jueves, 28 de enero de 2021

Una nueva "Sombra del caudillo"

"La caja del violoncelo se abre de golpe: y del forro de terciopelo rojizo surge una flamante ametralladora. Al despuntar el día se descubren los cadáveres: el lechero los encuentra, en el curso de su ronda, junto a la boca de riego, el chico del ascensor en el vestíbulo del hotel, el encargado del almacén en el cobertizo entre las barricas de aceite. La más importante tienda de géneros de punto del lugar ha puesto en el escaparate un letrero, en el que se lee: `Zurcidos invisibles, y a precio módico, para los agujeros de balas de su traje´. Hacia mediodía se dejan ver las flappers: son muchachas rubio-oxigenadas con faldas increíblemente cortas, sombrerito hongo y peinadas a la garçonne. Negros Cadillac’s, fuertemente blindados, se detienen ante el restaurante de lujo, casi enfrente del Ayuntamiento, donde los asesinos dan un banquete en honor de la corporación municipal. Al tercer brindis, el fiscal recibe, de manos de un individuo sin afeitar, un reloj de bolsillo de oro. Está envuelto en un cheque. Luego todo el grupo parte para las carreras de caballos. En las tabernas de los sótanos comienzan a vibrar los pianos eléctricos. En los cuartos de baño de los inmuebles con apartamentos mana el aguardiente procedente de la caldera de destilación. En las salas de juego se reúnen los primeros huéspedes alrededor de las escupideras de oro. La crema de la sociedad baila el shimmy y el charlestón en los antros con mirilla. Mientras los camiones de los contrabandistas de alcohol, escoltados por níveos policías en moto, hacen retemblar las calles adyacentes, los verdaderos amos de la ciudad se encuentran en el boxeo. Llevan sombreros de paja y blancos borceguíes. Sus cinturones están guarnecidos de diamantes, y el pañuelito que asoma en la chaqueta, encima de la pistolera, es de una blancura deslumbrante. Casi sería una ofensa presentarles; se trata de celebridades que todo el mundo conoce: Jimmy Diamantes, Dan el Dandy, Vincent el Intrigante, Louis-dos-cañones, Jacob Dedos Grasientos, Hymie el Polaco, Quinta la Rana Saltarina, y en el centro, escoltado por doce guardaespaldas, el incomparable Al Capone, llamado Cara Cortada."

Así empieza La balada de Chicago, el más o menos breve texto con que Hans Magnus Enzensberger trata al mayor mito siglo XX, como lo llama. "El personaje histórico es indiferente: es el de un hombre extremadamente corriente, ambicioso, inteligente y antipático, cuya historia no deja entrever ningún aspecto trágico -continúa-. Carece de toda dimensión humana; es monstruoso y banal al mismo tiempo; cualquier periódico vespertino romano ofrece más drama vivo que la historia de catorce años de gangsterismo que aquí se relatará. A pesar de sus recargadas tintas es, en el fondo, una historia aburrida. Precisamente esto la hace instructiva. El atractivo sensacionalista con que se suele aderezar indica su ambigüedad. Este doble sentido lo comparte con todos los mitos modernos."

La balada contribuye al desnudo que este insustituible intelectual alemán post II Gran Guerra hace sobre los cárteles como herramienta necesaria para el capitalismo. Si bien quizá le importa más la cosmogonía del siglo XX, sus personajes legendarios, cuya pobreza da grima y ni siquiera precisa a Hollywood, fábrica de sueños por antonomasia, donde luego convertirán, pongamos, al Bugsy Seagal que al crear Las Vegas muestra al futuro, o parece hacerlo, cuál es el verdadero ardid en aquélla materia, con uniforme Warren Beatty. 

Alguien dice que Martín Luis Guzmán se guía por el príncipe aristotélico para darle forma al personaje central de La sombra del caudillo. 

-Vaya estupidez -podría pensarse, pues el escritor mexicano no busca a quien rendir culto, sino todo lo contrario.

En cualquier caso nuestro paisano dibuja a un general posrevolucionario de apreciables atributos corporales. Seguramente atina, aunque el movimiento armado no se hizo a lo Alejandro Magno o Sigfrido o siquiera Roldán:

"Le rompe el yelmo y los brillantes carbunclos, le parte la cabeza y la cabellera, la hunde en los ojos, en la cara y en la blanca loriga de menuda malla y por todo el cuerpo hasta la horcajadura. La hinca en la silla recubierta de panes de oro y la espada se detiene en el caballo: le parte el espinazo sin buscar las junturas y lo derriba muerto..."

