domingo, 19 de diciembre de 2021

Cuadernos. El no libro. I


Algo como un prólogo

De joven dejé creer a los amigos que en cualquier momento me presentaría con una novela. Luego fui puerta por puerta deshaciendo el enredo. Era tarde y corrió la especie de que la autocrítica me devoraba y al basurero o cajones bajo llave iban espléndidas o prometedoras cuartillas. Ni asomos de eso existía. El lío fue originado por centenares de hojas sueltas garabateadas desde niño, que aún conservo. 
Esto y aquello se empeñó en llevarme a las editoriales y apareció una decena de libros con distinta fortuna. Había una porción de buenas cosas allí, como en las roscas de reyes del pan de cada día donde colaba la vocación de cronista -de modo que las patronales se encontraban súbitamente mordiendo al santo niño y cargaban a paraguazos contra mí persona.
Al reunirse la pedacería tenía cierta correspondencia y en casa iba creciendo lo que al decir de Juan no pretendía narrar sino entender. Lo hacía gracias al prodigioso don de las palabras. Persiguiéndose unas a otras sin un continente yo capaz de apresarlas, revelaban el mundo a mi alrededor. 
Hoy éstas y aquéllas gritan por un lugar a propósito, no importa si las atestiguan o tiran a locas.
Juan contempla y echa lazos. Le tiene sin cuidado si el asunto termina con pastas y lomo. Lo que vale es nuestro paseo por la Calzada de los Misterios*.
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A los treinta años dos amigos, padre e hijo, me lanzaron desnudo al ruedo encargándome el suplemento de un diario nacional. Para hacer las diez páginas semanales no me quedó sino cronicar mis días: bailes, idas al cine, paseos con los hijos. Era genial y así estime cuánto partido podía sacársele a textos más o menos breves, que no respetaban las reglas. Sigo aquí ese camino desde 2006 para hallar una salida: blogs o cuadernos, según los llamo. Están hechos con viñetas, crónicas, diarios, que saltan de tiempo y espacio y tratan temas históricos, sociales, personales.
Hago ahora una selección para que no queden inéditos a pesar de los y las lectoras cuyas visitas durante una época se contaron por miles aprovechando el extraordinario eco virtual.
Es una probada que remite a los propios  Cuadernos. Para ver el todo de donde sale esto, pique el link**.      
*La Calzada existe. Esta al norte dentro del valle principal en nuestro gigantón urbano y fue levantada sobre una que por ese rumbo unía a Tenochtitlan con tierra firme.
**Hay también videitos en youtube, donde agrego lo que sería engorroso volver letra.   
 

I

Red de agujeros

A pie por el camino mi compadre Agustín y yo no nos cansamos de dar gracias a la fragancia de la hierba alta, jugosa, en la que pareciera no caber un tallo más, y a sus verdes suaves por el sol, siempre padre y aquí en un papel distinto a los muchos que decidió y no hacer en nuestro gigantón urbano. Padre sol y madre tierra, sabemos ahora, envueltos por ella y su prodigalidad. ¿O los géneros deben intercambiarse entre ellos, pienso recordando una milenaria leyenda de las naciones muy al norte de estos lugares, donde la luna, por ejemplo, era la tea de un celoso amante?
Deberíamos preguntar a los campesinos y campesinas que rinden el diario culto a las prodigiosas matas alrededor, divinos regalos entregados casi cinco siglos atrás a sus conquistadores, y se nos hurtan a la mirada por sus ocupaciones o deliberadamente, como el pueblo sombra que se me descubrió una mañana en una colonia de posesionarios y luego gracias al abuelo.
Todo enamora a nuestros ojos de ciudad: el contraste entre la vegetación y el rabiar azul del cielo, la franja arcillosa que serpentea frente a nosotros, el apenas perceptible reptar o trepar de pequeñísimos seres y esa terca soledad aparente que a lo repentino se viene abajo.
“-¡Bájense todos, hijos de la chingada!" –grita a los ochenta hombres en un camión de redilas “un señor grandote” que carga “un radio” -Bótense al suelo porque se van a morir.”
Ya está: el compadre y yo llegamos al momento que nos trajo hasta aquí.
Aguas Blancas se llama el paraje y no habría razón para la presencia de policías en tal número, apostados entre la maleza y tras sus camionetas, de no ser el castigo ejemplar que se aplica a miembros de la Organización Campesina del Sur.
“-Nos espantamos, pero yo no creía que nos iban a matar -–contará luego uno de ellos. Y otros:
“-Sentí que nos estaban cazando....
“-...me tiré al suelo... Oía los quejidos de las personas que estaban matando...
“-Me sentí mal al ver como nos habían trozado aquí de la cintura al compañero.
“-Cuando estaba ahí debajo del camión, pues yo sentía algo caliente que me caía aquí arriba, así, pero yo no creía de que fuera sangre. Y cuando ya nos sacaron de ahí ya vi que había muchos más regados así, alrededor del camión y adentro también.” (1)
Las con justicia llamadas fuerzas del orden dan el tiro de gracia a los diecisiete caídos, y la cámara de video que llevan corta mientras recomponen el escenario: los machetes de los campesinos asesinados se retiran para colocar rifles y pistolas en sus manos o cerca de ellas.
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El título del cuaderno tardó en recordar un poema escrito recién terminada la conquista de estos y otros pueblos por hombres que de la noche a la mañana surgieron de la nada: “Y nos dejaban por herencia una red de agujeros”(*).
¿Por qué inicio allí el acercamiento a la historia de nuestras tierras, cuya transformación en México no estaba completada cuando yo crecía durante los años 1950? Tal vez hay una o dos explicaciones más o menos plausibles, que daré luego, digamos introduciendo al humor.  
 

La Corte de Medianoche

Igualitito que en la obra cumbre del último gran poeta en lengua irlandesa, duermo plácidamente y el reclamo de una metálica voz me despierta:
-"¡Eh, tu, vago, ¿qué haces ahí cuando la más digna corte jamás reunida espera para juzgarte".
Claro, no estoy en el lomo de un río, a la manera del campesino en el poema, sino sobre la cama, y no es una monstruosa mujer de mirada sangriente quien amonesta, sino El Grillo, metro sesenta de altura, pecho echado pa lante y ojos de capulín.
-¡Comadre! -le digo harto contento al verlo tras casi cuarenta años.
-No te hagas baboso y jálale.
-¿Y ora?
-Que nos juntamos pa darte con todo.
-¿A mí? -alcanzo a preguntar antes de que como soñando aparezcamos en un castillo cuyas troneras echan humo fábril.
Frente a nosotros el abuelo, Filiberto, una de las muchachas que no murió en 1524, Bryan O´Donnel, la niña coja por un bombardeo, el Niño de Piedra sioux, los pequeños cuyos ojos vaciaron píos mones camino a Jerusalem; Hila, púber negra del río Níger a quien en el siglo XIII dieron como amante esclava; Derzu Uzala, cazador de los bosques siberianos chinos; Saanvi, madre que es al sur hindú hace mil años;  Pepé Llagos y Dosy nacidos en una cuenca minera casi sobre los Picos de Europa; Felícitas, Malena, el Jarocho, en gigantescas representaciones se sientan a una mesa sobre lo alto. 
En la multitud alrededor hay muchos rostros conocidos y el resto tiene un impreciso aire familiar.
Acostumbrado a los escenarios con miles de protagonistas, el abuelo no necesita forzar la voz para que se escuche a través del eco profundo en el fantástico lugar. 
-Mira -dice extendiendo la mano en un movimiento circular. -Te nos dimos, tan diversos en tiempo y espacio y tan íntimos como deseabas. Y has traicionado nuestra confianza. 
Prometo cumplir la tarea y recuerdo a Domingo embobándose con los recuerdos de una bronca toma de predios, para que repentinamente, sin venir a cuento, pensaría uno, los ojos se le fueran quién sabe a dónde y dijera: 
-Todo fue por mi papá, que vendía pájaros en el mercado y no tenía un centavo y andaba cante y cante.


1. John Merryman, La corte de medianoche

La crónica interminable

“A COMISIÓN PERMANENTE DE SEGURIDAD DE LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES GINEBRA.  AVIACIÓN FASCISTA ASESINA DIARIAMENTE MUJERES Y NIÑOS DESTRUYENDO PUEBLOS ENTEROS CON SU METRALLA PUNTO MUNDO CIVILIZADO DEBE INTERVENIR CESE TANTO CRIMEN PUNTO CASO CONTRARIO NO RESPONDO PUEDA PASAR CINCO MIL PRISIONEROS TENEMOS CÁRCELES ASTURIAS AUN CUANDO HAGO TODO LO POSIBLE ES DIFÍCIL CONTENER PUEBLO.”

Eso firmó mi abuelo Belarmino cuando entre 1936 y 1938 dirigía una pequeña república semiautónoma en lucha, más que contra la España Negra fustigada por el poeta, para detener a Hitler y Musolinni.

