domingo, 5 de julio de 2020

¿Importa Cervantes o Alonso Quijano? Un desesperado intento por todxs

 ¡Blog, compórtate, carajo! Mira nomás que desmadre de tipografía, jeje


"Don Quijote, con todos sus sueños sociales, es el ejemplo vivo de los deseos nobiliarios que obsesionaban a sus contemporáneos, el producto de una sociedad en la que el pastor quería ser labrador, el labrador quería ser escudero (caso Sancho), el escuderoquería ser hidalgo, el hidalgo deseaba ser caballero (caso del Quijote), el caballero quería ser señor, el señor aspiraba ser el grande y el grande remedaba la ceremonia del rey."

Eso dice el académico dos millones que interpreta
la obra imitando a quien escribe "El análisis psiquiátrico de Alonso Quijano, más conocido como Don Quijote de la Mancha..." y presta servicios en un nocosomio donde debería estar internado y para nuestra sorpresa dictamina, aplica electroshoks y, en resumen, luce, pues a eso se reducen sus pretensiones, que le garantizan una holgada existencia entre jóvenes sin empleo, viejos echados a la calle, niños marroquíes muertos al saltar mallas inconcebibles durante siglos cuya tolerancia permitió a los cristianos una vida decente y culta, mientras herederos de Sisebuto y anexas colaboran con cruzadas en que monjes arrancan infantiles ojos para engrosar alforjas aseguradas por el primer sistema financiero moderno. 

Nuestro académico aquél olvida un célebre diálogo de Teresa Panza: "—¿Veis cuanto decís, marido (...)? Pues, con todo eso, temo que este condado de mi hija ha de ser su perdición. Vos haced lo que quisiéredes, ora la hagáis duquesa o princesa, pero séos decir que no será ello con voluntad ni consentimiento mío. Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos. «Teresa» me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras ni cortapisas, ni arrequives de dones ni donas; «Cascajo» se llamó mi padre; y a mí, por ser vuestra mujer, me llaman «Teresa Panza» (que a buena razón me habían de llamar «Teresa Cascajo», pero allá van reyes do quieren leyes), y con este nombre me contento, sin que me le pongan un don encima que pese tanto, que no le pueda llevar, y no quiero dar que decir a los que me vieren andar vestida a lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán: «¡Mirad qué entonada va la pazpuerca! Ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa, y iba a misa cubierta la cabeza con la falda de la saya, en lugar de manto, y ya hoy va con verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos». Si Dios me guarda mis siete, o mis


cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto. Vos, hermano,
idos a ser gobierno o ínsulo, y entonaos a vuestro gusto, que mi hija ni yo por el siglo de mi madre que no nos hemos de mudar un paso de nuestra aldea: la mujer honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don Quijote a vuestras aventuras y dejadnos a nosotras con nuestras malas venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas; y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don que no tuvieron sus padres ni sus agüelos". 
¿Dostoievski se equivocó al encontrar en don Alonso al único personaje literario químicamente puro en bondad, sino fuera por el ridículo con que Cervantes lo viste para redondear su maravilloso propósito? ¿Entonces el Idiota vale como príncipe y no gracias a la encarnación de esa joya única y Monelle en Marcel Schowb es una putita repitiéndose generación tras generación para justo beneplácito masculino, siempre y cuando, claro, el hombre tenga prosapia, en tanto emperador o protagonista de gran novela? 
Quien respeto esforzándome en entender cuán fiel ha sido a AMLO, pareció convencerme anoche, cuando mostró qué tan acuciosamente cumple el rol. Vestía la sencilla camisa de siempre y asombraba su más o menos buena condición atendiendo a trescientas instituciones públicas. Gana espacios para los que bien conoce y son eternos desheradados, como parece creer no hay otro manera: cohabitando con mineras, consorcios televisivos y cuantos medren poco o no tanto en la democracia representativa que, ni modo, hemos de tragar hoy y quizá mañana y después. 
Los quijotescos sueños y el Príncipe Idiota quedan, pues, en libros. 
-¿Escuchas esos gritos por la tierra entera demandando poner fin a cuanto se relacione con nuestro inmundo proceso civilizatorio? -quería preguntarle. 
Tal vez habría respodido con citas de Maquiavelo.
Yo sigo con mis pobres cuadernos y el un, dos, tres por mí y todos mis compañeros, millones que, demudados, andrajosos, piden reconocimiento por vivir, ni más ni menos. Imposible hacer otra cosa si la abuela del abuelo también se llamaba Teresa.