¿Cómo saber cuán genuinamente amable es ese hombre nacido en una ciudad a mil kilómetros, donde hizo familia hace cuarenta años y luego se trasladó a la costa contraria para formar otra y hoy tiene pareja por el centro del país, al cual llegó mudándose de población según convenga, que me traslada vuelto chofer con jubilación, tres casas propias y vuelos comprados un año antes de usarlos, sin que lo inmute su jefa, cuya súbita elevación al cargo vuelve fracaso común, sin responsables, la costosa actividad esperándonos?
La ciudad ante nosotros multiplicó por diez sus habitantes desde mi última visita y me recibe en una pomposa terminal provinciana, accidentalmente pues bien pude llegar a otras dos, tres o más, cómo saber, tan sin chiste como cualquiera pueblerina usual, en el lío de barrios y poblaciones cuyo crecimiento las unió borrando centenarias milpas, corrales, agostaderos.
Hay tiendas, comederos, talleres levantados al ahí te va, y sucursales o franquicias de grandes cadenas que homogenizan al país con su aire respetable. Según recuerdo jamas hubo fábricas por aquí y todo es vender y comprar, con harta frecuencia en abonos que no requieren cobradores sino tarjetas y despachos para perseguir morosxs, sinónimo de ciudadanxs, a quienes se demandan solo dos actividades: pagar y votar.
-¿Qué mafias dominan la zona? -pregunto al hombre cuya preferencia electoral hasta hace poco sin duda atino (PAN), porque sin ellas (hoy prianmorenistas) no imagino cómo se mueve la economía lugareña.
Salí de casa cuatro horas atrás enamorado del Metro y cuanto topaba: paisanos, desastre urbano que vi crecer. Volveré dos inútiles después en un autobús setenta pesos más caro que el primero, aunque no tenga baño. Es el sobrecosto para disuadir a viajeros en vía directa al centro metropolitano, pues la función es parar cuantas más veces se necesite.
-¿En qué momento volvieron comby a estas madres? -pregunto vencido por el espectáculo del país pobre y cada vez más feo arquitectónicamente, con mi vejiga setentona reclame y reclame.
Neta se requieren huevos para sobrevivir este desastre. Y celular, claro, a fin de no perderse y aliviar el alma en redes sociales.
"Hallan cadáver de mujer dentro de bolsa", tras el cerro frente a mí en la dicha actividad, informan los diarios.
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Recuerdo aquello de el
producto vuela siempre que uso la etiqueta Hombre Bueno.
Pena es robar y que te cachen, dicen o decían en México. No me importa si la frase cayó en desuso entre dos tercios de paisanos cuya dignidad se juega hoy, tras tres décadas validando cuánta porquería les dieron a tragar para ascender o pretender hacerlo.
Pertenezco a la minoría que fue fiel a los principios, arrinconados por una clase emergente con tan poca dignidad como su predecesora pues usufructúa el momento y asalta cargos y oportunidades a mordidas y sin merecimientos.
Y entonces grabo videitos vistos por veinte solidarias o curiosas personas, incluso cuando sufre mi orgulloso aspecto, mientras me esfuerzo en pagar la deuda social de quien recibe un modesto sueldo, rechazando pequeñas prevendas:
-No
sé si me ayudarás a determinar cuán desquiciado estoy, qué tan poco
sirvo laboral y socialmente y cómo evoluciona mi magra salud -díjele a la Tic cuando hace unos días estuvo aquí.
El yo Hall 9000 y mi cuerpo funcionan más o menos bien todavía, supe al marcharse ella, quien entonces pudo convencerme de su ya no tan nueva oferta: jubilarme en el pueblo donde vive. Hacerlo porque lo que no se solucionará es la cuestión profesional, digamos.
En consecuencia debo desaparecer para los demás, completando el viaje final, según escribí hace mucho: Partir con dirección al primer día.
La eternidad no es quimera y así tampoco esas mujeres que encuentro durante los sueños y representan a P misma, cuyo destino, para sí y su N, prepara en el desierto.
Estar, contenido por los lugares que anduve sesenta y cinco años, repito y repito. Nada puede borrarme de ellos, aunque desaparezcan tal son hoy.