Murió en 1950 y cincuenta años después vino a vivir conmigo para cuidar el libro que escribía sobre aquellos asuntos. 

Hoy, cuando inicia la crisis civilizatoria que con suerte puede llevarnos a sociedades más solidarias, libres, equitativas, emprendemos juntos una aventura rumbo a pasado y presente, ayudando según nuestras fuerzas.

Iniciamos por el año 1492, que Belarmo gusta llamar del Maléfico, para saltar después según se necesite.

Colón trepa a sus carabelas, pequeñas naves casi recién nacidas entre portugueses y gracias a los marinos que andan hace mucho el Mar del Norte, y no sabe quiénes operan la obra en secreto sin darse cuenta bien a bien de sus consecuencias. 

Simplifico extraordinariamente los hechos para un mejor entendimiento, porque nada es comprensible en la cristiandad latina o Europa centro occidental sin el papado y otros grandes agentes.

Cinco exactos siglos más tarde alguien escribiría en infame tono melodramático: "En tiempos muy antiguos existió un gigante guerrero, triunfante, dominador. Un día, fatigado, se detuvo. Aturdido,

torturado, fue dado por muerto, encadenado por múltiples amos (...) Entonces, el gigante fraguó su plan: recuperar sus fuerzas (...) y partir hacia la conquista del mundo (...) El gigante era Europa..."*

-¿De qué hablas, buey? -pensé apenas leer a ese alguien que pronto codirigiría el Banco Central Europeo. -Tu guerrero nació poco a poco en los ocho siglos maniqueamente llamados medievales, y lo de gigante y dominador cuéntaselo a tu abuela, pues se echa al océano ahora porque no puede con el Islam, quien le cierra las puertas a China, esplendor de esplendores que todos procuran. Y corrieron con hartísima fortuna si pensamos en "América", continente inconcebible para ustedes

"De otra manera ni en jarras la magna obra. A cualquiera se le ocurre tomar un cálculo simplón sobre nuestra esfera terráquea. Era tres veces mayor. Neta, no por nada Portugal echó a patadas al Almirante."   

En fin, eso y bastante más se permitirá su cultura para adulterar la visión de un mundo que depredará a ritmos escalofriantes para el mismísimo Angel Caído. 

-Espera, te pongo un mapa -sigo despotricando contra Monsieur Mentira, como deberían llamarlo.

-¿Sufriste mareos? Porque esa obra cartográfica tiene como eje china y no tu continente, como empezará a suceder unas décadas tras los viajes del aventurero genovés, alias don Cristóbal.

-Menudo truco. Desde ese momento y sin faltar minuto susurran al planeta: El centro de la tierra somos nosotros.

* Jaques Atalli. 1492.

 

Grito, 2014

Noche del mexicano grito y al Barrio, como llamo a mi cuenta depurada en FB durante nueve años para no vérmelas con la parte del país que desprecio, lo pone furibundo la fecha reglamentaria y está casi vacío.
David: en Neza los cohetes son K 47
Dany:¡Vivan los hoteles de Tlalpan! Ahhh no vea…
Yo estoy alelado con la canción que buenas razones trajeron hoy.
Pregunto a la Dany en el hotel de paso en Tlalpan, si su grito no fue mera oportunidad para una de las geniales declaraciones que acostumbra:
¿La conoce, Ña?
Dany: Obvi
Itzel y yo aprovechamos para bromear:
Foto que una agradecida carnalita nos acaba de tomar
Igual que la gran mayoría de nuestra docena de cuadras, no volteamos a mirar el deprimente circo de la plaza mayor, donde el antiguo rito lo cumple un monigote al servicio del criminal proyecto poder reafirmado dos años atrás.
Entonces alguien sube esto:
¿Argelia en los 1950s?, pregunto para los demás, y para mí: ¿En verdad están cagados de miedo? Sí, de sí mismos, de lo que están preparados a hacer a la menor provocación.
Justo diez días después el país da el brutal salto en la nada que puede conducirlo a la nueva utopía.
Entre un dolor y una esperanza que no conocía, en noviembre el azar me lleva por primera vez a Cuba y encuentro la más espléndida experiencia imaginable en promoción de cultura comunitaria.
El alimento a los sueños es tal que rindo a la ¿Me perdonas?, según la llamaré pronto: la mujer de otro país por quien suspiro desde un año atrás. Lo hago al modo de un viejo en procura de una hermosísima joven imposible, se diría, y para un amor platónico que repentinamente anuncia pasar a algo más: el día siete, fin del encuentro en el cual coincidimos. Los organizadores nos premian con la música de uno de los mil geniales grupos cubanos. Intrepetan algo famoso que dice: Te perdono todo, menos el beso que me diste.
Cuando la canción acaba, ella dice la frase que termina bautizándola: 
-¿Me perdonas?
-¿Prometes? -respondo y mirándonos fijo no sabemos qué nos espera.
Entonces alguien se acerca con la noticia, falsa sabremos luego: encontraron los restos calcinados de los 43.
No hay rincón que alivie y la hermosísima me encuentra en uno de ellos.
-Anda, vamos a bailar y juntos la pena…
No escucho el final de la frase y por la mañana del seductor queda sólo el recuerdo.
La revolución y el amor son un mismo, indisoluble acto, rezan muchas justas frases, que por momentos no bastan.
Julio César Mondragón Fontes, el estudiante de Ayotzinapa cuyo cuerpo, desollado en vida, se arrojó en una calle de Iguala tras la desaparición de los 43. El grito hoy es tuyo. Te prometemos no perdonar.
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Esa viñeta decidirá a familiares y abogada de Julio César a encargarme un libro a hacer en seis semana, presentando su caso ante la corte internacional contra la tortura.
 

Siluetas

La policía agitaba sin contemplaciones la alcancía de la noche, Padre ordenaba cada mañana la muerte del hijo, las flácidas carnes de Mamá lloraban de vergüenza frente al espejo, Ella era miel pura, sonreía como una niña y me clavaba el puñal hasta la empuñadora, al compás de Los rebeldes del rock.

Tengo quince años y entro al último de los cursos preuniversitarios. En el anterior desapareció el yo que pasaba el tiempo tentando las aristas de nuestro no tan pequeño mundo escolar, en el frontón, en el recoveco al fondo del campo de futbol, los baños o cualquier espacio poco frecuentado donde me aceptaban los rudos que probaban el carácter.
En su lugar se hace presente un personaje en busca de reflectores. El éxito es rotundo y allana tanto la vida que prometo ajustarme al modelo para siempre. Aun así me toma por sorpresa el montaje de miradas y risitas nerviosas dirigido a mí desde el rincón donde durante las semanas de inicio los de primero, recién llegados al edificio, se confinan en respeto a las jerarquías.
Muchos metros de gentío me separan del juego ese que, sin embargo, hecho con todas las de la ley no tiene dudas de alcanzar su objetivo. Más temprano que tarde voltearé, hasta terminar encontrando en medio del coro a la jovencita más hermosa que he visto.
La celestina tiene clase y gran parte de culpa en la elección hecha por su ama. Sólo merced a su tolerancia hacia las torpezas con que respondo al juego, paso la prueba para encontrarme no frente a frente a la belleza esa, sino a la manera que se debe: semiescondida entre el aleteo de las súbditas.
En verdad puedo morir en el momento: se me abren las puertas a una princesa de estilo clásico. Llega a la edad de enamorarse a la manera de la gente de bien, pensando que ahí está el único hombre permitido mientras viva, con el cual compartir un idílico romance y luego un bien provisto hogar. Está eso y no otra cosa, según entiendo cuando su padre se sorprende al verme por primera vez y atinar y prevenir: el mozalbete descansa en nada y si el tiempo incumple su obra, se precisará una pequeña ayuda.
Yo ni sé ni me entretengo. La vida ha sido muchas cosas y entre otras, dolor, que no merece tratarse al paso. No decido si asomarme a través de él o alejármele a toda velocidad. Las vacaciones entre cursos antes de sacar partido de las luminarias, ha sido una mañana tras otra de espanto ante el espejo. Algo terriblemente oscuro aparecía en el rostro aquel, deformándolo. Por eso me agarro ahora a las miradas de los demás como a una droga, y la oferta de la princesita es la promesa de que todo andará bien de ahí hasta el fin.
Andará bien entre el desastre general. La frase suena gorda pero me parece justa y el título de la historia viene de ahí. Cuando mucho después descubra a un célebre director de cine, entenderé su obsesión por la música popular de estos tiempos, nacida en su país por primera vez para los jóvenes. En la pobrísima modalidad nuestra hay un matiz nada despreciable. Fuera de la docena de tonadas hechas en casa, al traducirlas las melosas letras resultan perfectas tonterías.
Aunque el premio mayor se disputa seriamente, creo que Siluetas lleva la delantera. La voz de uno de los invariables remedos de cantantes dice debatirse entre y la vida y la muerte, al descubrir tras una ventana las sombras de una amartelada pareja en la que un ridículo coro denuncia la traición. El tipo repite la historia para terminar descubriendo, ni más ni menos, que equivocó la dirección del amor de sus amores. No importa sin embargo el despropósito, pues la quejumbrosa melodía y las apasionadas palabras sueltas dan de sobra para que los escuchas pongamos el sobrante, salido de nuestras entrañas que buscan con desesperación caricias y delirios imposibles de cumplir.
Al menos entre las crecientemente gruesas clases medias, sólo las más suicidas jovencitas se atreven a prestar otra cosa que manos, bocas entrecerradas e insinuaciones de pechos o muslos. Suicidas, he dicho, y de nuevo parece un exceso y no lo es.
A mis ojos nadie lo ejemplifica mejor que la hija de la peluquera del barrio. Una mañana veo a quien fue una niñita disfrutar mi sonrojo exhibiendo, antes que un par de espléndidos pechos, una sonrisa de reto e invitación. Meses después el vecindario masculino pulula por la esquina a la cual se abre el salón de belleza, desde donde la madre de ella se asoma con un matamoscas. Al poco creo que la mujer se salió con la suya, sólo para descubrirla a punto del infarto por el fracaso en deshacerse del Rey, cuya presencia basta para alejar a los competidores. La señora da inútiles voces, la pareja se cansa de escucharla y se aleja abrazada por la cintura. Pasará un año para ver a la joven con un bulto en el vientre, todavía envalentonada, y otro para que sus alardeos se vuelvan triste mansedumbre, sentada en el escalón del negocio con la criatura y vagos vestigios de sus encantos de cometa.
Mientras, nuestras baladitas languidecen, suspiros, chorritos de miel de maple, y a miles las nudilleras, las botas, las cadenas, los bates y una que otra pistola se disputan lo mismo una fiesta que una mirada.

