martes, 23 de noviembre de 2021

"Sería el espíritu santo y El ente colectivo" (obra en varios, ridiculísimos actos, con final harto feliz)

Me quiero, no me quiero, suicidar; mucho, poquito, nada.

¿Y el ente colectivo? Es tan complejo. Que hable por sí mismo mientras gritoneo: ¿Preparándote desde 2004 para salir con esto? Hasta a mí me decepcionas, Mal Menor jjj Bueno, viendo la chulada de partido que construiste (ora va a resultar que lo hicieron los ETs jjj

Ya no pongo selfies como foto de perfil aquí, para evitar contaminaciones a mis cercanos. Seguro fallo, a la manera de todo lo demás hoy y no ayer, cuando portaba con orgullo nombre y apellidos -ando estilo mal tango; sigamos, bandoneón-. Es un costo al cual tengo derecho si sorteo el momento sin silencios ominosos -no escucho sus vivas, público conocedor-. Otros vuelven medallas comportamientos más deleznables. Allá ellos -poquito más y escribo Pito Pérez, obra cumbre de la chabacanería.

Hace poco y como sin venir a cuento, un amigo recién adquirido me habló de cierto hombre que abandonó a la familia cuando no pudo con sus responsabilidades, para morir a solas.

Por si acaso le contesto. Estuve hasta que mis crías requirieron, acabando las licenciaturas, pues se costearían el resto de los estudios. No me les desaparecí sino al apenarme por mi nuevo papel: ser amigo de sus amigos, jeje -volvería con renovados, enloquecedores bríos cuando llegaran los nietos, por el tiempo factible-. Y este modesto departamento al cual vine a dar, pronto fue asaltado por jóvenxs del bárbaro norte conurbado, en una celebración a la hermandad, las utopías, la llana vida. 

Sí, la pandemia precipitó en el setentón ideas suicidas pues su vitalidad, producto de privilegios originarios, no tuvo ya cómo justificar la beca solapada que recibe. Seguirán ahí, con el deterioro de cincuenta cigarros diarios, si no sucede algo absurdo: que la 4T mexicana abra espacios al movimiento social. 

No puedo sobrevivir a menos que pasé el día en cama fantaseando con amores inconcebibles, y así fumando casi nada. Sino hay manera, me perdonarán los usuarios del Metro a quienes una noche suspenda el servicio -las demás muertes dan escalofríos sino se conocen los barbitúricos que apuraron Ernest Toller o Alberto Moravía (tragar cien diazepanes produce solo enfermedades feísimas, según los tumbaburros); jamás usé una pistola y cortarse las venas o colgar del techo, convendrán ustedes, son espectáculos bochornosos.

Estoy en la Última salida a Brooklyn, disculpen.

                                                Música.

                                               Película.

Aun así sigo confiando hacerle al Matusalem y no dejaré de disfrutar el más sencillo aliento. 

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No envío gritos de auxilio, pues nadie puede ayudarme. En todo caso lo hago con dirección a mí. ¿Por qué no? Si París bien valía una misa... 

-Un buen final salva la peor película -dicen en Hollywood. Como se nota, apuesto por el fracaso rotundo, jeje.

Última salida a Brooklyn parecía destinada siquiera al buen recuerdo y ni memoria hay de ella. Tatarabuela Teresa, nadie tiene idea de tu existencia. Hazme un lugarcito para que mi melodrama final me caliente.

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Quería dejar unas "memorias de mis tiempos":

Lo que digo no importa.

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Pasan la moquera y el cansancio y, cómo no, viviré mil años, esta semana, al menos. Es que cada minuto mío vale días, meses, quinquenios, de otros, tantos. Ayer, por ejemplo y solo en este país, un momento:


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¿Porqué comí ese coctel de mariscos y luego fruta cristalizada? No sospechaba que para entonces la Mal nombrada me aborrecía en Ecatepec sin motivo, pues esperé el zoom inútilmente en Xochimilco. Yo paleolítico para los celulares y ella enviándome la invitación tres minutos antes de iniciar. 

Lo olvido, aunque así perdí el último refugio, y vuelvo a Eterna 9 y su niño, quienes regresan de viaje. Él empieza a hablar con apenas ocho meses  cumplidos, porque sí, soy un chingón criando chamacos; casi tanto como con el sexo, ¿verdad, mi amor sin mácula? Siempre entre risas, expertos celebradores de la vida.

Y vuelta a la pregunta. ¿Cuánto me queda, aunque no tenga enfermedades certificadas? ¿Y a México y el mundo?

Bueno, tal vez los tres superaremos este trance sin solución a primera vista. (En mi caso para no volver a dar la cara, por vergüenza. Menos mal que me volví apodo, jeje.)

Las malas noticias sobran por donde quiera. Ayer murió a los sesenta y uno Almudena Grandes. No conozco sus obras, pero le llaman "la escritora que noveló la épica de los perdedores". Fue justo al cumplirse el año en que Alfredo nos dejó. 

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Reivindiquemos el tango.

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Este intelectual no tiene cola que le pisen y trabajó siempre para el campesinado. Pero hoy es imposible cuadrar sus cuentas. 

López Obrador lleva la primera, forzosa lenta mitad del sexenio que ganó a pulso, y acelera. Lo hecho debe estimarse, considerando el desastre heredado. Aun así los tiempos están en contra suya y falta quien continúe la obra, según parece. Porque a Hidalgo siguió ¡Morelos!; Juárez se reconoce como director de una orquesta sin igual (Ocampo, Riva Palacio, Zaragoza, Prieto, Zarco, el Nigromante... ¿continuó?) y en nuestra Revolución, incluso descontando al magonismo, hubo Zapata y Villa, y Carrillo Puerto, pongamos, no fue cualquier cosa, y debieron pasar Primo Tapia y otros para alcanzar el cardenismo que matelializaría lo conquistado en papel. ¿Dónde buscar a quienes mantengan o profundicen eso presumible legado por el iniciador? ¿En Relaciones Exteriores, la jefatura de la CdMex, Morena, entre congresistas, si para los incendios debe improvisarse a Pablo Gómez, nacido en 1946?

Aguarden, quizá mal interpreto. Pues si para el ideólogo la ruptura inició en 1968...

¿A qué se refiere, en consecuencia, la siguiente mujer, un poco demasiado polite y con todo...?

Si hasta perseguir la corrupción, pieza maestra del Presidente...

-Ya, dalo por muerto -tercia mi esquizo.

-¿Hablas de AMLO, el apunte o tu y yo?

-¡No, bruto! Vamos a la cama, ciérranos los ojos y pide a Eterna que regrese a su morada natural. Solo en sueños hay sabiduría, tolerancia, amor al prójimo y futuro digno para nuestra especie.

No entiendo qué quisiste decir al final de tu famosísimo monólogo, Hamlet: "Morir, dormir, no hay más". Pertenecías a linaje de reyes y yo, como aquélla canción también célebre aunque solo la conocimos en México, "no tengo la desgracia de no ser hombre del pueblo", jeje. 

Perdona mi ignorancia y yo la tuya.

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Me iré a otra ciudad, ya no hay duda. Y no será donde mi amita Tic, por obvias razones. Llevo casi tres años deshojando la margarita y adornándola románticamente. Está bien, pues torpezas y molicie aparte, los setenta y cuatro años forman un tono armónico, como pruebo aquí y allá en estos cuadernos que no sé de qué manera y con cual destino ordenaré.

Al país lo seguiré padeciendo, vaya donde vaya, cuando riegue la mirada. A poquitos mantendrá el ánimo, al modo de siempre. 


No, tierras "nuestras", ni cómo conocerlas.