jueves, 17 de septiembre de 2020

Una noche de entrevistas o "Yo no estuve en Hiroshima"

 Si el sueño murió en 1982, a nuestro monstruo le tomaría seis años más mutar. 

-"No estuviste en Hiroshima" -me dan ganas de decir, como la gran película aquélla, y tal vez fue así aunque andaba donde todo mundo, desde un rincón llamado México.

Anoche tocaron tres entrevistas:




Las dos primeras abundan en lo que sabíamos nos pasmaría al conocer a detalle. Esta última no fue sorpresa para mí pues tales y cuales circunstancias permitieron que de tanto asomara a Morena y sus antecesores desde una posición privilegiada. El periodista que reúne a los cuatro actores en diversa manera rebasados, no tiene cómo disparar debidamente, porque fiel al gremio vivió a sana personal distancia cuanto sucedía en cualquier materia.
-Hay que comprar la mejor casa posible, los hijos tendrán escuelas privadas tan caras como haya forma y por ello no arriesgaré sino lo que según el caso permita parezca decente o me involucre en cuanto callaré no importa si todos se dan cuenta, crimen organizado incluso, claro, siguiendo la máxima nacional para público uso: De no colaborar recibiré certeras balas o un tajo con cuchillo especializado en cuellos insurgentes o para safaris por África.
Perdonen que el dedo flamígero subraye a quienes quedan ocultos tras nuestro record mundial en asesinatos a informadores de la verdad, quizás también emboscados tras el prestigio como modernos Juanes y Juanas Escutias, rocambolescamente exiliados porque, cierto, pegan donde es más rentable y ganan el odio de la chiquillada mafiosa. Se llama a destapar cañerías y ellos y ellas no solo siguen permaneciendo incólumes: en chico rato pueden escribir sus nombres entre los hombres y mujeres que nos dieron patria.
Como sea, al parecer no anduve en Hiroshima y hasta estoy a punto de enrolarme con los chairos, siguiendo a Gatell y sus compañeros y compañeras, y el juicio a Lozoya si bien de la impresión de entrar en suspenso por un ataque quirúrgico a AMLO con bombas caseras.