 

Para morir iguales
De plúmbago, sin amenazas, las nubes casi al alcance de la mano corren rápidas en el día que suda sobre el caserío, donde la sal de mar hace cuatro siglos estampa su huella. Por la vía del tren, entre un millar de paisanos en alharaca, dos costeñas maduras, firmes, desparpajadas, se regodean en los gritos:
-¡Huevo de gallina, no de granja! ¡En Espinal hay hombres, no chingaderas! -refiriéndose al hombre pequeñito, de voz aflautada que acaba de salir de prisión y encabeza la marcha: Demetrio Vallejo.
Es el sábado 12 de mayo de 1972 y cuantos hay allí llevan un mucho acunadas y otro mucho a cuestas dos o tres décadas de trabajos por Utopia, que no está en el santoral ni tiene altares en la Iglesia de Salinas Cruz, cuya torre domina la vista, ni en ninguna más del Istmo de Tehuantepec, del resto del estado de Oaxaca o donde sea en el México de tercos rezos por ella apenas Hernán Cortés terminó su obra.  A comienzos de 1959 ese par de mujeres sin duda estaba entre quienes defendían del ejército el local del sindicato ferrocarrilero, cabeza del gran esfuerzo de trabajadores y trabajadoras por deshacerse del monstruoso aparato corporativo construido para ellos.
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El otoño de 2009 en Saltillo comparto un cuarto de hotel con Alfredo Domínguez, un antiguo trabajador de la metalmecánica que lleva medio siglo organizando luchas sindicales y a quien conocí en los tiempos de aquélla marcha ferrocarrilera. Sin duda sabe cuánto lo respeto y mientras nos vestimos vuelvo a dar gracias por la oportunidad de estar de nuevo con él y su gente.
Le hablo del desbordado optimismo que vino el día anterior en la conmemoración de treinta y cinco años de la ejemplar lucha de CINSA-CIFUNSA en esta ciudad, y de las charlas con Nelly Herrera, con María, su hermana y la hermana de Isaías.
-Almirante -le digo-, esas mujeres parecen cristianas primitivas. Ni su abuela las detendrá jamás en la búsqueda de la utopía.
Sonríe de esa especial, como misteriosa manera qué tiene, y suelta una de sus geniales frases:
-Llegará un día en que los cristianos se coman a los leones.

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Según verán, visito a muchos pueblos que luchan en diferentes momentos. ¿Si se encuentran, pueden reconocerse entre sí? Tal vez debería ahora volver sobre el abuelo y los suyos, cuya historia transcurrió tras el Atlántico entre 1890, más o menos, y 1939, si bien algunos, como José Mata y la Maestra, con quienes también toparemos, seguían resistiendo en 1948.
Lo mismo haré un siglo antes con Bryan O´Donnell y sus paisanos, que pertenecieron a los antiguos clanes de Irlanda, en esa isla y tras cruzar el océano sobre "barcos cementerios" para reunirse con otros casi tan infortunados como ellos.
Y así, cuanto pueda conforme a mis limitadas fuerzas. Hombres todos, me cuesta trabajo hallar a las sin falta acudieron al llamado, todavía más decididas. 
 
El año es 1982
1982 es la fecha, dije, y me expliqué muy a medias. 
Se declara el Año Internacional de Movilización para la Imposición de Sanciones contra Sudáfrica, Israel avanza hasta el Líbano y masacra a los palestinos de Sabra y Chatila, y en Chile asesinan a Eduardo Frei, antiguo socio de Pinochet, consolidando la dictadura militar.
Elocuentemente, por dos meses Centroamérica parece pacificarse, Guatemala sufre la Masacre de Los Josefinos y papá y mamá, que volvieron a sus tierras, apenas ahora están tranquilos, pues fracasó el paródico golpe de Estado*. 
Estados Unidos detona la bomba atómica número novecientos setenta y ocho, fallece Brézhnev, asoma la Perestroika y China vive todavía los recomodos tras desaparecer Mao.
En México había una gran transformación popular en proceso, estoy seguro, y todo se desmorona con la llegada de los cleptócratas al poder. 
Dos monumentales batallas se libran simultáneamente. Devora la pequeña, inerme humanidad prendida a su pecho, escribo más adelante refiriéndome a una vecina. Subrayo el una pues tengo muchas en esa universidad donde curso varios posgrados simultáneos y dicto conferencias sin palabras, para aquéllas, para quienes por algunas horas dejan a sus hijos conmigo y para éstos.
Mis crías asisten a clases muy distintas, que ofrecen Uno, la azotea y el ritmo de la tierra cuyo pulso se revela gracias a ellas.
Puedo seguir así ambas guerras: entre Estados y clases y la que llamo el diario asesinato del deseo. Del exterior dan puntual informe mis amigos continuando cada uno a su manera el destino común. Lo demás, días y almas adentro, se narran a la vista.
A veces voy de paseo con los enanos a mostrarles nuestra ciudad en clave, que una activa década me descubrió. Cierto, ya no consigo seguir su crecimiento, perdiendo entonces fenómenos grotescos, como las nuevas colonias aspiracionales.
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No me autografío, busco entre mi vida, aseguro en los cuadernos personales, donde a ratos soy críptico. Acabo de citar uno, al referirme a la batalla por la vida cotidiana y mis crías, como llamo a los dos hijos que tuve con Ella, pues nuestras sociedades son basura obrando en el nombre del padre. Me gusta nombrarlos Él y el Nuevo. Éste nace justo ahora, en un departamento que aquél y yo volvemos a habitar aunque no registro entremedio otra dirección nuestra. 
-¿Cómo? -exclamarán ustedes. -¿De qué carajos hablas?
Hay cosas que transcurren a cielo abierto y otras andan por dentro de seres y objetos y cuesta trabajo percibirlas -pregunten sino al átomo y el universo. 
Traigo a cuento un par de viñetas para explicarme:
No hay día sin que escuche al Mr. de ida y vuelta por la Autopista 61, deteniéndose para hacer el amor a una granjera y en segundos salir por la ventana; experimentando la tercera guerra mundial en calles donde se diría no pasa nada, o rumbo a un valle que guarda a la más misteriosa mujer.
Mientras él anda sin parar, yo invariablemente a la primera obligada pregunta de los que llaman por teléfono, respondo:
-¿Qué hago? Ya sabes: duro on the road de la recámara a la sala.
 

