Empezamos ella con un ¡Igualado! y yo un ¡Perfumada!, onda Elsa Cárdenas-Pedro Infante en Cuidado con el amor, que no tuvimos, ni el cuidado ni el amor.
¿Que
me la comería si dejara? La noche de leer juntos en un genial antro, le
dije que era la primera mujer en mi vida con quien me sentía en
desventaja. No se trataba de la edad, pues otras jóvenes me
acostumbraron al descaro. De conciencia de inferioridad iba el asunto.
A cambio nos igualó la risa, el respeto por las mutuas vidas y el cariño.
Se
fue de viaje y puntual avisó, sabiendo cuánto el equilibrio de mi
cabeza necesita su presencia virtual, así nos veamos las caras a ratos.
Está
enamorada, creo, pues no hablamos del tema, y yo sigo entre el recuerdo
de la Inesperada, los suspensos con la Imprecisable y cualquier
fantasía a modo, hasta las que la involucran, sepan perdonarme, ustedes y
ella.
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Al día siguiente, dice uno cuando al escribir lo de aquí arriba llevaba cuatro horas en él, así supiera lo que no sabe el Luís
Al dizque otro día, pues, chinguiñoso me encuentro con un nuevo desatino de la mentada (jjj), que esta vez musicalizo como ella espero quisiera (deje pasar los primeros compases: no encajan ((uuummm, jjj)) hasta el sax).
La Tera, ¿de casualidad tendrá acceso a una grabadora digital, porque no encuentro la mía (pa masturbarme la hallo rapidito, pero en tratándose de trabajo jjj)
La
noche en que leímos juntos para otrxs, el antro no se le acabó hasta el
amanecer, amansando bureles cuyo trapo no rojo sino negro y arriba de
las rodillas atraía las embestidas. Cuando las cervezas en el
refrigerador desaparecieron por su largo acto de magia, se echó a dormir
sepa dónde, pues mendo -yo, para los nacos, jjj- para entonces con mi
pijama de patitos retozaba en la cama.
Ni
idea sobre el momento en que la perderé de vista, quizás el domingo
siguiente al miércoles en el cual estamos. Cuanta mujer encuentre por el
camino de aquí hasta darlas (aprovéchese si quiere, Mal nombrada,
que me puse profundo y los albures no me andan) la descubrirá, porque
nunca nada se da en maceta, de unidad en unidad, y alguna milpa la
produjo, seguro y en consecuencia vaya a calcular yo cuántas Aguamieles
que rajan la garganta circulan por ahí.
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Las
8:46 pm y no se reporta. Que el paciente se le pira, acuérdese, guarra,
porque no me va a decir que estuvo cortando margaritas... ¿o duerme, mi
Tera, para que la noche rinda según debe y no haya más ese sol por el
cual en odio vomita? Sólo acuérdese de que a los gallos les late donde
la ouija.
Su rabia y su coraje los topé en 1971 caminando por la calle, y en los años luego se convirtieron a mis ojos en rigurosas apariciones a la madrugada, una pulcata y un congal tras otro escupiendo los restos de hombres que venían por dulce y terminaban en el fondo de la taza sin revolver, pues ácidos los querían para que supieran, si me entiende usted.
Se tiraron a la basura, la rabia y el coraje aquéllos. Los de usted díganme dónde firmo que no se los lleva el viento ni hoy ni cuando siga enrebozada para convertirse en la mujer con el bastón de los años que tanto quiere y así reencarna.