucir cuchillos y objetos contundentes; obreros u obreras que
fueron llevados de urgencia al hospital, para aquí y allá perder un
dedo, un mano, un brazo, una pierna, un ojo, a manos de las máquinas y
sus ritmos que no perdonan, y por la impericia de ellos mismos al
aprender el oficio sobre la marcha, sin más capacitación que la que
generosamente les dan los de mayor antigüedad en la fábrica o en las
obras en construcción. Esta dramática imagen se matiza mucho, sin
embargo, con la intimidad de ese mundo popular recogida en el libro de
recuerdos de quien será un distante guía para Belarmo. Se apellida
Vigil, tiene un peculiar ingenio y sus años de infancia por barrios
donde viven los de abajo, están atravesados por una sonriente picaresca. Ha
nacido unos veinte años antes que Belarmino, cuando la madre era
sirvienta y el padre carretonero, “linaje modesto, pero honroso”, Eso
permitíó al niño acudir a la escuela, que no fue una sino tres, por las
mudanzas obligadas al no tener techo propio la familia, o por la
negligencia o los malos hábitos de los maestros. En una de ellas,
cuenta Vigil, el titular de la clase, que no se sabe cuánto de
instructor y cuando de domador tenía, asistía a veces “algo más que
alegre y se excedía en los tratos con los alumnos“. Manuel y unos
cuantos decidieron entonces constituirse en algo tan sin precedente como
las peripecias de Sandalio al salir de Lieres o el justiciero acto de
Belarmo ante la ofensa al padre: crear una sociedad de resistencia al
propasado borrachín. En ésta, con la cual hacía los pininos de su
carrera política, Vigil vivió el momento de gloria al vengar a uno de
los suyos y triunfar por todo lo alto. En el primer momento el profesor
saltó: “-¿Qué es esto, se vuelven en contra mía?”- y al querer
cobrarse amenazando llamar al progenitor de nuestro crío amigo, éste le
respondió: “-No moleste a mi padre, que está ganando un jornal para
poderle pagar a usted las cuotas por la enseñanza deficiente y el mal
trato que nos da.” Atemorizado por estas palabras y los gestos de la
cofradía preparada a hacerle pesada la existencia, el hombre retrocedió
para no volver nunca a sus excesos. Aunque de vuelta la anécdota
parece intrascendente, es ilustrativa del carácter que se estaba
formando entre la clase en emergencia, quien así empezaba a ponerle la
cara a la España negra, desarrollada a lo largo de cuatro siglos de
expulsiones y conversiones forzadas, inquisitoriales juicios, chisteras,
tricornios y sotanas comprometidas con el absoluto, regio poder. Vigil
lo miraba todo con el humor que le venía por naturaleza y gracias
también al cierto holgado hogar que le permitió recibir instrucción, por
malencarada que ésta fuera. Belarmino vivía las cosas de otra manera
y se convertió muy pronto en la autoridad familiar. No iba más a la
escuela nocturna donde pasó los tres años en que pudo permitirse el
privilegio, pues el padre se había hecho peón-buzo en las obras del
muelle en construcción y él hace de albañil. Lo imagino una mañana
lavàndoseSe lava el niño que ha dejado de serlo desde muy pronto. Lo
hace con lo que tiene a mano y, de acuerdo al obsesivo esmero en la
apariencia personal que lo caracterizará de adulto, sin duda frotando
repetidamente de modo de estar, o parecerlo siquiera, tan limpio como el
que más. Y es que para él y para el grueso de su estirpe en el mundo
entero, por ahí empieza la revalorización ante sí mismos y ante los
demás, sin la cuales resulta inconcebible la clase en surgimiento. Ésta
no es ni más ni menos pueblo que sus predecesoras o las que siguen
creciendo en los campos de la Europa feliz, según suele llamarse a la
que inicia al occidente del río Rhin. Pero su absoluta desposesión le
permite reconocerse igual o superior a la de quienes en un santiamén se
han convertido en directores de la sociedad, precisamente por tomarse el
derecho a hacer a un lado a los anteriores señores. Qué pobremente
se cuenta la historia del pueblo, cuando no es el propio pueblo quien lo
hace. Lo digo porque en este punto decido traer a cuento un inmejorable
documento que en principio pensé debía ir después. Se trata de las