Esta primera es clarita, ¿verdad? La segunda no tanto:
Abrí los ojos y contra el zumbido telúrico al fondo y el manchón luminoso sobre la cortina, había trinos y azul tierno, una llave peleando a lo lejos, que se convertía en Ella acercándose con rastro de noche y aromas de manzana agria, de piña fermentada, de zapote que se rompe de maduro, para aparecer, desprenderse el rebozo del cual saltaban los pájaros cantando al pie de la ventana y al fin desnuda descubrir una piel aceitosa, de aventura, satisfecha. Con la estampa mi ciudad pasada e idealmente recompuesta, lío de parques y camiones y zaguanes y vidas entrevistas, soles a montones, aquí señor, allá un perrito que se ovillaba, rematando en las fragancias, los colores y las maneras antiguas de los mercados, ajenos a las euforias, cuya esencia trasegada por lugares, cosas y atmósferas desconocidos traía Ella.
Algo así era en mi cabeza al despertar de la siesta matutina con esa mujer a quien no nombraba llegando un amanecer.
A medio vestir, mal metido entre sábanas y mantas, encontré el rastro del hijo en la pijama y su quieta forma de ocupar el espacio bajo la estridencia, la pesadez y los erráticos modos míos y de Ella, cuando estaba y ahora, como si me asomara a un pozo sin fin que recordaba cuán soberbio, torpe y tramposo era. ¿Qué sabía yo de cuanto fuera, empezando por la ausencia? ¿Y cómo habría sobrevivido sin aquella queda, generosa forma de estar que soportaba y entendía todo.
¿La complico con una tercera?
Nos congelo en imagen y traigo a Él a esa misma sillita de bebé con colgajos, donde una mañana la paz se le enturbiaba y con los ojos descubrió cómo me había marchado sentado ahí, pues tecleaba mi máquina de escribir. Flotó por primera vez desde hacía mucho, ahora tan a solas cómo puede estarse, hasta que halló una escoba barriendo, agua al chorrear, ollas cuya crepitación hablaba de mil cosas. Se volvió a posar, desazonado por el descubrimiento.
Disculpen la enredadas palabras. Confío explicarme luego. 
 
De fantasmas
Treinta años vivió en México Luís Cardoza y Aragón abrazado al árbol de su infancia, en el centro del jardín familiar de un barrio de La Antigua, Guatemala, que el exilio dejó tras una barrera infranqueable. Al regresar, el árbol había desparecido, con la calle, que era una irreconocible otra. El escritor no se levantaría jamás de una muerte que hacía vacilar en la nada los treinta años.
Para entonces Pablo Neruda había escrito muy lejos de casa:
Les contaré que en la ciudad viví
en cierta calle (...)
No se podía ir y venir,
Había tantas gentes (...)
Todo me pareció brillante (...)
y era sonoro.
Hace ya tiempo de esta calle,
hace ya tiempo que no escucho nada...
Dulce nostalgia la suya, que podía ignorar la calle impresa en sus compatriotas repartidos por el mundo tras 1973: vuelta silencio y dolor.
Más de tres décadas atrás Victor Serge se paseaba con su inseparable hijo por el bullicio de una noche en la Alameda Central de la ciudad de México, y entre la reposada, sonriente feria de familias se le venían una y otra vez las estampas del último en la serie de exilios que era su vida, y el reclamo de los rostros de los compañeros que quedaron en la Francia ocupada por la Alemania nazi.
Yo no sabía nada de Cardoza, de Neruda, de Serge, cuando en los 1950s crecía en aquella misma ciudad entre dos padres que no abrían la boca para hablar de la Guerra Civil española, sino cuando se trataba de aligerar el drama, y sin embargo estaban y no en la casita de dos pisos donde nos criaban. Mamá se afanaba cada mañana en recoger hasta la última mota de polvo en la sala, el comedor, lo que pomposamente llamábamos biblioteca. Me obsesionaba su estampa desdibujándose a lo fantasma. Era Penélope que no esperaba, repitiendo el rito para espantar sin éxito el recuerdo del viaje no de su hombre, sino de ella, suspendido casi al empezar.
Batía el trapo contra el brazo de un sillón, daba un paso, volvía sobre él, lo expurgaba de vuelta y se rendía, empezando a parpadear en mis ojos que no podían seguirla a la cuenca minera a diez mil kilómetros de distancia, para ofrecerse a cuidar los burros de los campesinos en domingo y dar gracias por las monedas con que pagar la función del único cine en veinte pueblos y villas alrededor. O para trepar a los destartalados camiones que harían la excitante ruta de los mítines en los cuales lucía la joven.
Mamá se adelantaba treinta años al Humberto Costantini que miraba por la ventana la luna mexicana, “chanta”, mentirosa, porque la de verdad no había salido de Buenos Aires, como él casi justo en el momento en que ella, mi madre, hacía las maletas para volver a la España sin Franco y ser de nuevo de carne y hueso, otra vez mitin tras mitin, para con su adolescencia refrescar al maltrecho partido en en cual se había convertido el suyo... y recibir de tarde en tarde la visita de los hijos, a quienes veladamente miraba con extrañeza: ¿de dónde habrán salido?
¿Pero qué tan sí misma era también ella, regresando sin regresar? El país que había dejado y en el cual anduvo trasterrada mucho más años que en el real, apenas y se reconocía en el de 1976. Un poco antes Alejo Carpentier discutía el lugar común nacido entre el boom de la literatura latinoamericana, que rezaba: marcharse es la mejor manera de ver el lugar de origen. Alguien revisaría luego la crítica del escritor a través de su serie de artículos La Habana vista por un turista cubano.
El alguien decía de este paseo imaginario: "Los exiliados de Carpentier habitan un ámbito atemporal -una suerte de estado de suspensión..."
Al volver, pues, mi madre se movía entre las sepulturas donde habitaba la España que recreó durante treinta y cinco de sus cincuenta y ocho años de vida, y entraba en un nuevo limbo, en el cual debía reinventarse. Tal vez también por eso, y no sólo por el extrañamiento de sus miradas, que a los hijos nos hacía vacilar sobre el suelo, mis encuentros con ella resultaban en grandes grescas. Eran de fantasma a fantasma.
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¿Observan? Hay mil cosas que no puedo contar sino buscando por debajo.
 
El Idiota  
En el escritorio leo las frases con que cercaba a mamá apenas pude convertir los berrinches en palabras:
-¡Mira! ¿Ves cómo a la mitad la calle se desploma? ¿Y aquel hombre cuyos pasos no dejan huella, ya que pisan bajo el suelo? ¿No sientes ese temblor perpetuo, nuestro nadar sobre la tierra?
¿Qué dirías de verme en este lugar, ma, donde un par de años atrás lloré de alegría apenas se marchó la mudanza? ¿Te entristecería encontrarme en un pequeño, oscuro rincón de la ciudad, del país que no entendiste nunca?
Venías de lejos y guardabas con celo el dolor que ello te producía. No te dabas cuenta de que la mujer de los elotes en la esquina había hecho un trayecto tan largo como el tuyo en tiempo y alma. Lo comprendo. Como ella, creciste convencida de que el mundo era las leguas a tu vista, tras las cuales la respiración se suspendería.
No había modo de que entendieras el acoso de mis letanías aquellas, que te postraban y así más se encendían.
-¡Ya, por Dios, déjame en paz! –tronabas contra tu proverbial paciencia, encerrándote bajo llave para rogar a no sé quién, en tu sabiduría, que velara por ese pobre hijo. Lo hacías inútilmente, claro: no había salvación para el Idiota.
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Hoy idiota resulta sinónimo de estúpido o imbécil. Antes se refería a los tontos o tontas de los pueblos.

La crónica interminable

Para lo esencial Belarmo y yo buscamos al pueblo llano y al ir al pasado nos cuesta trabajo encontrarlo. Se registran reyes, princesas, guerreros majestuosos, y nunca, como advirtió un poema*, a campesinos, simples soldados y quienes también aran y a su vez cocinan, cuidan niños, etc. y son objeto predilecto para cobrar cualquier cosa, vejándolas.

En tales circunstancias cuesta mucho dar con la negritud africana.

-¿Hay otra?

-¿Y los millones llevados lejos por el tráfico esclavo?

Seguimos entonces al León el Africano que hacia 1492, justamente, fue expulsado de Granada, la tierra donde nacieron muchos antecesores suyos. Musulmán, atravesó desiertos hasta alcanzar Tombuctú*.

Le fue así descubierta una ciudad "edénica" y solo trató con principales.

Un alto

Si voy a traerlos de aquí para allá debo cuidar que no se extravíen, lectores.

Ese hombre a quienes vemos pertenece a una familia cuyas antecesores habitaron por hasta siete siglos Al Andalus, una entidad político, cultural y religiosa que ocupa el sur de la península ibérica. Después les llamarán árabes y en realidad son bereberes, como se nombran los pueblos norafricanos convertidos al Islam cuando Mahoma hizo la más sorprendente campaña para extender su fe creando nuevas sociedades.  

-No nos sirven -dice Belarmo con coraje contemplando a León y los personajes con quienes convive. Lo hace tras el breve optimismo producto de una muchachita esclava, Hyla. Es regalo dichoso, conforme a aquél, y así ajena a los seres comunes y silvestres que pasan en sombras y eso enfurece a mí compañero quien niño vio a sus padres, abuela, hermanas, tratadas como tal. Tenía ya el encendidísimo carácter que ejemplicaré más tarde y ahora sale corriendo de allí, para no ponerme en riesgo con sus reacciones.

