domingo, 20 de marzo de 2022

Sin eufemismos, Europa: fue América

Vaya casualidad: toda época encuentra a quienes necesita -lo cual es un decir, pues si aquí y allá no aparecieron tal vez se debe a su inexistencia, porque posiblemente se requerían pero, oh, flaca humanidad, das a cuentagotas y entonces en lugar de los mil grandes momentos factibles, tenemos media docena, jeje.
Ya saben: urge, digamos, el último gran maestro del contrapunto para tener música occidental y, ¡zas!, ahí está J. S. Bach. Claro, pertenecía a una familia sin comparación en número, entre esas que fueron formándose desde, ¡increíble!, el cinquecento -Ahí está el detalle, diría mi Padre nuestro llamado Cantinflas- y antes -cierto, no aparecen de la nada-.
Hubo en ella alrededor de treinta y cinco compositores famosos, cuya primera semilla, según el propio Johann Sebastian, al parecer fue Hans, padre, quizás, de Veit, quien hacia 1561 vivía en Wechmar, Turingia, provincia para 1485 pasada a la rama dinástica que con el tiempo pariría Sajonia -o algo así, jeje- y consecuentemente pertenecía al Sacro Imperio Romano heredado por Carlos V o I de España.
Carámbolas, vamos azar tras azar en nuestra búsqueda cuyo origen es el Renacimiento Italiano. Su inicio lo fijan Leonardo, Rafael y Miguel Ángel. Si bien el primero vio la luz en 1452 y era sin duda un genio, despliega sus talentos pasando a Milán (1491) y sobre todo a Roma (1513), donde se encuentra con los otros dos prodigios.
¿He de recordarles que para entonces un cosmógrafo alemán lanzó la bomba: las tierras halladas por Colón son un continente? Amparándolo a él y a su publicitadísimo planisferio, comerciantes y banqueros como Jacobo Fugger, al cual este siglo XXI sigue conociendo como el hombre más rico de la historia. Metales preciosos y materias primas en cantidad infinita ruedan por el imaginario y los bolsillos entre la cristiandad latina súbitamente escindida por Lutero, cuyos adelantados allí empiezan a dilapidar seres humanos y recursos naturales como auténticos Satanases.
¿Dije Lutero? ¡Repámpanos, todo checa! La Santa Iglesia se parte de una vez y para siempre, al mismo tiempo que los Mefistos redivivos hacen su obra y Vespucio y Magallanes dan pleno sentido a la Era de los Descubrimientos y Tomás Moro concibe su Utopía y a bofetedas Erasmo abre puertas al pensamiento moderno y la imprenta hace sentido no en Italia, como podía esperarse, sino por Castilla y Aragón y gracias a nuevas, envilecidas novelas de caballería que democratizan la lectura, y puede comenzar a hablarse de España, Francia, Inglaterra, próximos primeros Estados Nacionales.
Todo en pocas décadas que ven surgir a Copérnico, Kepler, Paracelso y, entonces, al Método Científico.
En efecto, Europa, tuviste a Hans y Veit, más no fuiste Johann Sebastian hasta que el desconcertado Colón se sacó la lotería.