memorias de un obrero cenetista catalán: Ricardo Saínz. Tenía más o
menos la edad que Belarmino tendrá al entrar a la mina, entre los doce y
los trece años. Cuenta que iba con su padre, campesino, al molino de su
pueblo a convertir en masa el trigo cosechado. Y vez con vez aquél
tenía que llevárselo casi a empujones, pues el jovenzuelo se quedaba
arrebolado contemplando la primivitibísima máquina del lugar: sólo una
gran caja de acero con rodillos y dientes. Pero él quedo prendado desde
el primer día. Un domingo el patrón del molino le dijo que si tanto
le gustaba la cosa aquella, la trabajara. No fue fácil convencer al
padre, quien terminó cediendo por dar gusto al hijo y por no
desaprovechar el pequeño jornal que en casa caía como oro molido. La
felicidad de Saíz aprendiendo a manipular la aparatosa trituradora,
apenas cabía en sí. Este tipo de cosas pasan de noche a los historiadores, como el desayuno del abuelo, ue debería
consumir aprisa y corriendono y no es así porque la paliza que le
espera exige un cuerpo y una cabeza bien asentados a la tierra. Sale
de casa el muchacho cuyo pecho y brazos son ya los de un hombre hecho y
derecho, cuidando los zapatos del lodazal sobre su calle de pobres,
apenas trazada, y con su padre tira rumbo al muelle que será viejo en
cuanto Sandalio y otros cientos dejen la mitad de los pulmones en
afirmar la base. Callan, como cumple a hombres de acuerdo a ancestrales
mandatos que no se sabe bien a bien quien decidió machacar en la
sociedad, y casi sin palabras se despiden, orgullosos uno del otro, y
más el de mayor edad, que se da tiempo para girar la cabeza y ver
alejarse a la sangre de su sangre rumbo al cumplimiento de su cabalidad. No
podemos reconstruir el recorrido de Belarmino, ya que no sabemos a
dónde va. Pero al menos yo puedo escuchar sus pasos cuando el día
clarea, escuchar el viento que da contra su rostro y le mueve el
cabello, el olor a mar del norte, a salado muy fuerte, a su alrededor;
el gris interminable del agua ondulándose en los ojos donde andan
también el mercante que se acerca con sus guiños de luz, el que atraca,
los que cargan y descargan-¿cuál de ellos es el Monserrat, el Reyna
María, el Mindanao, el Isla Paway…, de ser esos los de tal día?-, todos
en curso entre Las Antillas y la península? Casi cuanto topa en el
trayecto tiene gusto a mañana, pues está apenas erigiéndose o se
improvisa. Y eso no es, de nuevo, cualquier cosa y cala muy dentro del
muchacho, advirtiéndole que el mundo está rehaciéndose sin parar. Y
aunque nadie lo convoque a meter la mano en el asunto, o de hecho le
advierta que se aparte, el mensaje es claro: si las puertas de la
transformación quedan abierta, también lo están para él. Ningún otro
rasgo define con tal precisión a mi abuelo como ése: el hacerse a sí
mismo, hoy, durante la creación del Sindicato Minero de Obreros
Asturianos, la Revolución de 1934, la Guerra Civil y el exilio. En su
caso, a diferencia de quienes perciben algo semejante y, con recursos o
sed de riquezas, se preparan a hacer el futuro a solas o con un círculo
familiar, Belarmino, por encima incluso de su posible deseo, no
encontrará más alternativa que ir en compañía de muchos, y cuánto mayor
sea el número, mejor. Eso desborda el pequeño ámbito geográfico que
conoce y del que tal vez trata de imaginar en el tráfico de los barcos,
de los hombres y las mercancías portados por ellos. Y otra vez topamos
con temas centrales: la sociedad mundial en surgimiento hace un siglo, y
la imaginación. La primera hermana del abuelo, Paz, sirve en la
finca de un médico, El ama es remilgosa y malhumorienta, y un día tacha
de “guarra” a la cría. De tarde ésta se acerca al provisional hogar de
la familia, entre llantos se sincera con la madre y da marcha atrás, a
la finca. La mañana siguiente Belarmino, de doce años, es enterado
del asunto y no duda: se presenta en casa del médico, dice cuatro
verdades a la señora y de la mano saca para siempre de allí a la
hermana. Aunque el gesto es noble y justiciero, tiene un no pequeño
coste: la familia se queda sin un ingreso modesto pero insustituible.