Ello mismo lo hace enamorarse del Negro del Victoria, que casi al mismo tiempo encontramos hacia 1900, merced a un gran escritor y marino.

La escena a continuación transcurre entre el registro de tripulantes: 

"Un negro en el alcázar de un barco británico es un ser solitario (...) 

"-¡Wait! -gritó una voz llena y retonante. Todos se detuvieron (...) Apareció una alta silueta de pie sobre la batahola.

"Descendió abriéndose camino entre la tripulación; sus pasos se encaminaron hacia la linterna del alcazar (...) Era alto, la cabeza se perdía entre la sombra que proyectaban las embarcaciones. Lució la blancura de sus dientes y de sus ojos, pero no pudo verse el rostro. Las manos grandes parecían enguantadas (...)
"El grumete, estupefacto como todos, levantó la linterna (...): era negro. Un rumor asombrado (...) corrió a lo largo de la cubierta y se perdió en la noche.
"Pero él pareció no oír nada. Se plantó en su sitio, marcando un tiempo con gesto rítmico (...) 
"El negro se mostraba sereno, frío, dominador, soberbio. Los hombres se habían aproximado y permanecían tras él en masa compacta. Pero les pasaba a todos media cabeza.
"-Soy del barco -dijo.
"Pronunciaba claramente, con dulce precisión. Los acentos profundos y brillantes de su voz recorrieron el puente sin esfuerzo. Era naturalmente desdeñoso, condescenciente, sin afectación, como hombre que (...) hubiese medido la inmensidad de la locura y tomado el partido de ser indulgente."**
-¿Te imaginas el momento, nieto? No para los demás. Me refiero a él, cósmicamente solo desde que lo apresaron, ¿dónde? 

-¿Sería yoruba, pueblo predilecto para los traficantes de hombres, mujeres y niños?

Que el África Negra se narre por sí misma en artes plásticas y música. Con los yoruba no podemos ir lejos temporalmente, dicen, si hablamos de tallas pues su material es madera. 

Busco en nuestro mejor, voluminoso libro, publicado hacia 1950 por intelectuales europeos muy prestigiosos. No avanzamos nada al compararnos con el subcontinente subsahariano, declaran.

Creían lograrlo sobre todo desde el fin de la pintura figurativista, que significo el impresionismo, el cubismo, etcétera.  

En música mis oídos no encuentran par tampoco, dispersa por mil lados: Brasil, las Antillas, esos 

fenómenos revolucionarios llamados jazz y rock.

¿Debe renunciarse, entonces, a encontrar personajes con nombre?

En cualquier caso nuestra obsesión por las Áfricas negras era producto de una injusticia histórica solo comparable a la cometida con los pueblos americanos originarios antes y después de Cortés, Pizarro y compañía. 
FALTA HAITÍ Y EL FIN DE LA ESCLAVITUD.
* Preguntas de un obrero que lee. Bertold Brecht. 
 
Mal nombrada
Empezamos ella con un ¡Igualado! y yo un ¡Perfumada!, onda Elsa Cárdenas-Pedro Infante en Cuidado con el amor, que no tuvimos, ni el cuidado ni el amor.
¿Que me la comería si dejara? La noche de leer juntos en un genial antro, le dije que era la primera mujer en mi vida con quien me sentía en desventaja. No se trataba de la edad, pues otras jóvenes me acostumbraron al descaro. De conciencia de inferioridad iba el asunto.
A cambio nos igualó la risa, el respeto por las mutuas vidas y el cariño.
Se fue de viaje y puntual avisó, sabiendo cuánto el equilibrio de mi cabeza necesita su presencia virtual, así nos veamos las caras a ratos.
Está enamorada, creo, pues no hablamos del tema, y yo sigo entre el recuerdo de la Inesperada, los suspensos con la Imprecisable y cualquier fantasía a modo, hasta las que la involucran, sepan perdonarme, ustedes y ella.
De película, entonces, la cámara, el director, el staff, la mamá de ella, que la talonea (jjj), y mis nietos, venidos (párele, Tera, eh, que tienen nueve años, jjj) a apergollarse coristas de Chiquiladas, ni cómo la concentrancia, y luego el ¡Corte!, ya la chiflamos, jjj.
-0-
Al día siguiente, dice uno cuando al escribir lo de aquí arriba llevaba cuatro horas en él, así supiera lo que no sabe el Luis    
Al dizque otro día, pues, chinguiñoso me encuentro con un nuevo desatino de la mentada (jjj), que esta vez musicalizo como ella espero quisiera (deje pasar los primeros compases: no encajan ((uuummm, jjj)) hasta el sax).
Los gallos se oyen ‘cantar’/ quién mierdas dijo que eso es cantar/ oigo a los gallos el aullido místico suave de lxs perrxs/ y me emputa la sobredosis de insomnio y las cuitas de mi alegría blasfema

Corto el poema ahí, apenas comenzar, por no plagiarlo de alguna manera, pues el nombre de la Mal nombrada no es el de su cuenta en la red social. Como sea, después de leer eso no sé si me atreveré a saludarla al rato, mañana, durante el juicio final. Tenía razón: me siento en desventaja con ella, así alardee con mis juegos de palabras:

La Tera, ¿de casualidad tendrá acceso a una grabadora digital, porque no encuentro la mía (pa masturbarme la hallo rapidito, pero en tratándose de trabajo jjj) 
Mucha leidi, sí, mucha, para cualquiera, creo desde la primera vez de verla y pensar A esa no la dobla nadie, menos un hombre.  
La noche en que leímos juntos para otrxs, el antro no se le acabó hasta el amanecer, amansando bureles cuyo trapo no rojo sino negro y arriba de las rodillas atraía las embestidas. Cuando las cervezas en el refrigerador desaparecieron por su largo acto de magia, se echó a dormir sepa dónde, pues mendo -yo, para los nacos, jjj- para entonces con mi pijama de patitos retozaba en la cama. 
Ni idea sobre el momento en que la perderé de vista, quizás el domingo siguiente al miércoles en el cual estamos. Cuanta mujer encuentre por el camino de aquí hasta darlas (aprovéchese si quiere, Mal nombrada, que me puse profundo y los albures no me andan) la descubrirá, porque nunca nada se da en maceta, de unidad en unidad, y alguna milpa la produjo, seguro y en consecuencia vaya a calcular yo cuántas Aguamieles que rajan la garganta circulan por ahí.
 
Lo personal, lo colectivo y el traductor simultáneo que no tengo 
Detengo el intento de darle forma a estos cuadernos. Me refiero a todo y nada, como se observa. 
Imposible hacer que casen textos cuyas intenciones son tan diversas, transcurriendo por mil tiempos y sitios. 
Una cita creyó sacarme del atolladero:
"Para entonces la historia (...) corría de pueblo en pueblo. Todas las noches al salir la luna, los beduinos se la contaban al amor de sus hogueras, y cada vez que pensaban en Simbad creían oír el rumor de las olas en medio del desierto."*
Sobra explicar mi propósito. En todo caso, lo malogro por fuerza, aunque hasta aquí allá sido comedido. 
No me esfuerzo más. Falta solo indicar el presente social que busco.
Diciembre, 2016
Muerde el frío cuando subo al autobús y al abrir los ojos, a pesar del sol macho entrando por la ventanilla. ¿Cuánto habremos descendido en apenas cuatro horas? ¿Mil, mil quinientos metros o más?
Siento haberme perdido esa fantástica transformación del paisaje, pues no es más por ahora, que sin falta asombra cuando se deja la ciudad monstruo hacia ambas costas. Ahora son pinos y otras coníferas cuyo nombre nunca aprendí, en un rato los copales, guajes, avizaches, cazahuates, tepehuajes, que los campesinos me enseñaron a llamar, y luego llegan las selvas, así, en plural, pues hay de alturas varias, secas hacia este costado.
En momentos parecieran tierras vírgenes y sabemos que eso no existe aquí hace mil años. Es por el despoblado a orillas de la carretera hecha sin respeto alguno hacia los hombres y mujeres reunidos en rancherías, y por esa sabia forma para aprovechar laderas y quebradas que una agricultura ajena no reconoce como tal.
-¿Vamos? -preguntan al mediodía.
-Sí -respondo postergando la tarea de contar, necesariamente en deuda, que vivir toma tiempo y acumula. 
Arriba quedó la señalización que me traía historias trágicas. Esa sierra es bien conocida por mis amigas y pudo costar la vida a Digna Ochoa*. ¿Iré algún día? Hoy sus amos son Templarios -no hay casualidad en el nombre, ¿verdad, Malditos de las Cruzadas?- y a menos que para cosas suyas me lleven los compañeros, seguirá revoloteando en mi imaginación. Bien visto, no sería raro ir: de donde vengo el "Sur geografía profunda" resulta exotismo puro. Aquí se habita. Pronto yo también lo haré, para darme cuenta que mis amigas y quien reconstruyó los últimos días de Digna exageraban por conveniencia, me parece. Petatlán no es Siberia o el alto Níger.
 
