domingo, 21 de marzo de 2021

En llamas

"El mundo vive un gran incendio y no lo estamos apagando" dice Naomi Klein en su nuevo libro, En llamas. Prevé allí un factible gran vuelco estadounidense, que semanas más tarde este artículo confirma a grados asombrosos: "Giro en EU a la política neoliberal que ha dominado por 4 décadas" (https://www.jornada.com.mx/2021/03/21/economia/015n1eco).

¿Qué hago ahora al clip con el cual inicié? Mi nota advertiría sobre un conflicto mayor sin salida, pues no importa cuánto ablandara la Casa Blanca su actitud hacia las y los migrantes centroamericanos, estos escapan cada vez más de países cercanos al colapso debido a quienes compartieron experiencias con Aguirre y a los socios de Biden durante siglo y medio.

Quien hizo un camino paralelo al tipejo de la película, queda claro ahora, si lo influyeron las novelas de
caballería, según se aventuró a presumir cierto buen historiador, fue para carcajearse luego con esas simplonas, románticas historias. 

Hablo de Pedro de Alvarado, cuya cólera hacia los indígenas fue célebre tras la masacre del Tozcatl.

"...los mexica inician las ceremonias de su fiesta (...) o renacimiento de Tezcatlipoca, en el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlan. Unos cuatrocientos señores –desarmados todos- asidos de las manos bailan; poco más de tres mil los observan sentados.

"Con la mitad de sus hombres, -la otra mitad la deja cuidando a Moteczuma que sigue preso,- se dirige al teocalli y cubre la puertas Coatepantli. Mientras, los mexica siguen bailando y cantando; de pronto, los españoles se lanzan sobre ellos espada en mano; hombres, mujeres y niños, nadie escapa de sus filos mortales."

“...cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza...y había algunos que en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos... otros... aparentando ser muertos, se salvaron. Pero entonces si alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban. Y los españoles andaban por doquiera... por todas partes rebuscaron”.

Hasta Curial y Güelfa resulta ñoña en comparación. Bueno, el héroe allí lucha contra humanos, así sean musulmanes, y años antes de que,

sin darse cuenta Da Vinci ni quienes lo continúen los siglos siguientes, inicie el pleno Renacimiento.

Alvarado está en los reinos donde todo es posible y provechoso, para convertirse, háganme favor, en señor castellano -del cual se burlan alemanes, flamencos, italianos y, desde luego, el Islam que por cuatrocientos años más rechazará sus embates, o China o la India, mundos para presumir y no sociedades pueblerinas

como esa que vio crecer a "Don Pedro" y luego a Alonso Quijano.

Ese prohombre será el conquistador de la Mesoamérica centroamericana.

"Como vi esto, yo hice proceso contra ellos
y contra los otros que me habían dado la guerra y los llamé
por pregones,
pero tampoco quisieron venir.
Ante tal rebeldía y el proceso cerrado, los sentencié
y di por traidores a pena de muerte a los Señores de estas provincias
y a todos los demás que se hubiesen capturado durante la guerra y
que se tomasen después,
hasta que diesen obediencia a Su Majestad,
que fuesen esclavos, se herrasen y de ellos o de su valor
se pagasen once caballos que en la conquista de ellos fueron muertos..."

Así dicen sus cartas de relación, y quien las resumió: 

"Todos sus relatos están envueltos en una atmósfera de guerra y de justificación de sus actos bélicos, obsesionado por demostrar que la rebeldía y  la maldad de los indios le obligaban a actuar con dureza y a hacer esclavos. Da la impresión que prefería acercarse a los indios más de guerra que de paz por la facilidad para hacer esclavos que la declaración de guerra le ofrecía..."

SIGUE. 

 

F:jJf- 

  

Leyéndolo recuerdo historias que sucedieron aquí y allá.

"Al cabo de dos leguas que habíamos ido río abajo, vimos venir por el río arriba cuatro canoas llenas de indios a ver y requerir la tierra y como nos vieron, dan la vuelta a gran priesa, dando alarma, en tal manera que en menos de un cuarto de hora oímos en los pueblos

muchos atambores que apellidaban la tierra, porque se oyen de muy lejos y son tan bien concertados que tienen su contra y temple y tiple..."

Así escribe el cronista sobre las aventuras que corrió Gonzalo Pizarro en 1534 avanzando por el río al cual nombraron Amazonas. Después llegaría La ira de Dios, a quien vemos aquí arriba. 

¿Fue más brutal aquella conquista que lo sucedido al norte siglos más tarde?

"Al romper el alba sobre la ciudad de Guatemala, un avión C-47 volaba ruidosamente bajo desde el sur por las cercanas montañas. Todavía era temprano en la mañana del 18 de junio de 1954.

Los rayos del sol aparecían débiles en el este. El tiempo era fresco y brumoso.

"El avión llevaba un curso directo hacia la capital dormida. Al llegar a las afueras (...) abruptamente descendió de su trayectoria de vuelo hacia el centro de la capital en donde se levantaba el majestuoso Palacio Nacional. Bajó en picada sobre la plaza al frente del Palacio y entonces viró de nuevo hacia arriba, arrojando repentinamente miles de pequeñas hojas al aire. Viró y se apresuró fuera de la ciudad, desapareciendo por el horizonte.

