domingo, 20 de septiembre de 2020

La izquierda electoral mexicana cronicada desde su nacimiento por una interpósita persona

No sirve para citas académicas, jeje, pues soy apenas un compañero de viaje de los nombrados. 

Nunca fui filozapatista y reconozco: sin el levantamiento del EZ en los noventa habríamos muerto de pena.

Seis años antes contemplé con azoro como lo encabezado por Cuahtémoc Cárdenas se volvió una plaga. Era logro de la desesperación y el aparato

priista que recordaba sus orígenes cardenistas o respondía al clientelaje posterior.

Conocía más o menos bien a la izquierda real, sus virtudes y terribles defectos, y a esa trampa para entonces llamada Ferrocarril.

Como muchos sin dónde hacer, me emocioné con las elecciones y los mítines de desusado volumen y tono y junto a ellos y ellas menté madres al Inge por no tener pantalones para llevarnos a una desastrosa confrontación.

Por burlarme fui al primer acto del PRD en una capital del interior y quedé patitieso: todo lo mejor estaba allí. Dudé hasta que meses más tarde los luego llamados Chuchos hicieron la criba aliados con el poder regional, hasta quedarse sin nada digno.

Con todo, asistí a las concentraciones prelectorales perredistas y voté amarillo. Era una forma de agitar el triste cotarro mientras Salinas sabía vender un semifalso "los llevarémos al primer mundo". 

Semi, aclaro, pues ciertamente aparecerían clases medias hechizas, con auto, ropita de marca que la revolución tecnológica volvía accesible; cuanto posmoderno electrodoméstico cabía en una casita de falsas apariencias, muros tan flacos como el papel e hijos cuyas orondas licenciaturas serían compensadas con sueldos basura.

Perseguiéndome la desgracia económica, en 1997 entré al primer gobierno de izquierda que conocía este país y para mi asombro vi producirse grandes avances traídos por el movimiento urbano popular y en materia de género y relaciones laborales.

-¡Sí pueden hacerse nada despreciables cosas! -me dije, y traté de contagiar con la idea a académicos y trabajadores independientes que conocía.

López Obrador avisó llegaría deshaciendo logros sustantivos, porque no hay asalariados, solo pobres, y odiaba la perspectiva de género como buen conservador que durante su gestión evitaría pasaran iniciativas sobre el aborto y los matrimonios de connivencia, haciendo guiños a empresarios y clases medias prósperas con Segundos Pisos cuyo absurdo le probaban los urbanistas que tenía como asesores

Verdad, parece haber intentado que las tribus partidarias desaparecieran ante un poder institucional paralelo; confrontó a los especuladores mimados por el régimen y escuchó juiciosos consejos sobre jóvenes y adultos mayores. Eso casaba con su nacionalismo revolucionario refuncionalizado, mientras en dos tercios o más el nuevo México votaba fielmente PRI-PAN y solo Guerrero y Chiapas se agregaban al DF y eran traicionados.

En 2002 un amigo me sumó a lo factible: acabar con el peor tribalismo amarillo, que frivolidades de un coequipero de Rosario Robles echó por la borda, mientras ella, gran promesa para dirigir al país, perdía jugando en ligas mayores y no tras el amor, según gustaron creer algunos.

Desde luego aboné al descontento por un desafuero en que quien menos contaba era el ya descarado en sus sueños mesíánicos.Y estuve donde miles y miles, incluidas organizaciones campesinas y sindicales, parecían dispuestos a cuanto fuera. Se pasarían los Malditos que le gritonearon por contener el enojo con un campamento extendido falsamente gracias a las instancias gubernamentales defeñas.

Luego asistí de oídas al cómo suplía con incondicionales a las organizaciones sociales y llanas ciudadanías, para darle forma al impulso surgido y sacudirse sin más al perredismo. 

Siempre por azar asistí a la primeras reuniones oficiales para formar Morena en nuestra gran capital. Seríamos ochenta y ganamos a los convocantes dos medulares puntos: congregar a la ciudad real, sin artificiosa separación DF-zona conurbada, y organización por barrios o colonias y sectorial y no en torno a distritos electorales.

En la siguiente asamblea citada nos encontramos con una presunta intermedia, a que no nos llamaron y cuyas decisiones echaron por tierra las primeras -jeje al infinito.

Continúe un poquito más por ver si por abajo podía hacerse algo. Asignado en la Miguel Hidalgo -una especie de Siberia -me topé con pequeñas, sinceras bases que de inmediato debieron someterse a quienes tenían infraestructura: locales, equipos de transporte y sonido, imprentas.

-Si tienen tele, ahí se ven -pensé copiando no al "payaso tenebroso" sino el dicho originario. 

Jamás solicité, ni por fortuna me pidieron, credencial.