A Arriaga, tan siglo XX, le basta someter al "bruto" que jadea enloquecido, ordenar suelten la carga de los cañones y no perder jamás el aplomo con mirada en alto a una parte y otra, reflexionando sin pausa ante vaya a saberse cuántas pequeñas alternativas. Claro, las campañas son largas, se duerme a cielo abierto cuando menos durante los primeros tiempos, y el pecho, los músculos, la voz, saben cómo imponerse y no tiembla para ordenar asesinatos o cometerlos, ¡durante diez años o más! 

Mi generación despreciaba a los fortachones estilo Charles Atlas.

Pasó el tiempo y vi en una taquería a stripers que la televisión celebraba. Realmente pertenecían a otra raza y no solo eran fuertes sino guapos. Triunfarían en los reality shows. ¿Por qué no, si Michael Douglas era una estrella mundial con atributos semejantes en apariencia? -quizá mide metro y medio y las cámaras lo ayuda, jeje.

Como sea, ¿él, los vulgares Jeff Bezos o Carlos Salinas llevan existencias no más exaltantes que Capone?

En TikTok encuentro a un hombre que llama mucho la atención. Vive en México y muestra su jet privado y casas no menos asombrosos que aquel castillo transportado de Inglaterra al cual me llevaron adolescente entre gigantescos jardines cuyo único objeto se nos decía era nuestro hipódromo. 

También hallo allí a una joven salida de otro mundo, pues además de bellísima laza, monta toros bravos, etcétera, en paisajes para protector de pantalla -jeje. 

Hay un universo paralelo, nos advirtió Kubrick‎ en Ojos bien abiertos.

SIGUE. ESTO, BIEN HECHO, DEBERÍA DAR PARA UN LIBRO. 

 

 

 

 

 

 

 


Giacomo Colosimo (15 de febrero de 1878 – 11 de mayo de 1920), conocido como James "Big Jim" Colosimo, fue un jefe de la mafia de Chicago que construyó un imperio criminal basado en la prostitución, el juego y el chantaje.

Comenzando como un gánster de poca monta, Colosimo fue descubierto por los concejales Michael "Hinky Dink" Kenna y John Coughlin. Trabajó para ellos primero como capitán del distrito y más tarde como su cobrador. Esto le dio a Colosimo las conexiones políticas que le ayudaron a llegar al poder como jefe mafioso.1

Imperio de la prostitución

Tenía un gran interés en las mujeres y el dinero, lo que impulsó su entusiasmo por la prostitución. En 1902, Colosimo se casó con Victoria Moresco, una madam de Chicago, y abrieron un segundo burdel. En los siguientes años, Colosimo expandiría su negocio a 200 burdeles y además abrirse paso en el juego de azar y el chantaje.1

Ayuda de Nueva York[editar]

En 1909, Colosimo estaba siendo seriamente amenazado por la banda Black Hand de Chicago. Trajo a la ciudad a su sobrino, John "The Fox" Torrio, desde Brooklyn, y le colocó como segundo al mando. Al año siguiente, Colosimo abrió un restaurante llamado "Colosimo's Cafe" en el 2126 de la calle South Wabash en Chicago. En 1919, Torrio y Colosimo abrieron un burdel en la misma calle llamado "Four Deuces". Torrio trajo a su teniente de Brooklyn, Al Capone, para trabajar ahí como barman y seguridad, permitiendo al joven Capone dar sus primeros pasos en la ciudad de Chicago.1

Traición[editar]

Cuando se impuso la ley seca en 1920, Torrio presionó para que la banda entrara en el negocio del contrabando, pero Colosimo se negó. En mayo de 1920, Colosimo se fue de la ciudad para casarse con su segunda esposa, Dale Winter (había abandonado a su primera esposa). Después de que Colosimo regresara a Chicago una semana después, Torrio le llamó y le informó sobre un cargamento que llegaría a su café. Cuando Colosimo llegó a su café para esperar la entrega, fue asesinado. La primera sospechosa del asesinato fue su nueva esposa, Dale, pero nadie fue arrestado por el crimen. Se cree ampliamente que Torrio ordenó la muerte de Colosimo para que la banda pudiese entrar en el lucrativo negocio del contrabando. Torrio habría traído a un colega de Nueva York, Frankie Yale, para matar a Colosimo. Al Capone también fue sospechoso de asesinar a Colosimo.1
Colosimo fue el primero en organizar las distintas partes del movimiento criminal de Chicago. Después de su muerte, su banda fue controlada primero por Johnny Torrio y luego por Al Capone. La banda sería conocida como la infame Chicago Outfit.