domingo, 2 de enero de 2022

"Conclusión" de "La vejez"

“La vejez no es una conclusión necesaria de la existencia humana. (…) Un gran número de animales mueren, como las efímeras, después de reproducirse, sin pasar por un estadio degenerativo. Sin embargo, es una verdad empírica y universal que a partir de un cierto número de años el organismo humano sufre una involución. El proceso es inevitable. Al cabo de un cierto tiempo, conduce a una reducción en las actividades del individuo; muy a menudo, una disminución de las facultades mentales y un cambio de su actitud con respecto al mundo. (…)

Para que la vejez no sea una parodia ridícula de nuestra existencia, solo hay una solución, que es continuar persiguiendo fines que den sentido a nuestra vida: dedicación a individuos, comunidades, causas, trabajo social o político, intelectual, creador. Contrariamente a lo que aconsejan los moralistas, debemos desear mantener en la edad avanzada pasiones lo suficientemente fuertes como para que nos eviten volvernos sobre nosotros mismos. La vida conserva un valor siempre y cuando se lo dé a la de los demás, a través del amor, la amistad, la indignación, la compasión. Entonces sigue habiendo razones para actuar o hablar. A menudo se aconseja a las personas que preparen su vejez. Pero si se trata solo de reservar dinero, elegir el lugar en que se va a vivir la jubilación, tener aficiones, no habremos avanzado mucho cuando llegue el momento. Vale más no pensar demasiado en ella, sino vivir la vida humana lo suficientemente comprometida, lo suficientemente justificada como para seguir adhiriéndonos a ella incluso cuando se hayan perdido todas las ilusiones y se haya enfriado el ardor vital.

Estas posibilidades solo les son concedidas a un puñado de privilegiados: en los últimos años es cuando se amplía más profundamente la brecha entre ellos y la gran mayoría de los hombres. Comparándolos podremos responder a la pregunta formulada al principio de este libro: ¿Qué hay de inevitable en el declive de los individuos? ¿En qué medida es responsable la sociedad?

(…) La vejez denuncia el fracaso de toda nuestra civilización. El hombre por entero debe ser rehecho, todas las relaciones entre las personas deben recrearse si se quiere que la condición del anciano sea aceptable. Un hombre o una mujer no debería acercarse al final de su vida con las manos vacías y solitario. Si la cultura no fuera conocimiento inerte, adquirido de una vez por todas y luego olvidado, si fuera práctica y viva, si a través de ella el individuo tuviera una relación con su entorno que se lograría y renovaría a lo largo de los años, a cualquier edad sería un ciudadano activo, útil. Si no estuviera atomizado desde la infancia, cerrado y aislado entre otros átomos, si participara en una vida colectiva, tan diaria y esencial como su propia vida, nunca experimentaría el exilio. En ninguna parte, en ningún momento se han logrado tales condiciones. Los países socialistas, si se acercan un poco más que los países capitalistas, todavía están muy lejos de ellas.

En la sociedad ideal que acabo de evocar, se puede soñar con que la vejez no existiría por así decirlo. Como sucede en algunos casos privilegiados, el individuo, debilitado en secreto por la edad, pero no aparentemente disminuido, algún día sufriría de una enfermedad a la que no resistiría; moriría sin haber sufrido ninguna degradación. La edad postrera realmente se ajustaría a la definición dada por algunos ideólogos burgueses: un momento de la existencia diferente de la juventud y la madurez, pero que posee su propio equilibrio y deja abierta al individuo una amplia gama de posibilidades.

Estamos lejos de todo ello. La sociedad solo se preocupa por el individuo en la medida en que produce. Los jóvenes lo saben. Su ansiedad en el momento en que abordan la vida social es simétrica a la ansiedad de los ancianos cuando son excluidos de ella. En el intervalo, la rutina enmascara los problemas. El joven teme a esa máquina que va a atraparle, a veces intenta defenderse con adoquines; al anciano, rechazado por ella, agotado, desnudo, solo le quedan los ojos para llorar. Entre los dos gira la máquina, trituradora de hombres que se dejan triturar porque ni siquiera se imaginan poder escapar de ella. Cuando se ha entendido cuál es la condición de las personas mayores, no podemos contentarnos con exigir una política de vejez más generosa, un aumento de las pensiones, una vivienda saludable y un ocio organizado. Es todo el sistema lo que está en juego y la reivindicación solo puede ser radical: cambiar la vida”.

Simone de Beauvoir, La Vieillesse (1970), Gallimard, París, 2020, Conclusion, p. 755-761. https://es.scribd.com/document/219263011/Simone-de-Beauvoir-La-Vejez.