Diciembre, 2016
Muerde el frío cuando subo al autobús y al abrir los ojos, a pesar del sol macho entrando por la ventanilla. ¿Cuánto habremos descendido en apenas cuatro horas? ¿Mil, mil quinientos metros o más?
Siento haberme perdido esa fantástica transformación del paisaje, pues no es más por ahora, que sin falta asombra cuando se deja la ciudad monstruo hacia ambas costas. Ahora son pinos y otras coníferas cuyo nombre nunca aprendí, en un rato los copales, guajes, avizaches, cazahuates, tepehuajes, que los campesinos me enseñaron a llamar, y luego llegan las selvas, así, en plural, pues hay de alturas varias, secas hacia este costado.
En momentos parecieran tierras vírgenes y sabemos que eso no existe aquí hace mil años. Es por el despoblado a orillas de la carretera hecha sin respeto alguno hacia los hombres y mujeres reunidos en rancherías, y por esa sabia forma para aprovechar laderas y quebradas que una agricultura ajena no reconoce como tal.
Apenas niño me obsesioné con estos lugares. Desde la azotea Felicitas los señalaba con su mirada perdiéndose lejos y cuando papá nos llevaba de vacaciones mis ojos inútilmente querían escudriñar entre el curso del río que a la carrera seguíamos en paralelo, desiertos cerros tropicales uno tras otro.
-¿Vamos? -preguntan al mediodía.
-Sí -respondo postergando la tarea de contar, por fuerza en deuda, que vivir toma tiempo y acumula. 
Arriba quedó la señalización que me traía historias trágicas. Esa sierra es bien conocida por mis amigas y pudo costar la vida a Digna Ochoa*. ¿Iré algún día? Hoy sus amos son Templarios -no hay casualidad en el nombre, ¿verdad, Malditos de las Cruzadas?- y a menos que para cosas suyas me lleven los compañeros, seguirá revoloteando en mi imaginación. Bien visto, no sería raro ir: de donde vengo el "Sur geografía profunda" resulta exotismo puro. Aquí se habita. Pronto yo también lo haré, para darme cuenta que mis amigas y quien reconstruyó los últimos días de Digna exageraban por conveniencia, me parece. Petatlán no es Siberia o el alto Níger.
*Digna fue la más terca defensora de derechos humanos. Murió en 2001 entre circunstancias que sugieren su asesinato y continúa aguardando por un juicio justo. Ver Digna Ochoa. La muerte por tan igual.  
 
La Casa del Horror 
La violencia en México toca todos los ámbitos, a veces sin que públicamente se perciba. Forma así un circo, uno solo, con muchas pistas.
Eso escribí en 2014 al creer terminado el trabajo de cinco años. Entonces llegaron las sombras entre el 26 y 27 de septiembre en Iguala, Guerrero, y la trama se exhibió brutalmente.
Por azar me encargaron hacer el libro sobre Julio César Mondragón, al cual aludí antes, y se publicaban trabajos reveladores.
“En México y América Latina hay un nuevo genocidio en curso. Estamos asistiendo a una auténtica shoah”, la “solución final” que concibió el régimen nazi e incluía los campos de exterminio, en palabras de Eugenio Raúl Zaffaroni, candidato a encabezar la Corte Interamericana de Derechos Humanos. “El capital financiero concentrado busca la instauración de la sociedad 30/70: 30 por ciento de incluidos, 70 de excluidos –cree el experto-. Los cosacos del zar ya no son necesarios para frenar el descontento social. Los nuevos poderes represivos son más insidiosos y perversos: medios masivos de comunicación-capital financiero-seguridad.”
En el proceso, un fenómeno que yo creía observar tras una charla en Jiutepec, Morelos: 
Vivimos un narco Estado, dicen; y una narco sociedad, debe agregarse simplificando. Gran parte de la población nacional sabe quiénes pertenecen al crimen organizado, calla los actos de corrupción alrededor y tal vez conoce el rostro y hasta el nombre de los secuestradores de los niños y las mujeres cuyas fotos circulan por la internet, o el de los violadores y feminicidas.
Un psicoanalista opina que sus colegas han equivocado el punto de arranque sobre los torturadores. No son seres a-sociales, dice. Entonces tampoco quien corta cabezas y demás. ¿La realidad se volvió de revés?
Poco después un mismo día aparecen dos noticias sobre el estado de Tamaulipas. En Tampico una niña de siete años es atacada por varios compañeritos. “Jugábamos a la violación”, dicen ellos. La madre denuncia y la maestra contesta: ella “tenía algo de culpa por ser la más bonita y coqueta del salón”.
Un poco al norte, en Reinosa, el gobernador tamaulipeco “inaugura calle en honor a fundador del Cártel del Golfo”.
(Para 2021 no habrá sorpresas al hablar del tema. Académicos y periodistas exhiben la largueza con que ese entidad federativa se liga al crimen organizado.)
 
