jueves, 8 de abril de 2021

Entre el largo viaje y La Comedia Humana ¿unas Memorias de mis Tiempos?

 

El pestillo, la carretera insoportablemente recta, la manija, jala de ella. Así me digo lunes con lunes en la mañana temprana.
Ahora es noche y descubro el silencio sin elocuencia, regodeo de los demonios que conozco desde niño, cuando cierran la puerta para el privilegio del amo, yo, proclaman, y los trescientos metros cuadrados son cárcel donde certificar la nada escarbada por el filósofo a quien rindo culto(1).

Así inicia una viñeta sobre mis veinte años en la fábrica-pueblo. De poco antes escribí esto:

“Tenía veinte años y jamás permitiré que digan que es la edad más hermosa”(2), leo y levanto la cabeza golpeado por esa primera frase a la entrada de un libro. Apenas cumplí los diecisiete, el mundo giró ciento ochenta grados desde cuando a los dieciséis encontré por primera vez el gigantesco jardín en el que ahora mi mirada se pierde. Un nuevo salto en la nada, pienso sin pensar, como siempre, aferrado a una especie de presente perfecto cuyo absurdo descubre la frase?
Y enseguida, de vuelta sin saberlo:
-Hasta ayer por la mañana me sentaba a la misma hora en el mismo lugar, el cigarro en una mano y en la otra el más reciente de la docena y media de volúmenes con el cual pasear entre calles y seres semifantásticos de tan lejanos(3). Hoy no hay fuga posible, sé de alguna vaga, segura manera, luego del par de líneas que esperaba, creo.
Regreso la mirada al libro, sospecho el tiempo por venir y no importa ya, a diferencia del resto de los días, cuánto falta para que Tacho abra la cafetería donde encontraré a mis torpes iguales. A la espalda la pila de salones de clase una vez promesa y los jóvenes hombres y mujeres en quienes encontré y no la realidad desde hace mucho perseguida.

Esbocé un tercer momento a los veintitrés, antes de tomar el transbordador que aparece en Una punta de inútiles. Frente a mí ese mar cuya vastedad apabulla visto desde sus orillas, donde no puedo experimentar las furias recogidas por novelas monumentales.

"...en el preciso instante en que el barco se hundía. Las escaleras habían desaparecido, pero una enorme ola que cubría todo lo elevó hasta el puente. "Después permaneció acostado largo rato, boca abajo, aferrado a una argolla, recobrando el aliento de vez en cuando, y tragando agua salada. Sobre manos y rodillas avanzó luchando, demasiado asustado y perturbado para soñar en darse vuelta. En esa forma llegó hasta la parte de atrás de la timonera. En ese sitio, relativamente protegido, encontró al segundo oficial. El contramaestre tuvo una sorpresa muy agradable, pues había creído que todos los que estaban sobre el puente habían sido barridos hacía rato. Ansiosamente preguntó dónde se encontraba el capitán. El segundo oficial, agazapado como un pequeño animal maligno debajo de una cerca, dijo: 

"-¿El capitán? Hace rato que se lo llevaron las olas, y después de habernos metido en este lío."(4)

O:
"Las del Pequod fueron echadas al mar, igualmente, y comenzaron a bogar con rapidez. Había un total de ocho ballenas en el mar, un banco no muy numeroso, pero corriente. Las balleneras del Jungfrau, que estaban más cerca de la presa, llevaban bastante ventaja, y nuestros cazadores pronto distinguieron un cetáceo viejo, un macho jorobado que nadaba mucho más lentamente que los demás. Y lo hacía de una manera rara, torcido, y expeliendo por su parte trasera una nube de burbujas. 

"-Me temo que le duela la barriga -decía Stubb-. ¡Nunca vi tantas ventosidades salir de la popa de una ballena! 

"Pero lo que en realidad le ocurría al macho es que le faltaba la aleta de estribor, de la cual sólo se veía un muñón, por lo cual navegaba escorado y haciendo esfuerzos para no ser atrapado. Todas las lanchas rivales se precipitaron sobre la presa, no sólo por ser el mayor, sino por ser el que se encontraba más cerca y bogaba peor. Para entonces, las tres lanchas del Pequod habían rebasado a las que el alemán arriara últimamente, aunque la del mismo capitán alemán iba siempre delante. 

"-¡Perro maldito! -rugía Starbuck-. Y eso que hace un momento venía a nosotros con el cepillo de las limosnas en la mano. 

"Stubb, por su parte, gritaba: 

-¿Es que vais a dejar que os venza ese bribón? (...) "¡Duro con ese buey jorobado! -bramaba Flask.

