lunes, 5 de abril de 2021

Quijositosis

Esto pertenece a Última función, cuaderno que hace dos años FB bloquea denunciado por quienes cuya mogigatería provinciana no permitó ver cu{anto los reivindicaba.

¿Cederé al Big Brother que quiere volvernos idiotas para gozar de una inmensa fortuna? Mi quiositosis me lo impide y usa un sencillo recurso: pasarlo a otro blog (llevo quince años en existosa pelea contigo, red maldita, jeje.)

 

"El análisis psiquiátrico de Alonso Quijano, más conocido como Don Quijote de la Mancha"(1), afirma un psicópata hablando de psicopatías -como un burro si lo hiciera de orejas-, pues se trata al manchego, ya se ve, tal si hubiera vivido, con alias y todo, a la manera de los criminales reportados por diarios -sigámos cebándonos en el tipo, español y confesional si atendemos al nosocomio donde presta servicios, o está internado, digo yo, que sufro quijotisitosis y por ello consulté a nuestro big brother tumbaburros, quien, volviendo aquí al principio, con justicia remite a las orejas y al portador de ellas, siempre que sean largas, largas, termino mi aclaración recogiendo el hilo, ese cuya punta tomo para enredarlo allí mismo, trompas de Eustaquio afuera, y es cuento de no acabar cuando habla un nacido en un lugar del Distrito Federal, México, de cuyo nombre no quiero acordarme -vaya, vaya, hasta amnesia procuro y no está confirmado que la padezca, ¿o sí, Tiburcio Angosto Saura? (uy, tal vez nos embromaron, por el primer apellido, o pobre facultativo, sus condiscípulos debieron traerlo como trapo y ahora lo imagino, paso tras paso apretando el culo).
Creerse ocurrente, como en ese párrafo, es un rasgo de mi enfermedad, y realmente comparto caraterísticas con don Alonso: vejez, soledad cósmica e hijohidalguismo que conduce a la molicie y cierta conciencia de ser alguien por estirpe -algo parecido a Tuve o tuvimos y así me corresponden derechos que el peladaje no conoce y le dan rencor y miedo. 
Dispongo de amas que me atienden y hasta hay un párroco para procurarme.
Versión moderna del buen hombre aquel, a diferencia suya me habrían mandado al psiquiátrico y sigo en casa por comodidad para los míos, quienes se despreocupan y creen incluso ando mejor que bien y venzo gigantes, perdularios y malditos -genética es genética y algo les heredé.

En resumen, estoy llocu, como dicen en tierras de mis padres, y no de atar porque nadie se atreve, que a valor supero hasta, no el Amadis, vetustísimo y mal escrito, sino al propio Che Guevara -perdoneme enlododarlo con mis dichos, hermano por quien conservo algo de razón, y conmigo todas y todos aquí, donde nos lleva la mierda y apenas un ¡ay! soltamos, y así mi mal ya no lo es tanto, que, efectivamente, uno que otro molino bato, para nada y mucho, remedo pobre del genial caballero y triste figura también, al apercibirme, y esa desgracia no la padeció él, de cuán inútil soy y cuánta derrota cargan estos huesos.
Apreciése el nivel de desequilibrio, creyéndome emular al nuevo mismísimo Quijote. Se confirma así mi proximidad al personaje novelado, enfermo de letras que él comía y yo vomito.
Para que nada falte y con personal variación, tuve mi Dulcinea, literal ensueño y no premio sino gratuito adelanto, pues para obternerlo no tenía a quienes vencer, malos, buenos o regulares, que duro dos meses y al final pudo matarme por su súbita marcha, tras la cual quedé sin saber si ahí estuvo o fue tan más invento que librar el planeta y conquistar los cielos con mi pluma -rara ella, teclada y vaya a saberse contra dónde da y deja su maravilloso producto al futuro loa, oda, reverencial conmigo, como Ella a mis pies por una eternidad, postrada, así ayúntese con otros, espurias copias del Único, yo merito.       

1. Angosto Saura, Tiburcio, citado por otro imbécil.