miércoles, 29 de diciembre de 2021

"La ira de Dios"

Les pido asomarse y nada más a dos videos y tenerlos presentes luego:



Se dice que el hombre más rico en la historia fue Jacobo Fugger. Podemos calcular cuánto significa eso recordando a los metamillonarios posmodernos, hasta rematar hoy con Jeff Bezos y Elon Musk. 

Fugger es una obsesión para nuestra Crónica interminable, cuyo año eje ubicamos sin dudas: 1492. Presumimos allí que el banquero y comerciante alemán estaba detrás de la conquista americana y ese semivaciamiento humano del África Negra a continuación. ¿A lo directo, con sus cuasi infinitos recursos invertidos en ellos? No, todo indica. Es lo que representa en una Europa a punto de transitar al mundo moderno, noción nacida tiempo después, como Renacimiento, Occidente y medioevo. 

Esa entidad cuyos orígenes están en el mesianismo judío volviéndose cristiandad latina con los Papas y Carlomagno, da entonces un cósmico, por completo inesperado salto, no importa sus grandes avances desde las Cruzadas: enorme crecimiento poblacional debido sobre todo a la roturación de bosques hasta ahí vírgenes, gracias a la vertedera que invierte el pan de tierra y los arados con rejas herradas; sistemas crediticios preludiando formas financieras; extraordinaria expansión comercial, paulatino desarrollo de auténticas universidades y el justiniano servilismo avanzando hacia su fin para desposeer por completo al campesinado.     

Según veremos, son veloces progresos que palidecen al constatar los producidos tras 1492, incluido el revolucionario quattrocento italiano de Leonardo, Miguel Ángel y muchos ilustres etcéteras, empujado por el humanismo con magníficos precursores: Dante, Bocaccio, Petrarca. 

¿Eran menores en su tiempo y siglos antes, los avances islamitas, por ejemplo, con Sa’díalShirazí, el Rubaiyat, Avicena, Maimónides, Ibn Jaldún y una larga, espléndida corte persa, judía, árabe, berebere andaluciana, mientras China no paraba de continuar un soberbio pasado?

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Los videos aquí al inicio, reuniéndose, pues solo así adquieren justa dimensión, indican y apenas eso, lo sucedido en la más desquiciante conquista jamás habida, que a una predación no comparable siquiera con la concebida por el mismísimo Ángel Caído, se da entre la demencial guerra de símbolos experimentada por los adelantados castellanos en el Cuarto Continente.

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