(...)

"La ballena navegaba con la cabeza fuera del agua, lanzando por delante su surtidor atormentado y por detrás las burbujas. Derick (...) se preparó para lanzar un arpón muy largo, pero al instante, Tashtego, Queequeg y Daggoo se pusieron en pie y soltaron simultáneamente sus hierros, que fueron a clavarse en el animal. 

(...) 

"La carrera del monstruo fue breve. Se hundió ruidosamente, y los tres cabos se dispararon con tal violencia que las balleneras casi se sumergieron, con las amuras al ras del agua...  

"-¡Atención, se mueve! -gritó Starbuck, cuando los tres cabos vibraron en el aire. -¡Halad, halad, que está subiendo! 

"La ballena no tardó en subir, a dos largos de sus cazadores, y sus movimientos denotaban extremo desfallecimiento. Se le clavaron más lanzas, tratando de encontrar sus puntos vitales. Las ballenas carecen de válvulas en las venas, esas válvulas que en otros animales les permiten no desangrarse ante una herida, porque se cierran. En cambio, una ballena herida pierde sangre a ríos, a fuentes, a torrentes. Como las lanchas la rodeaban por sus tres lados y de muy cerca, se podía ver claramente toda su parte superior. Se distinguían los ojos, o al menos el lugar en que debían estar, ya que lo ocupaban una especie de protuberancias ciegas, terriblemente lastimosas. Con su aleta amputada y sus ojos ciegos hubiera infundido piedad, pero no hay piedad cuando se trata de la lucha entre un ballenero y su presa. Revolcándose, acabó por dejar ver en la parte baja de su costado un tumor descolorido, del tamaño de un azumbre. 

"-¡Dejadme que le pinche ahí! -pidió Flask. -¡Fuera, no serviría de nada! -respondió Starbuck. Pero ya Flask había pinchado con su lanza, y del tumor surgió un chorro purulento, y la ballena, que ya lanzaba sangre por su surtidor, se lanzó ciegamente sobre las embarcaciones, anegándolas con su fluido rojo y vital. Fue éste su postrer estertor."(6)

Como ven, aprovecho para animarlos a lecturas que recordaba mirando desde la arena. Y hago mal pues vuelven nada mi desvelo entonces.

-Olvida el final que procuras de un largo viaje cuyo destino era imprevisto -pensé. -Déjate ir adonde resuelva este otro océano compuesto por hombres y mujeres a quienes quisieras recoger como memoria, así no sirva para nada tu empeño.

Horas después, sobre el transbordador, una pareja ofrecerá incluirme en su circo ambulante. 

-Hubieras ido con ellos -dirá medio siglo más tarde la Inesperada.

-¿Y nuestro encuentro? 

-Qué importa.

Tenía razón, porque se trataba de andar todos los rumbos.

Hacer unas Memorias de mis Tiempos. Vaya soberbia y tontería, Guillermo Prieto. Si bien sobre ti ando.

Hoy mis delirios me llevan a buscar a Saavi, a la especie entera, en cualquier tiempo y lugar, y soy sin más un mexicano, noción que detesto y pretende volver uno lo extraordinariamente diverso. Fui compuesto desde cero y las raíces dentro mío se hicieron también en aquella fábrica-pueblo, el jardín universitario y la playa, sin tifones ni ballenas agonizando.           

 

-0-

Empecé a escribir estos cuadernos dirigiéndolos a ustedes, S y E. No los leen por la edad ni les interesarán mañana, seguro, si acaso conocen su existencia, pues nunca hablo de ellos ante ustedes y apenas nos vemos.

¿Soy un experto en renuncias? Los tuve primero de lunes a sábado incluido y luego un cada poco que fue dilatándose hasta llegar a sus siete u ocho años. Entonces no cupe más según quería, como adicto a quien dan la dosis sin restricciones. 

Hoy resultamos extraños entre nosotros pues así debe ser con cuanto se quiere sino se aspira a estropearlo. Me gustaría, desde luego, que anduvieran entre vidas hechas lejos, sugerencias de entornos carreteros y jardines y playas desaparecidos tal los vivieron otros, y países desérticos o pletóricos en humanidad y preguntas y mares con maravillosos cargamentos. Y, sobre todo, aventuras propias. Eso hacen, ¿verdad?   




F:jJf-  

1 Jean Paul Sartre.

2 Aden, Arabia, Paul Nizan.

3 La comedia humana, Honorato de Balzac.

4 Tifón, Joseph Conrad.

5 Moby Dick, Herman Melville.