¿Se lo reclaman Sandalio o Cándida? No, y el hecho tiene una honda
significación. En silencio, respetando la autoridad de la pareja, el
único hijo varón toma cada vez más las riendas de la familia. -¿Tu gente, abuelo, forma parte del gigante a quien canta Atalli? No rías, viejo, que esto va muy en serio.
-Para muestra un botón. Mira:
Las Indias de Europa
Toca ahora la palabra a Molley Mahoney.
La Reina de la Roca Gris, la señora
celta que se queja en los poemas y que aun marchita, despojada de sus hermosos
atavíos precristianos, ha seguido cuidando por la provincia de Munster,
contempla impotente cómo el fuego se ceba con los campos destruyendo cosechas,
frutos y aldeas, y los hombres, enfermos de comer hierbas, se arrastran por la
tierra y mueren, para que hambrientos lobos, perros y niños se lancen sobre sus
cadáveres. No ha sido el azar o la intempestiva, enloquecida reacción de un
ejército enemigo, la culpable. La obra es parte de una concienzuda política de
exterminio, que se pone en práctica al fracasar las horcas y los
descuartizamientos públicos, “la instigación de hermanos contra hermanos, la
gratificación a espías, delatores y asesinos, las altas recompensas por las
cabezas de los caudillos rebeldes”.
Los
anglonormandos han alcanzado Erin en los años mil doscientos, pero ellos y los
colonos escoceses que se trasladan a allí están reducidos a un extremo de la isla. Hasta este siglo XVI en que el
occidente europeo anuncia dominar al mundo y el Cromwell en que según un cuento
en gaélico se disfraza Satanás, conduce a una nueva monarquía inglesa que
sabiéndose rezagada, fuerte y libre a una vez, se apresura a irrumpir en el
reparto y cambiando el escenario del destino manifiesto de la Utopía, empieza por Irlanda.
La
isla es botín y escuela para hombres que harán huella del otro lado del
Atlántico. John Hawkins, el pirata que asolará el Caribe e inaugurará el
tráfico inglés de esclavos, recibe sus primeras clases aquí, igual Humphrey
Gilbert, el primero que en Terranova declarará la posesión formal de suelo
americano, y su medio hermano, Walter Raleigh. Personajes menores que en la
isla se vuelven Sires y comienzan a hacer de Inglaterra la tierra de las
ultramarinas promesas y la avidez sin escrúpulos, dando forma a la mentalidad
que permitirá toda clase de extremos con los pobladores del Nuevo Mundo.
“Los irlandeses fueron tratados de la misma
manera con que más tarde se trataría a los indígenas americanos”, escribe un
historiador alemán sobre la conciencia colonialista que empieza aquí y que hace
familiares a los contemporáneos las frases que Shakespeare pone en boca de
Ricardo II, uno de los precursores de la tarea:
"Era
preciso exterminar a esos bárbaros y velludos kerns,
que
viven como veneno donde ningún otro veneno,
excepto
ellos, tiene el privilegio de vivir"
El noble inglés que nos trae las escenas de la
campaña aquélla en Munster, bien podría hablar del trabajo de las compañías
coloniales en América, cuando exclama horrorizado: “No se daba mayor
importancia en aquella provincia a la muerte de un nativo que a la de un perro
rabioso”. “¡Busquemos alguien que matar!”, era la frase de los oficiales de la
reina Isabel, protectora del teatro, cuando el aburrimiento los alcanzaba o
sentían enmohecer sus miembros, en los descansos de una empresa que copiaba a
la de los adelantados españoles de las Antillas, de Mesoamérica o el imperio
inca, sin cargar Leyendas Negras. El Raleigh vitoreado por los libros de texto,
que en breve despejará el camino a la Virginia de los discursos fundacionales,
comienza a labrar su destino en esta Irlanda, encabezando el degüello de 400
guerreros, para recibir en recompensa 17 mil nada despreciables hectáreas.