Alfredo Ríos Galeana es el hombre, creo. Aunque tiene una historia demasiado buena para representar entre nosotros a quienes al otro lado de la frontera cuatro décadas antes se simbolizaban en otro inmejorablemente resumido así: "monstruoso y banal al mismo tiempo; cualquier
periódico vespertino romano ofrece más drama vivo que la
historia de catorce años de gangsterismo" del sujeto*.
A aquél, Ríos, le dedicaron también estupendas páginas, semiolvidadas, creo**. El Estado lo produjo y se revolvió en contra suya sin liquidarlo, permitiéndole la más rocambolesca fuga ¿para animar que lo volvieran leyenda? No, seguro. Ser independiente debía pagarse a precio muy alto. Si bien quizá un toque legendario podría servir al día siguiente, según probaba ya Rafael Caro Quintero, a quien incluso mi mujer tomó por Robin Hood.
Hacer héroes a los capos produjo grandes dividendos en Chihuahua, Sinaloa y donde quiera que compusieron narcocorridos.
-Diviertándose con ellos, aprovéchenlos -pensó, al parecer, la dictadura perfecta. -Si "el PRI roba pero deja robar", también nuestros socios informales.
¿Qué modesto papel cumplió Ríos Galeana durante la Guerra Sucia, antes de liderear a los primeros secuestradores profesionalizados? ¿Y cuál su ex compañero, a quien conoció en el ejército "ciudadanizado": Manuel Díaz Escobar, "encargado de reclutar y entrenar a jóvenes de
barrios
marginados, así como militares en activo o desertores",
durante septiembre de 1968 o algo por estilo. Halcones, les llamaban ya
quienes conocían el asunto en enero o febrero de 1970.
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Enzenberger subtitula así su trabajo sobre Al Capone: "Modelo de una sociedad terrorista".
-¿Que quiso decir, Hans? -le pregunto, pues se me hizo perdedizo su Política y delito, el libro del cual forma parte aquél, y no puedo detenerme, sin tiempo, como estoy.
Responde a medias, según recuerdo: las mafias son un elemento estructural del Estado capitalista.
Luego el neoliberalismo llevará la cuestión a sus últimas consecuencias y para los académicos no hay más. Olvidan entonces nuestro periodos fundacionales, que quizá culminan con Ríos Galeana, Díaz Escobar y quienes estaban por encima de ellos.
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"El Cadillac delgeneralIgnacioAguirrecruzólosrieles delacalzada de Chapultepecyvinoa parar,haciendo rápidoesguince,acortadistancia del apeaderodeInsurgentes. Saltóde susitio,paraabrirla portezuela, el ayudante delchofer.Semovieroncon elcristal,enreflejospavonados,trozosdelluminosopaisajeurbanoen lasprimeras horasde latarde-perfilesde casas,árbolesde laavenida, azuldecielo cubiertoatrechosporcúmulosblancosy grandes (...)
Aesamisma horaesperabaRosario, bajolas enhiestas copas delacalzada delos Insurgentes,elmomentodesu citaconAguirre.Era costumbrequedurabaya desdehacía más deunmes,porlo cual, sin duda,elesplendordela siestadisponíadeRosario comodecosapropia.Paseaba elladeunlado paraotro,yla luz,persiguiéndola, la hacia integrarseenelpaisaje (...)Lostejuelosdeluz orfebreríalíquidacaíanprimeroenelrojo vivodelasombrilla;deallíresbalabanalverdepálidodeltraje,yvenían aquedar,porúltimo-encendidos,vibrátiles-,en el suelo queacababa depisarelpie (...) Un luceroseledetuvoenlafrentesegúnsetornóamirar elCadillacdeAguirre,que yaseacercaba.La sombrilla,salpicada todadeluceros análogos,hizoentoncesfondo asubellísimacabeza(...) Sonrosándola,dorándola,lairradiación luminosa volvíamásperfectoelóvalode sucara,enriquecíala sombradesuspestañas,eltrazodesuscejas,el dibujode sulabio,lafrescurade sucolor. IgnacioAguirrelacontemplóemanandoalolejosluz y hermosuray sintió un transportevital,algoimpulsivo, arrebatado, quede sucuerposecomunicóaICadillacy que el coche expresó,conbruscas sacudidas,enlaacción nerviosadelosfrenos.Porqueelchofer,que conocíaa su amo, llegóatodavelocidadhasta ellugar preciso,afinde queel autopararaallíemulandoladinámica-viril, aparatosa-del caballoqueeljineteraya enla culminaciónde lacarrera. Trepidólacarrocería,secimbraronlos ejes,rechinaronlasruedas yseahondaronenel suelo, negruzcosyolorosos, los surcosde losneumáticos.
