jueves, 10 de marzo de 2022

Sonatas. Amiga

Dizque ya no soy un ágrafo funcional. En esta nota babeo, jeje. 

-Sonatas -dije a la Tic escuchando a este hombre.


-Toda composición lo es si sigue ciertos caminos -contestó y viendo que no entendía fue a su teclado.

Los dedos marcaron unos cuantos compases así y asá y puse cara de ¡Ya lo tengo!

También ella rió, entonces, hace catorce años. 

Hoy le recordé la escena y repitió el juego en el piano. 

-¿Soñabas con tener uno? -pregunto por ocio y me imita guardando silencio. Ociosamente, que de eso se trata: escuchar a quien teclea y al mar, el viento, los cuerpos, cabezas incluidas, jeje. 

En su barrio y mi privada nos creen cultos. Si supieran cuánto de accidente tienen nuestros conocimientos.

Medianoche. Alrededor, allí y aquí, duermen o escuchan con agradecimiento o respeto.

-0-

Eso lo escribí cuando iniciaba la pandemia y con mi amita podía seguir nuestra diaria costumbre -sobran aclaraciones, ¿verdad?

Dos años después apareció Amiga, sonata muy distinta que, a la usual manera, mal interpreto. 

Apasionantes todas, en su caso soy pudibundo para no alterarla, pues reta al mundo con una niña de la mano en condiciones desventajosas, que sin duda superará. 

A través suyo descubro un México desconocido, aunque está a setenta kilómetros de este departamento. No es ni el Guerrero bronco ni el Bajío muerto por dentro ni nuestro Western conurbado ni ninguna otra variedad con que haya topado. Bueno, quizás se parece un poco al Jiutepec de la La Casa del Horror y..., apenas entrevisto. A ese y no al que cuarenta años atrás en CIVAC se volvió orgullo (FAT 50 años). 

Nos encontramos por casualidad, como se dice siempre y sin falta es mentira, pues sus caminos la trajeron como por una orden.

-Necesito salir de aquí con mi pequeña. Esto me ahoga -dijo al hacernos amigos virtuales gracias a dos entrañables para ambos. Lo hizo sin saber del hermoso cuarto que en la azotea hace años espera por quien lo habite. 

Se lo mostré en una foto imaginando sus días allí, rodeada del valle que me volvió niño buscando los secretos y que hoy guarda todavía éstos a montones para liberar a quien así desee. 

Los ojos se le iluminaron. Vivió en nuestra ciudad poquitos años que la magnetizaron gracias también o sobre todo a una huelga estudiantil cuyo irrupción era necesaria y los Malditos mayores ensuciaron hasta volverla irreconocible. Yo daba esperanzadas vueltas por allí siguiendo a las chamacas y chamacos con quienes estaba dispuesto a jugarme el todo que por entonces prometía ser nuestro en campamentos tras campamentos donde se reunía lo mejor del país.

Era inevitable que nos enamoramos sin importar mi edad e intensas noches virtuales prepararon su primer viaje. 

Nunca vi alguien tan dueño de sí en el encuentro de los cuerpos. Bastaron veinticuatro horas para que hasta a mi larga historia le costara trabajo seguirla empoderada.

Para su segunda visita, esta vez de una semana, la casita se volvió loca.             

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