Gracias
a estos esforzados y a sus seguidores, en poco más de cien años y a pesar de la
constancia, la extensión y la ferocidad de la resistencia acaudillada por
hombres a la altura de los guerreros legendarios, todo habrá pasado a ser propiedad
o derecho de alguien. Del gobierno, de la Iglesia y de los terratenientes
ingleses, antes que nada. Aunque no es más que el principio del despojo y de la
rabia del pueblo, para quien más que nunca el pasado y la patria adquirirán
hermosos, enormes y desgarradores tamaños. Más que nunca resuena por aquel país
de bosques, de escarpadas montañas, de pantanos y mares revueltos, el grito de
la tierra que un bardo del siglo V había recogido del pasado: “Mis hijos no se
achicaban. Corc o Nial no volvían las espaldas... juntos hacían de Erin sus
hazañas”.
Es
entonces que no se sabe si un poeta presagia o promete:
"El mar será un fluido rojo y el cielo como
sangre
"Sangre roja de guerra teñirá el mundo
hasta la cumbre de los montes..."
-Después les mostrararemos en la propia Irlanda como fuimos desposeídos los más para que el Gigante siguiera su obra -agregan Bryan O´Donnel y James Kelley.
¡Que no hay una sola negritud, carajo!
Así grita Wolf por tercera vez. Ahora no queda sino hacerle caso.
-¿Creen que el "Extremo Oriente", por ejemplo, forma una única cultura? ¿No, verdad?
Los demás intercambiamos miradas, extrañados, pues jamás se nos ocurrió plantear el asunto. Había algo genial en volver mito al subcontinente.
-Se desarrollaron dos, al menos -vuelve nuestro antropólogo.
Pues sí, cuál sorpresa considerando la complejidad topográfica africana: noroccidente, oriente y, quizá, centro-sur. Más familiares a las regiones hausa parecían los bereberes que el mundo bantú, digamos.
¿Tienen
entonces algo en común sus producciones plásticas donde quiera que se
produzcan, y se expresan con una elocuencia sin igual? Como en la
América prehispánica, ¿no?
Ni a quien sorprenda tampoco que León el granadino anduviera estos lugares.
-Conoces a alguien cerca, creo.
-Modestamente: al tal vez mayor sabio "medieval".
A lo célebre filósofo griego, cada vez más la Corte, yo, incluido, desde luego, no sabemos nada. No importa, basta con caminar.
SIGUE, DESDE LUEGO, PUES ES INTERMINABLE, JEJE. EN OTRO LADO, CLARO, QUE EL BLOG SE CANSA POR LA CARGA.
El Sostén del Cielo y sus cenizas
Les
recuerdo que el eje de esta crónica es 1492. Nace entonces cuanto está
relacionado con la modernidad: un colonianismo cuyo único móvil reside
en expoliar, destruyendo sin merced todo lo que se le opone; Occidente
como noción suprema, los orígenes del capitalismo. Lo escarbaremos poco a
poco y mientras sigo mostrándoles sus alrededores y víctimas, ahora
norteamericanas, que forman parte del universo mesoamericano en regiones
externas.
El
personaje que nos guía es James Taylor, primer comandante general del
ejército estadounidense que en 1846 invade México, quien luego
presidiría el Capitolio.
En 1763 el jefe Pontiac y sus médicos-profetas
recibían el mensaje del Amo de la Vida y lo lanzaban al viento: los blancos no
son huéspedes de un momento; han llegado para hacerse amos de todo y es preciso
liquidarlos. Pero veinte años después sus palabras no habían alcanzado el nuevo
reto que se abría a la colonización, donde se instalaron los Taylor. Qué de
extraño. El de los indios de Norteamérica es un mundo. Un mundo de leyes
particulares, con su par de continentes separados por el río Mississippi, y sus
países a montones.