2015
-Estamos cronicando. Después desátase eso loco incontrolable, responsabilidad de mi abuelo y A. 
-Te recuerdo la fecha: 20 de mayo.
-¿Año, Atrevida?
-¡B!
-Es broma, carajo.
-¿Cuándo empieza lo otro?
-Al pitonizo no le hago.
-Alburero.
-Naca. That is the question: primero hay que atestiguar la caída.
-¿De "los Malditos"?
-Y algo más, impreciso. En todo caso, recapitulemos, viendo desde ellos y desde nosotros.
Hace dos semanas asesinaron a una joven en Ciudad Universitaria, fue otra última gota que derrama el vaso y los movimientos feministas se volcaron allí. "¡Ni una más!" dice la consigna madurada en veinte años de feminicidios. Detrás, ese brutal porcentaje que descubre cuánto odía la sociedad a sus mujeres jóvenes. A sesenta por ciento llegan quienes al hacerse quinceañeras sufrieron abuso en nuestro país, y ahora se exhibe el acoso sistemático por catedráticos a alumnas en esa máxima casa de estudios donde un icónico, viejo líder soltó por radio: exagera la muchachita fulana que afirma fue violada: sin verga no hay penetración
El estado de México, donde tú vives, Atre o E, llevó a niveles demenciales lo que nos había pasmadi en Ciudad Júarez quien años atrás. Y empezó a hacerlo durante el gobierno de nuestro actual presidente.
Vives en el Oeste, E, tierra fronteriza, sin ley, sé desde que mi juventud encontró allí El santo lugar. De alguna manera lo diseñaron así desde los años cincuenta, coincidiendo con la consolidación del Grupo Atlacomulco, que acunó a Peña Nieto y otros tras desbancar internamente a Hank González, su más siniestro caudillo hasta el arribo de Carlos Salinas...
-Para, B, me vas a llevar al siglo XVI.
-¿Yo?
-No te hagas.
-Bueno, entonces vino Hernán Cortés...
-¡Ya!
Lo que quería decir es que si a fines de los ochentas pudieron desmbancar a una figura con el peso de Hank, quien no jugó a la presidencia solo por nacer extranjero, no extrañe cualquier cambio mayor en estos atlacomulcos nuevos. Si bien ambos casos salen sobrando pues ahora no se trata de un grupo sino del mismísimo PRI. 
-No entiendo nada.
-¡Me lleva la chingada, E!
-Jajaja.
-En septiembre dejé mi trabajo convencido de que esto estallaba, ¿no?
-Sí. Y ahí sigue, jajaja.
-Medio, medio, y le falta, cuando mucho, mes y días, o tal vez apenas dos semanas. 
-¿Por las elecciones en el Edomex?
-Correcto, Watson, aunque me hayas interrumpido, pues hallábame en septiembre, seguro de que babalú esta mierda, y nadie me pelaba y grité ¡Doy por límite enero! y nadie peló y vino el gasolinazo.
Aquí deberíamos pasar a la crónica propiamente dicha, con lo que escribí por ahí y no dio tiempo de desarrollar, comenzado en Ixmiquilpan.
-Ok, ok.
-Ahora, ¿porque no dio tiempo?
-¿Porque eres un huevón?
-Además de. Paré al darme cuenta que se desinfablaba la resistencia contra el aumento de los precios.
No conocía Ixmiquilpan, confesé, ¿verdad?, y fui en abril. Si bien era para otra cosa, de primerísima fuente supe: el movimiento nació un poco al azar. No había sorpresa. Afectos al PRI liderearon la primera acción, pidiendo al gobernador exigiera a los diputados cumplimiento a sus promesas. Etcétera, etcétera. 
Se demostraba lo sugerido en las derrotas electorales históricas, un año antes, en otros estados: el priismo perdía popularidad a velocidad vertiginosa. 
Detrás, lo que me condujo al optimismo en septiembre: las pugnas internas. Ahora sabemos bastante más del tema, ¿cierto, Atrevida.
-Revísese ¿qué nota?
-No recuerdo, jeje. Por otra parte está el genuino movimiento, nacido en ¿mayo? 2013, a quien visite ixmilquianamente. Ese breve viaje confirmó lo certificado en el de febrero a Guerrero: nadie echaría atrás a las fuerzas populares más sólidas, que para esta mayo 2016 formaron ¡cuatro y media auténticas APPOs! y otras cosillas nada desdeñables (setecientas mil familias cafetaleras organizadas en cooperativas; jornaleros y jornaleras de San Quintín y demás).
-¿Esto es un ensayo, un reportaje o qué madres? A la crónica no la veo por ningún lado.
-Coño, Atrevida, si apenas podemos con el paquete y quieres que haga lo correcto. 
-Pues no presumas.
-Haz de cenar, ¿no?
-Tu abuela, yo soy hija adoptiva... Mira:
"Antorcha Campesina promete ante Del Mazo no dejar ganar a Delfina Gómez
"A pesar de que su agenda para este lunes consideró sólo actos privados, el abanderado priista se reunió con alrededor de tres mil militantes de la organización Antorcha Popular en el municipio de Los Reyes La Paz." 
-Sí, ellos serán el primero grupo de choque. Al amparo suyo y para su desgracia obrará el segundo. Luego... 
-¿Para su desgracia?
-Sí, desaparacerán en ese caos, para no levantarse más. 
Un cartón sugiere que bajo el agua Peña Nieto abandona a Del Mazo. ¿De dónde lo deducen, si las contradicciones internas que conocemos no indican nada parecido a eso? ¿O sí y me pasa de noche? 
-B, concéntrate, por favor, y te vuelvo a preguntar ¿dónde esta la crónica prometida?
-Ay, E, no toques temas sensibles. Todo me permitiría conocer en vivo los sucesos. Durante estos últimos años volví a la zona lo suficiente para rehacer nuevos lazos y hoy mismo San, al conectarme con el comité ejecutivo estatal de Morena para equis cosa, dijo que entre algunos soy un pequeño mito por esos rumbos y pidió fuera a reunirme con los más viejos.
Hacia occidente acompañé hasta hace muy poco a mis hermanitas y hermanitos y en el costado oriental viven muchos y paseé también por distintos motivos. Chimalhuacán, la cuna antorchista, tampoco me es desconocida, y por todos lados andan muy activos otros que apoyan desde el Distrito Federal.
Mi edad y la extraordinaria dispersión del proceso impiden seguirlo. ¡Y no soy Jonh Reed!, jeje. El secreto parece estar en la Ley de Seguridad Interna que Peña Nieto presentó para su aprobación. El PRI tiene 203 legisladores, de 500, más 47 del Verde, y necesita mayoría calificada. Ni sumando los 108 del PAN alcanza. ¿Un nuevo Pacto por México, con PRD? Falta Nueva Alianza, claro. ¿Todos enajenarán su futuro por una arriesgada apuesta? ¿No habrá fracturas dentro del propio priísmo, según nuestras cuentas? ¿El ejército en masa valida un virtual estado de excepción?" 
Madrugada de domingo 4      
Según quienes saben, el sistema priísta funciona hasta el 49% de los votantes. En los tres estados que se disputan esperan entre 60 y 62%. Ergo, puede cumplirse lo previsible -seguro, dijimos, ¿no?-: un conflicto poselectoral en el Edomex cuando menos. 
Estoy donde debo y otra vez no hay manera de hacer la crónica.
El municipio nacional con más electores -millón y medio- fue mi casa militante y emotiva. 
En estos lados se decide el futuro hoy y quien sabe si podré seguir con esto.
Las calles tiemblan alrededor, muchas montando cerros, y veo Malditos corriendo por todos lados, tratando infructuosamente de sofocar el incendio. Hace un minuto quien muchos sospechan es violador y homicida, frente a nosotros al pasar perdió su aire respetable y entendió: Ellos saben. No importa cómo marcó la boleta electoral, si bien puede presumirse fue tricolor, como esa Suave patria que aprendí a odiar. 
Pensaron en lincharlo y aguardan hasta mañana, cuando den los resultados, fraudulentos por fuerza y esta vez inútiles, confiamos.  
Pasan tres días y recuerdo: A quien quisiera escucharme, en los últimos meses dije: en Edomex al PRI no le dan sus artimañanas usuales y empleará la violencia. Eso hizo el domingo, seleccionadamente, es municipios rurales.
A Javier* recién lo conocí y por vías virtuales. Es quien mejor ve, creo, lo que sucedió en la elección. Le pido explicarnos:  "Es un proceso epistemológico, es decir, estos cabrones se superan en la mierda que expulsan cada día. En e 2012 descubrimos que utilizaban a niños de 4 años para entrara a las casillas que corroboraran que se votara por el PRI, ahora a tres días de la elección se sabe que llegaron a comunidades con postola en mano y obligaron a la gente a entregar sus credenciales y votar por el PRI. está cabronal a mierda en la que nadan, es como goebbels, reproducen la mentira hasta que ellos mismos ya no saben elucidar entre la verdad y su pinche ficción..."*
La madrugada del jueves me agarra encorajinado:
Muy triste la sociedad mexiquense: 48% no vota y el PRI conserva su voto duro
¿La esperanzadora resistencia al gasolinazo? Duró dos días Les meteran unx a unx un palo de escoba y la gran mayoria sonreirá jjj
No defienden a sus hijas, a sí mismos de la extorsión, el robo, el asesinato, la debacle económica.
¿Que las elecciones no sirven? Son su única arma, porque lo suyo no es protestar de ninguna manera.
Y magistralmente, jeje, concluyo: AMLO y las bases de Morena, como la CNTE o las Policías Comunitarias en términos mucho más profundos, dan lo que pueden. Y eso bastará, porque los Malditos harán su parte en la destrucción del régimen.
-Cada vez más pa que te aten, B, jeje -dice E, la hija adoptiva.
-Voy hacia la camisa de fuerza y los electroshoks con la frente en alto.
*Javier Bautista, quien a sus cuarenta y pocos años moriría durante la pandemia. Un enorme abrazo desde aquí.
 
