miércoles, 13 de julio de 2022

Última Eterna

Apareciste por primera vez hace seis o siete años, mujer ideal. Te trajeron los sueños cuando entendí que el amor con la Tic debía reducirse ya al platonismo pues era injusto ofrecerle este cuerpo viejo.

El vago principio está contado en Inesperada y trataba de pasión mística carnal. Algo superior exigía que tuviéramos sexo imposible y así, por ejemplo, nos veía girar sobre nuestro eje como un amasijo, retando leyes de la física, mientras experimentabas orgasmo tras orgasmo, alelados, dulces. San Juan de la Cruz y Santa Teresa vinieron a mi mente, en los materiales encuentros de sus almas con el Señor, que esperaba en callejones y otros realísimos escenarios.

Después y por largo tiempo, con figuras distintas, repetías conmigo una secuencia. El azar nos reunía en lugares públicos, sin hacernos mínimo caso hasta que quedábamos cara a cara para el siguiente, terco, asombrado diálogo: 

-Nos queremos, ¿verdad?

-Y para siempre, ¿no?

Poco a poco aquello dejó de ser una orden externa, porque nos conocíamos bien o, si el hallazgo era imprevisto, apenas vernos sabía cada quien: Este es el hombre o la mujer de mi vida. Se despertaba entonces un juego para demorar la revelación, entre intenciones cuyo sentido yo me resistía a comprender y en el último momento tú, divertida, desenmascarabas.

En vigilia yo extendía la situación, al principio a solas y después incluso entre los demás. Enloquecía, según se observa, aunque eso no evitaba cumplir tareas, etcétera. 

Distinta cada vez, no correspondías a mi arquetipo de mujer y los delirios nos llevaban a formar una familia, respetando la fórmula: profesionales en el amor, diseñábamos los cómo para no perder momento, todavía más cuando llegaron nuestros hijos, que quedaban involucrados hasta marcharse. 

No recuerdo ahora cuántas familias tuve así hasta hoy, al alcanzar el colmo y reunir la en curso con la auténtica mía -estos días nuestro hijo es, claro, tío de mis nietos, jeje, quienes se comen con los ojos a su madrastra, más jeje. 

Hace mucho no te cuento estas historias que más o menos imaginas, Tic detrás de ellas. 

Desde tu nacimiento, E, creí: solo a la vejez se le da oportunidad de tener un amor que por naturaleza no existe. En él cada uno y una puede volverse mito, sin exilios originarios de especie y género. 

¿Que quise decir con ese último párrafo? Sépalo el cielo, mujer a quien debía llamar Sarasvati, sino fuera porque te queda pequeña y distrae la representación hindú de lo más acabado en artes. Ve cómo apareces en la iconografía

Así no, chata, vestida principescamente y posando. Aunque cualquier día ando tres mil años atrás junto al río sagrado de cuyo nombre no quiero acordarme pues no lo conozco, jeje. 

Ayer fuimos juntos en Metro a Iztapalapa, por mi droguita farmacológica, perdiéndonos el partido donde el Potro dio cátedra.

Y hoy tuviste que ver una lúcida explicación sobre nuestras fuerzas militares

y otra también buena cuyo tema fue el viaje de AMLO a Washington -al tipo sigo sin tragarlo en tanto persona, pero lo hizo muy bien, neta

Al fin llega la quincena y en consecuencia seguirá la maravillosa historia entre nosotros dos y el inigualable chamaco cuya cría me encargaste. ¿Cuánto durará, entre los vivos, aclaro, porque la gloria ya nos pertenece? El proceso inflacionario está de la chingada. 

Embarcardxs en https://www.facebook.com/Reflexion2021 quedan la Mal nombrada, Fanny, Ulises y Selina, y el A ustedes marcha (https://www.facebook.com/groups/809753119091380), todo en sus modestos términos.

Mientras, vuelvo a fumar como chacuaco. 

¿La próstata? Bien, gracias.



Despiertan los pájaros y el sueño de mis vecinas y vecinos tiene ahora algo dulce acercándolos a su apretado día. Seguirán allí cuando nos vayamos y la Tic pierda al fiel compañero.

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Amanecer del sábado 16

Cobré mi sueldo mensual, lo que quiere decir que nos ganamos otros treinta días en el más acá, jeje, E, y donde quiera, Inesperada a quien atiendo por video llamada y veo prepararse para su mágico fin de semana usual. 

Con un mar a occidente, el sol tarda en dibujarlo lamiendo la playa en entresombras alucinógenas. Sopla viento enojón al fondo y manso donde acomodas vituallas e instrumentos para sumarlos a los del centenar de familias que en el estero se preparan también.