Pontiac había hablado desde la nación de los
Ottawas, hacia los Grandes Lagos donde se fijaría la frontera de Canadá. Allí
donde mucho después la memoria aseguraría que el primero de los hombres debió
vencer a gigantes y magos, al espíritu de la noche y a una corte de demonios,
duendes, brujas y caníbales. Lo aseguraría sin saberlo a lo cierto, pues pasada
la mesiánica rebelión no quedaría siquiera lo suficiente para crear una reserva
y las viejas leyendas serían una confusión de estampas desdibujadas por los
años y de exóticas interpretaciones blancas. De qué manera saber así, por
ejemplo, cómo era en verdad Gran Conejo, su magia y los prodigios de los
espesos bosques que recorría a saltos de kilómetro.
En
todo caso el país de Pontiac, a pesar de su vida aldeana y sus campos de maíz,
comunes al conjunto de los pueblos al Este del Mississippi, estaba a una gran
distancia física y mental de las naciones cerca de las cuales crecería Taylor.
En particular, de los últimos hijos naturales de los Apalaches, los cheroquies,
que habían sido amos de los enormes territorios que caen a un lado y a otro de
esas montañas. Una nación que descendía de la gran cultura que cuatro siglos
antes de la llegada de los europeos había florecido en los campos del sudeste:
la de centros de incipiente vida urbana, con sus plazas, sus templos
ceremoniales y sus residencias para las elites, en torno de los cuales se
desgranaban las aldeas y las huertas irrigadas.
A
diferencia de la mayoría de los pueblos de Este medio norteamericano, ellos
apenas hacia mediados del siglo XVIII habían enfrentado el gran choque con los
extraños. Eran extraños absolutos, no comparables ni con los nómadas del país
fantasma, la Tierra de Sombras del Oeste, justo tras el sagrado Mississippi,
que según una leyenda descendían de la tribu que se negó a seguir los consejos
del dios fundador vuelto hombre y no conocían el cultivo de las plantas, los
secretos de los cestos o el favor de las plegarias.
Los
otros, cósmicos forasteros venían de más lejos todavía que el Galun´lati, el
confín al cual fue expulsado Uktena, el monstruo del agua, haciendo vacilar las
historias de los ancianos. Pero los cheroquies trataron con los blancos y
buscaron sacar partido de la situación, vendiéndoles los derechos de una buena
parte de sus campos. ¿Por qué no si a pesar de la constancia secular de su vida
aldeana, de sus cultos y divisiones del trabajo, igual o mejor que cualquier
otro pueblo indio se acostumbraron a los continuos e imprevisibles reacomodos
de un mundo donde la vida sedentaria se ensanchaba o estrechaba de súbito y las
migraciones eran un fenómeno estructural?
Cerca
de los años mil ochocientos no sólo cedían las tierras de Tennesse y Kentucky,
cuya administración se encargaba a Taylor padre, y sellaban pactos con los
recién llegados. Atendían a sus pastores de almas, tomaban su alfabeto para
darse una lengua escrita, hacían alianzas matrimoniales con ellos y abrían
espacios para la plena propiedad privada que, en unos cuantos radicales casos,
permitían crear estancias trabajadas por esclavos negros.
¿Había
pecado en ello? ¿Olvidarían de ese modo que todo comenzó cuando la tierra se
desprendió de las cuerdas de cuero pendientes de los costados del cielo y las
enormes alas de un animal salido de las aguas donde la vida se había refugiado,
crearon como sin querer, del lodo, las montañas maravillosas reservadas para
ellos? ¿Renunciarían al sol concebido como mujer, al consejo de los sueños, al
parentesco con Abuelo Águila y Abuela Araña, al conocimiento de Hombre Pequeño,
capaz de transformar a los hombres en serpientes, de mover estrellas, de
atemperar la luz o los vientos?
El hecho es que menos de cien años después no
pueblan ya las ricas tierras aquéllas y no viven en pacíficos asentamientos
agrícolas, sino en la América Árida a un lado y otro del Bravo, la región más
lóbrega del País de Sombras del Oeste, y se especializan en feroces incursiones
contra los blancos.
Eso, su presencia en estos lados y su
belicosidad, quizás sorprendería al Rudo y Listo Viejo. Eso y nada más, ya que
la primera parte del exilio cheroquie el general la conoce de primera mano: lo llamaron Sendero de las lágrimas.
-Juraría que Fast recogió la historia y no encuentro nada.