Impacta el
momento ficcionado porque, sucediendo en la ciudad de méxico presta a
multiplicar por diez sus habitantes e ingenios, uno puede imaginarla entonces a
merced de los "padrecitos revolucionarios”, quienes por ello encuentran
hermosas parejas y determinarán la suerte del país. ¿El general pasea en ella
con rosario, mostrándole su heredad? Algo así como:
-¿Qué quieres,
amor? Pide por esa hermosa boca tuya.
En cualquier caso, nacieron entonces grandes fortunas revolucionarias, como la de Juan Andrew Almazán, desde muy
pronto establecido en la construcción y especulación con bienes raíces. Joaquín
Amaro dedicó la suya a “darse pulimento” al estilo porfiriano, rodeándose de
caballerizas y palacios. Álvaro Obregón monopolizó el comercio de garbanzo y
tomate en el noroeste. El mismo don Plutarco es un multimillonario con
colosales residencias y depósitos en el extranjero, para sí y sus familiares.
Aaron Sáez entre otras cosas gusta invertir en empresas azucareras, y Roberto
Cruz, convertido en jefe de la policía del DF, prefiere extorsionar católicos
durante la cristiada. José Gonzalo
Escobar juega al financiero, con estupendos resultados. Otros controlan la
economía de estados enteros: Saturnino Cedillo en San Luis Potosí y Abelardo L.
Rodríguez en Baja California, pongamos por caso.
El General Aguirre, que los sintetiza, digamos, no necesita de grupos criminales, quitando tal vez y eventualmente a derivaciones de las guardas blancas organizadas por hacendados, como La mano negra veracruzana, en cuyo curriculum hay veinte mil campesinos asesinados y que al parecer sirvió a Miguel Alemán para volverse sorpresivo gobernador de esa entidad.
Al explayarse creando el nuevo Estado, sótanos incluidos, desde luego, fuerzan la pregunta: ¿cómo cuarenta años después Ríos y demás son institucionales?
Regresemos a él, al cual vemos aquí durante su detención por El negro Durazo, todopoderoso jefe de la policía capitalina en los años ochenta, que parecía detestarlo por obrar al margen, cuando el verdadero negocio con giros ilegales se manejaba desde dentro de la covacha estatal y sus ligas con agencias estadounidenses.
Un bruto, dicen del Negro. Tanto, que le bastaba la crueldad para dirigir "el cuerpo más especializado dentro del aparato de inteligencia mexicana", llamado Brigada Especial. Ésta fue creada por alguien distinto, instruido, de elegantes maneras, Miguel Nazar Haro, que creó también al cuerpo policial donde Ríos Galeana encontraría su camino. Formaba parte de "la República de las Drogas", en cuyos personajes un gran periodista ve a "hombres cercanos a la locura".
Para dicho momento comienzan a proliferan ya los Caro Quintero, González Calderoni, subprocurador nacional encargado de repartir plazas a los narcos; el Kiki Camarena, agente encubierto de la DEA entre nosotros, sacrificado por exponer involuntariamente a su agencia en una trama que involucraba a los contras empleados por Nixon para combatir a la guerrilla nicaragüense y, es muy posible, involucrados en el asesinato de John F. Kennedy.
Sobre ellos se levantaría, a lo neoliberal, Gerardo García Luna y socios, sin faltar los gansters EU de hoy, según les dice Enzenberger, que aprendieron de viejos errores y "no llevan
pistola y pagan puntualmente sus impuestos".
"Hacen sus inversiones con el mismo cuidado en las importaciones que en
el tráfico de estupefacientes -continúa Hans-, lo mismo en la industria textil
que en el ramo de los juegos de azar; dominan por el terror a
un sindicato obrero con la misma eficiencia con que trabajan
en sus oficinas bursátiles, y montan tan racionalmente sus
equipos de callgirls como una representación general. Los
que tienen más éxito entre ellos ganan más que los antiguos
gángsters; las autoridades les conocen, pero muy raramente
logran probar su culpabilidad."