Huipiles y chacachacas 
Empecé esto por la Red de agujeros donde nací, advirtiendo que lo hacía desde un rincón al cual nombraron Guerrero, pues me negaba a reconstruir "nuestra" historia como país o Suave patria, según le llamaron durante un significativo tiempo.
Permitan explicarme con lo siguiente, al menos en parte.
En la posrevolución la prensa termina por hacerse el primer, gran medio masivo. Ya no es sólo ni siquiera preferentemente “información”, y se instala en la intimidad de la familia dictándole proyectos y conductas. 
Para cada quien hay una o más secciones y suplementos: para Ella, “la que todo se merece” a condición de permanecer en la sombra; para los chiquilines que han de aprender a seguir a pies juntillas los consejos de sus infalibles padres; para las dualidades vírgenes-prostitutas en ciernes, que son las jovencitas; para los muchachos que se prepararan a usufructuarlas, y para el multifacético Él, iniciado en todos los misterios -la política, la noche, la tecnología-, quien así confirma su reinado.
En los 1930 a la prensa se suma la feria de insinuaciones al oído en plena sala, de esa especie de alegre pariente experto en aventuras del aparato de radio. De modo que cuando la televisión llegue, el hogar llevará décadas atravesado por el mundo exterior, hacia el cual escapa o con quien construye armarios y ventanas invisibles.A la reinvención no le falta sino el otro culto a la modernidad de la “nueva ciencia para una vida mejor”, la electrónica. Gracias a ella, empujada por el prodigioso despliegue de nuestra industria y por las innovaciones de la Segunda Guerra Mundial, en los 1940 para las crecientes clases medias y para las familias obreras privilegiadas la vida se hace una contradictoria búsqueda de confort y apariencias.Algunas novedades no tienen sino virtudes, como el refrigerador, que al principio en el Distrito Federal estaba a la mano apenas de las antiguas colonias porfirianas de buen gusto, de las revolucionarias Chapultepec Heights, mexicanamente confirmadas como Las Lomas, o de las menos sofisticadas pero también boyantes Del Valle o Hipódromo Condesa. Ahora con prisas la oferta se abarata y diversifica. La excepción de la estufa de gas, que en una carrera que comienza sin ventajas en un santiamén desaparece del mercado a las de la General Eletric y demás, es también puro alivio.Otras maravillas resultan, digamos, de doble filo. Es el caso de la lavadora y la plancha “automática”, convertidas en una necesidad por las exigencias que hacen del par de mudas de antes media docena de atildados uniformes citadinos, contribuyendo al renclaustramiento del ama de casa.Y teniendo o no Chacachaca, como se conoce popularmente a la lavadora por un exitoso comercial, el detergente se vuelve asimismo una obligación, en la medida en que nadie más que él, presumiendo una espuma imposible para el jabón vil, se dice capaz de barrer con la ignominia de un rastro de mancha y colaborar a los aromas perfumados de los espacios públicos, en una sociedad que en buena medida identifica a sus estratos por el olfato.Se trata de un fenómeno ajeno al campo, que a pesar de su ya grueso aporte humano a las ciudades sigue albergando a dos tercios de la población nacional. ¿Cuánto ha cambiado entretanto, desde mediados de los1930 en que, con frecuencia deliberada, protectoramente, se regaba por cerca de 80 mil localidades con no más de 225 habitantes, 48 mil de ellas por debajo de las cien almas, a través de más de medio centenar de lenguas indígenas, cada una con varios dialectos locales.Es un mundo rural que no ha estado quieto, estallando en luchas agrarias y guerras cristeras con un claro sabor a llano, universal resentimiento campesino, y al cual el cardenismo convirtió en gran protagonista con el sueño de una nación “de ejidos y de pequeñas comunidades industriales”.Un campo de muchos rostros, por sí mismo y por las miradas que se ponen sobre él. Aquí para unos es a caballo, a mula, a pie, a barcucha, y está hecho de “terribles”, “opresivas” quebraduras, vegetaciones de “alarmante” extravagancia, aires “enrarecidos y deprimentes”, “chozas” sin chiste ni sentido común, en desorden o formando un par de “hileras miserables”, que habitan “verdaderos salvajes”. Allá para los orgullosos de despreciar la “altanería europea, y estadounidense, que mide la civilización por la altura de las casas y el bajo grado de temperatura”, al pie de un automóvil o un camión el México rural aparece como magnánima exhuberancia de colores, formas y aromas, juntas de “humildes jacales” de encantadora vista, “descendientes de los antiguos mexicanos” y de “hijos del África reunidos en una misma algarabía”, y sabias prácticas como la que lleva a una celda a los borrachos “para dar palos a un muñeco que en la pared hay pintado”, de modo de liberarse del diablo personal.En la ciudad, el muralismo, la canción ranchera, el folclorismo inducido por el Estado, los estereotipos cinematográficos, teatrales, de la carpa, la historieta, etc., le superponen rostros a esa compleja realidad. No lo hacen por mero capricho. Para el México urbano el campo es un ser omnipresente. Si lo suplanta en su imaginario es, antes que nada, porque lo sabe vivo y le teme.¿Cómo medir esta vitalidad? Podríamos mirar hacia el son, esa “gran variedad de tradiciones musicales” con la cual el país viene narrándose desde muy pronto después la Conquista y que ahora es un producto casi exclusivamente campesino. No importa si la pastelería del ballet de Bellas Artes, el cine y los compositores de la ciudad tratan de agotarlo apropiándoselo, de modo que en Veracruz no haya sino la Bamba y en Chiapas sólo marimba, atontadas y amaneradas al paso, o que el jarabe se haga primero exclusividad tapatía y luego “baile nacional por excelencia”.No importa. El son, renovado a fines del porfiriato y principios de la posrevolución,  sigue su vida y fiel a sí mismo no para de improvisar, recreando un campo inconcebible para sus tiesas representaciones citadinas. Un campo en él sensualmente juguetón y poético. El de “María Terolerolé/chocolatito con pan francés/En mi casa no lo tomo/porque no tengo con quién/Pero si usted me lo bate…”. O el de “un cuerpo” que “se aleja triste, rumbo a las olas del mar”, y “un pescador lo desviste” y “otro lo mira pasar“.Este son anda entre el aplastante mundo de seculares, dolientes murmullos, o entre la aplastante inmisericordia de la llana cotidianidad, descubiertos poco después por Rulfo y Revueltas. Pero también entre la divertida ironía del cuento de Edmundo Valadés al asomarse a una asamblea ejidal que ha demandado la presencia del supremo gobierno, a quien nadie más que ella sabe no pide permiso sino la legitimación de un hecho consumado.Son México rurales que permean a los urbanos, empezando por la gran capital, cuyo rico pueblerío no la cerca sino la constituye de siempre, y al cual decenas de miles de sirvientas, peones de la construcción y la fábrica, cargadores y jardineros llegan cada año sin romper con sus orígenes. Campos a la vez realmente rehechos por la ciudad, que mientras vivía su “revolución del hogar” los ha atravesado con presas, líneas de energía eléctrica, escuelas, carreteras.En estos mundos que se contaminan entre sí, quienes en 1930 y 1940 visitan o se asientan en la nación recién inscrita en la guía cultural del mundo, encuentran un lugar único. Su mirada se refleja bien en las crónicas de Gustav Regler, el exilado alemán: “caos fascinante”, “hechizado”, “eternamente joven” y “para siempre arcaico”, que “espanta y tranquiliza”.No es raro, pues, que dando pie sin saberlo al despectivo lugar común de más tarde, los surrealistas aficionados a México parezcan ver aquí su poesía vuelta país. Porque lo que asalta al visitante a cada paso está como hecho de la misma sustancia de los sueños.“Puede encontrarse un Ford y un poste telegráfico frente a mujeres que maceran a mano limones y piñas (...) o una palmera bajo la cual toca un fonógrafo, o un camión que se precipita a paso vertiginoso rozando la espuma del mar…”, escribe Jacques Soustelle, el antropólogo.De ahí seguro el entusiasmo y la desazón de nuestros filósofos contemporáneos buscando el alma mexicana. Porque para ellos no es simplemente cosa de darle a los huipiles en la lavadora. 
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Falta mostrar lo que con el abuelo busco hoy en nuestro continente y más allá, y lo más personalmente íntimo.
Para 2022 aquéllo da un brutal salto en la crisis civilizatoria que al fin alcanzamos. Occidente, quien desde 1492 reina sobre el planeta, desesperado reta a Oriente y no solo a Rusia, como declara, y empieza a pagar sus cinco siglos de criminal hegemonía.
Para desgracia de nuestra Corte de medianoche, Robert Fisk*, el guía al cual nos acogimos, ha muerto. Lo conocí por sus artículos sobre la invasión a Irak en 2003:
"Fue un ultraje, una obscenidad. La mano cortada en la puerta de metal, el pantano de sangre y lodo al otro lado de la carretera, los cerebros humanos dentro de un garaje, los restos incinerados y esqueléticos de una madre iraquí y sus tres hijos pequeños en su automóvil que todavía humea.
"Dos misiles de un avión estadounidense los mataron a todos: según mis cálculos, más de 20 civiles iraquíes, destrozados antes de que pudieran ser 'liberados' por la nación que destruyó sus vidas. ¿Quién se atreve, me pregunto, a llamarlo ´daño colateral´? La calle Abu Taleb estaba llena de peatones y automovilistas cuando el piloto estadounidense se acercó a través de la densa tormenta de arena que cubría el norte de Bagdad con una capa de polvo rojo y amarillo y lluvia ayer por la mañana.
"Es un barrio pobre, en su mayoría musulmanes chiítas, las mismas personas a las que los señores Bush y Blair esperan con cariño se alzarán contra el presidente Saddam Hussein, un lugar de talleres de reparación de automóviles empapados de petróleo, departamentos superpoblados y cafés baratos. Todos con los que hablé escucharon el avión. Un hombre, tan sorprendido por los cadáveres sin cabeza que acababa de ver, solo podía decir dos palabras. ´Rugido, flash´, seguía diciendo y luego cerró los ojos con tanta fuerza que los músculos se ondularon entre ellos."
 
-¿Quién nos contará en adelante sobre lo inalcanzable? -pregunta mi abuelo y responde el silencio. 
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-Es emocionante y doloroso a la vez -dice mi abuelo sabiendo que no fueron los pueblos de la cristiandad latina a quienes beneficiaron los cinco siglos, contemplando cómo en 2022 Rusia, China, India, Pakistán, Irán, Arabia Saudita... hacen morder el polvo al Imperio. 

-Falta Israel, su sionismo -agrego sin entender bien a bien un proceso que no precisamos dónde terminará y pone en riesgo al movimiento social americano, Estados Unidos incluido, cuyo impulso traía grandes, buenos augurios desde octubre de 2019. 

-Mira al sociópata Trump radiante, repitiendo sin parar: Biden es un criminal. 

-Sí. Bernie Sanders no atina qué hacer y hasta Blacks Lives Matter, con migrantes latinos cada vez más descollando en sus filas, queda obligada a replicar el discurso de los enemigos. 

-Pero Petros ganará en Colombia y luego Lula y Venezuela ya no está contra la pared y Cuba...

-Aparta de mí ese cáliz.

-La huelga general francesa sigue en terco suspenso y los laboristas británicos tampoco terminan por aterrizar su reivindicación de tres años atrás...

-A cambio México se suma... Paremos el juego, nieto, que mareados..