-¿Tu gente, abuelo, y el resto de las europeas y europeos que pertenecen a la Corte, forma parte del gigante a quien canta Atalli, el francés mentiroso a quien escuchamos antes? No rías, viejo, que esto va muy en serio.
-Para muestra un botón, ¿verdad, Molly Mahoney, James Kelly, Brian O´Donnel?
Las Indias de Europa
La Reina de la Roca Gris, la señora
celta que se queja en los poemas y que aun marchita, despojada de sus hermosos
atavíos precristianos, ha seguido cuidando por la provincia de Munster,
contempla impotente cómo el fuego se ceba con los campos destruyendo cosechas,
frutos y aldeas, y los hombres, enfermos de comer hierbas, se arrastran por la
tierra y mueren, para que hambrientos lobos, perros y niños se lancen sobre sus
cadáveres. No ha sido el azar o la intempestiva, enloquecida reacción de un
ejército enemigo, la culpable. La obra es parte de una concienzuda política de
exterminio, que se pone en práctica al fracasar las horcas y los
descuartizamientos públicos, “la instigación de hermanos contra hermanos, la
gratificación a espías, delatores y asesinos, las altas recompensas por las
cabezas de los caudillos rebeldes”.
Los
anglonormandos han alcanzado Erin en los años mil doscientos, pero ellos y los
colonos escoceses que se trasladan a allí están reducidos a un extremo de la isla. Hasta este siglo XVI en que el
occidente europeo anuncia dominar al mundo y el Cromwell en que según un cuento
en gaélico se disfraza Satanás, conduce a una nueva monarquía inglesa que
sabiéndose rezagada, fuerte y libre a una vez, se apresura a irrumpir en el
reparto y cambiando el escenario del destino manifiesto de la Utopía, empieza por Irlanda.
La
isla es botín y escuela para hombres que harán huella del otro lado del
Atlántico. John Hawkins, el pirata que asolará el Caribe e inaugurará el
tráfico inglés de esclavos, recibe sus primeras clases aquí, igual Humphrey
Gilbert, el primero que en Terranova declarará la posesión formal de suelo
americano, y su medio hermano, Walter Raleigh. Personajes menores que en la
isla se vuelven Sires y comienzan a hacer de Inglaterra la tierra de las
ultramarinas promesas y la avidez sin escrúpulos, dando forma a la mentalidad
que permitirá toda clase de extremos con los pobladores del Nuevo Mundo.
“Los irlandeses fueron tratados de la misma
manera con que más tarde se trataría a los indígenas americanos”, escribe un
historiador alemán sobre la conciencia colonialista que empieza aquí y que hace
familiares a los contemporáneos las frases que Shakespeare pone en boca de
Ricardo II, uno de los precursores de la tarea:
"Era
preciso exterminar a esos bárbaros y velludos kerns,
que
viven como veneno donde ningún otro veneno,
excepto
ellos, tiene el privilegio de vivir"
El noble inglés que nos trae las escenas de la
campaña aquélla en Munster, bien podría hablar del trabajo de las compañías
coloniales en América, cuando exclama horrorizado: “No se daba mayor
importancia en aquella provincia a la muerte de un nativo que a la de un perro
rabioso”. “¡Busquemos alguien que matar!”, era la frase de los oficiales de la
reina Isabel, protectora del teatro, cuando el aburrimiento los alcanzaba o
sentían enmohecer sus miembros, en los descansos de una empresa que copiaba a
la de los adelantados españoles de las Antillas, de Mesoamérica o el imperio
inca, sin cargar Leyendas Negras. El Raleigh vitoreado por los libros de texto,
que en breve despejará el camino a la Virginia de los discursos fundacionales,
comienza a labrar su destino en esta Irlanda, encabezando el degüello de 400
guerreros, para recibir en recompensa 17 mil nada despreciables hectáreas.
Gracias
a estos esforzados y a sus seguidores, en poco más de cien años y a pesar de la
constancia, la extensión y la ferocidad de la resistencia acaudillada por
hombres a la altura de los guerreros legendarios, todo habrá pasado a ser propiedad
o derecho de alguien. Del gobierno, de la Iglesia y de los terratenientes
ingleses, antes que nada. Aunque no es más que el principio del despojo y de la
rabia del pueblo, para quien más que nunca el pasado y la patria adquirirán
hermosos, enormes y desgarradores tamaños. Más que nunca resuena por aquel país
de bosques, de escarpadas montañas, de pantanos y mares revueltos, el grito de
la tierra que un bardo del siglo V había recogido del pasado: “Mis hijos no se
achicaban. Corc o Nial no volvían las espaldas... juntos hacían de Erin sus
hazañas”.
Es
entonces que no se sabe si un poeta presagia o promete:
"El mar será un fluido rojo y el cielo como
sangre
"Sangre roja de guerra teñirá el mundo
hasta la cumbre de los montes..."
-Después te mostraré en la propia Irlanda como fuimos desposeídos los más para que el Gigante siguiera su obra -dice Belarmo.
Coincidencias
Vaya
casualidad, abuelo, naciste en 1892. O sea, cuatrocientos exactos años
tras el viaje de Colón. Y ese Atalli coleccionando tonterías sobre
Europa. Porque tus predecesores no formaron parte en ningún momento del Guerrero: lo alimentaron, como sus hijos aJupiter.
Hablemos de ti y los tuyos, Belarmo. ¿Te parece?
Cada
región asturiana tiene sus particularidades y la que Sandalio, tu
padre, escogió al acercarse a Gijón es y no la que Clarín, el estupendo
novelista del siglo, recrea cerca de allí: “tupida hierba fresca,
jugosa, oscura,
aterciopelada”,
con numerosas “cicatrices hechas a patadas”, por siglos de seres
humanos y animales, al pie de vegas de maíz desde cuyas altas cañas en
tiempo de madurar las “hojas, lanzas flexibles, se columpian sobre el
tallo”; castaños, manzanos, macizos de “álamos, abedules y cónicos
húmeros”, por un salpicar de arroyos. Y la omnipresencia del mar.
La
idea de mundos rurales tradicionalmente inmóviles no es nunca cierta,
ni siquiera en esta provincia. Y la mejor prueba está en el propio
Sandalio, cuyo poco común apellido, Tomás, no es casual, pues un
antepasado suyo nació no en la provincia ni en ninguna otra de España,
sino en Portugal. Da la impresión, pues, de que los habitantes del
campo en el pasado no permanecieron necesariamente fijos a la tierra si
no eran sus propietarios. Pero el quid a fines del siglo XIX en Asturias
está en la inquietud que introduce la industrialización, vértigo que
subvierte cuanto toca. Armando Palacio Valdés ha advertido el efecto de una fábrica, por pequeña y aislada que esté. En su Aldea perdida, sólo
por el contacto con aquélla, Rosina, la moza “sencilla, un poco de
égloga a fuerza de timidez”, en la década de 1870s había roto el destino
de labriega asegurado por generaciones de antepasados, para terminar
convirtiéndose en prostituta de la ciudad.
¡Que no hay una sola negritud, carajo!
Así grita Wolf por tercera vez. Ahora no queda sino hacerle caso.
-¿Creen que el "Extremo Oriente", por ejemplo, forma una única cultura? ¿No, verdad?
Mi abuelo y yo intercambiamos miradas, extrañados, pues jamás se nos ocurrió plantear el asunto. Había algo genial en volver mito al subcontinente.
-Se desarrollaron dos, al menos -vuelve nuestro antropólogo.
Pues sí, cuál sorpresa considerando la complejidad topográfica africana: noroccidente, oriente y, quizá, centro-sur. Más familiares a las regiones hausa parecían los bereberes que el mundo bantú, digamos.
¿Tienen
entonces algo en común sus producciones plásticas donde quiera que se
produzcan, y se expresan con una elocuencia sin igual? Como en la
América prehispánica, ¿no?
Ni a quien sorprenda tampoco que León el granadino anduviera estos lugares.
-Conoces a alguien cerca, creo.
-Modestamente: al tal vez mayor sabio "medieval".
A lo célebre filósofo griego, cada vez más el abuelo y yo no sabemos nada. No importa, basta con caminar.
El Sostén del Cielo II o El Camino de las Lágrimas
En
todo caso el país de Pontiac, a pesar de su vida aldeana y sus campos de maíz,
comunes al conjunto de los pueblos al Este del Mississippi, estaba a una gran
distancia física y mental de las naciones cerca de las cuales crecería Taylor.
En particular, de los últimos hijos naturales de los Apalaches, los cheroquies,
que habían sido amos de los enormes territorios que caen a un lado y a otro de
esas montañas. Una nación que descendía de la gran cultura que cuatro siglos
antes de la llegada de los europeos había florecido en los campos del sudeste:
la de centros de incipiente vida urbana, con sus plazas, sus templos
ceremoniales y sus residencias para las elites, en torno de los cuales se
desgranaban las aldeas y las huertas irrigadas.
A
diferencia de la mayoría de los pueblos de Este medio norteamericano, ellos
apenas hacia mediados del siglo XVIII habían enfrentado el gran choque con los
extraños. Eran extraños absolutos, no comparables ni con los nómadas del país
fantasma, la Tierra de Sombras del Oeste, justo tras el sagrado Mississippi,
que según una leyenda descendían de la tribu que se negó a seguir los consejos
del dios fundador vuelto hombre y no conocían el cultivo de las plantas, los
secretos de los cestos o el favor de las plegarias.
Los
otros, cósmicos forasteros venían de más lejos todavía que el Galun´lati, el
confín al cual fue expulsado Uktena, el monstruo del agua, haciendo vacilar las
historias de los ancianos. Pero los cheroquies trataron con los blancos y
buscaron sacar partido de la situación, vendiéndoles los derechos de una buena
parte de sus campos. ¿Por qué no si a pesar de la constancia secular de su vida
aldeana, de sus cultos y divisiones del trabajo, igual o mejor que cualquier
otro pueblo indio se acostumbraron a los continuos e imprevisibles reacomodos
de un mundo donde la vida sedentaria se ensanchaba o estrechaba de súbito y las
migraciones eran un fenómeno estructural?
Cerca
de los años mil ochocientos no sólo cedían las tierras de Tennesse y Kentucky,
cuya administración se encargaba a Taylor padre, y sellaban pactos con los
recién llegados. Atendían a sus pastores de almas, tomaban su alfabeto para
darse una lengua escrita, hacían alianzas matrimoniales con ellos y abrían
espacios para la plena propiedad privada que, en unos cuantos radicales casos,
permitían crear estancias trabajadas por esclavos negros.
¿Había
pecado en ello? ¿Olvidarían de ese modo que todo comenzó cuando la tierra se
desprendió de las cuerdas de cuero pendientes de los costados del cielo y las
enormes alas de un animal salido de las aguas donde la vida se había refugiado,
crearon como sin querer, del lodo, las montañas maravillosas reservadas para
ellos? ¿Renunciarían al sol concebido como mujer, al consejo de los sueños, al
parentesco con Abuelo Águila y Abuela Araña, al conocimiento de Hombre Pequeño,
capaz de transformar a los hombres en serpientes, de mover estrellas, de
atemperar la luz o los vientos?
El hecho es que menos de cien años después no
pueblan ya las ricas tierras aquéllas y no viven en pacíficos asentamientos
agrícolas, sino en la América Árida a un lado y otro del Bravo, la región más
lóbrega del País de Sombras del Oeste, y se especializan en feroces incursiones
contra los blancos.
Eso, su presencia en estos lados y su
belicosidad, quizás sorprendería al Rudo y Listo Viejo. Eso y nada más, ya que
la primera parte del exilio cheroquie el general la conoce de primera mano: lo llamaron Sendero de las lágrimas.
-Juraría que Fast recogió la historia y no encuentro nada.
Gran Conejo
avanzaba a saltos de kilómetro y el abuelo y yo solemos imitarlo aquí,
pues nuestra participación en talleres sobre el movimiento social
mexicano muestra cuan complejas, como irreductibles, son las luchas del pueblo y todo lo demás.
SIGUE, DESDE LUEGO, PUES ES CRÓNICA INTERMINABLE, JEJE. EN OTRO LADO, CLARO, QUE EL BLOG SE CANSA POR LA CARGA.