"La hojas se agitaron en el aire y gradualmente flotaron hacia abajo, cayendo en las calles de la ciudad, en los puestos del mercado, en los pisos de las tiendas, patios y aceras. Los transeúntes recogieron algunas; la policía (...) recuperó otras. Las notas impresas con letras grandes portaban una insolente demanda: el presidente (...) acobo Arbenz, debía renunciar inmediatmente. Advertían además que el poderoso avión podía regresar esa tarde y volar el principal arsenal de la ciudad para asegurar la rápida partida de Arbenz. Sino ha renunciado para entonces (...) Las hojas estaban firmadas Fuerzas Nacionales de Liberación." Aquello era obra de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés).

Alguien pasó un documento sobre la investigación hecha por la Unidad de Inteligencia Financiera mexicana, muy prestigiada ahora. Se refiere al gobernador tamaulipeco que representa un siglo de crimen organizado en esa entidad y sus socios estadounidenses -léase establishment-, a quienes debe responsabilizarse por la masacre de Ciudad Camargo y otras anteriores -hay una nota o dos aquí respecto al tema. 

El tipo es dueño de medio Texas, exagerando un poco, y financieramente opera como muestran diagramas que no consigo copiar. En cierto punto se lee allí: "1. La SOFOM recibió recursos de 2 empresas fachada identificadas como parte de un grupo de 7 entidades mercantiles relacionadas con el Cártel de Sinaloa. 2. También forman parte de un esquema de empresas dedicadas a la venta de facturas apócrifas generadas con el objeto de lavar activos para el Cártel de Sinaloa y el Cártel de Colombia. 3. Se les relaciona con el incidente de la avioneta estrellada en Venezuela, cargada con cocaína del Cártel de Sinaloa. 4. Del grupo de 7 empresas: • 1 fue denunciada por la UIF en 2013, dándose inicio a una carpeta de investigación en la que ya fue desarrollado el dictamen contable correspondiente, integrándose para el ejercicio de la acción penal. • 2 fueron denunciadas e incluidas en la Lista de Personas Bloqueadas en 2014. Derivado de la denuncia fue iniciada en la FGR una carpeta de investigación en la que se aseguraron las cuentas de las empresas y está en curso la integración..."

"Luis sabía moverse por las arenas movedizas de la política de este continente, en las que aficionados como yo cometíamos error tras error y acabábamos hundiéndonos sin remisión. En esta ocasión, Luis expresó su opinión sobre la guerra que se nos avecinaba, después de doblar el periódico en el que acababa de leer una crónica deportiva, dedicada al partido de fútbol que habían jugado las selecciones nacionales de Honduras y El Salvador. Los dos equipos luchaban por clasificarse para el Mundial que, según lo anunciado, se celebraría en México en 1970."

Más o menos así comienza La guerra del futbol, de Ryszard Kapuściński.

Escuchemos ahora al mismísimo Pedro de Alvarado, que conquistó esas tierras.

"…y deseando calar tierra y conocer los secretos de ella
(para que Su Majestad fuese más servido aún y señorease más territorios)
determiné partir y fui a un pueblo que se dice Atiépar,
donde fui recibido por los señores y naturales del lugar.
"Hablaban allí otra lengua y era otra gente, de por sí.
A la puesta del sol, sin motivo alguno ni propósito aparente,
remanesció todo aquello despoblado y la gente alzada hacia el monte,
donde tampoco se encontró un hombre en él.
Y porque el riñón del invierno no me cogiese e impidiese el camino,
dejelos a aquellos habitantes así y paseme de largo,
llevando con cuidado todo mi fardaje y gente:
mi propósito era calar cien leguas adelante y después
dar la vuelta sobre ellas y venir pacificando.
"El día siguiente partí hacia el pueblo llamado Tacuilula
y los de allí hicieron lo mismo que los de Atiépar:
Me recibieron en paz pero se alzaron para el monte al cabo de una hora.
Y de aquí partí a otro pueblo que se dice Taxisco,
que es muy recio y de mucha gente, pero fui
recibido igual. Y de ahí fui a otro pueblo llamado Nacendalán,
muy grande y como comenzase a temer a aquella gente
a quien no acababa de entender,
dejé diez de a caballo en la retaguardia
y otros diez para reforzar la guardia del fardaje y seguí el camino.
"Iría a dos o tres leguas de Taxisco
cuando supe que nos había caído atrás mucha gente de guerra, golpeando
la retaguardia; que me habían matado muchos de los indios amigos
y, lo peor,

que me tomaron mucha parte del fardaje y todo el hilado de las ballestas
y el herraje que para la guerra llevaba. Que no se les pudo resistir.
E inmediatamente envié a don Jorge de Alvarado, mi hermano,
con cuarenta o cincuenta de a caballo,
para que persiguiese a los guerreadores y recuperase lo quitado.
Halló mucha gente armada en el campo y tuvo que pelear con ellos
y los desbarató,
pero ninguna cosa de lo perdido se pudo cobrar.
Don Jorge de Alvarado se volvió cuando todos los indios se hubieron alzado
en la sierra.
Desde aquí envié a don Pedro Portocarrero con gente de a pie,
para ver si los podíamos atraer al servicio de Su Majestad,
pero no pudo hacer nada
por la grande espesura de los montes, y así volvió.
Entonces les envié a los alzados mensajeros indios de los mismos naturales,
con requerimientos y mandamientos, apercibiéndoles
que si no venían los haría esclavos. Pero
ni con esto quisieron venir,
ni ellos ni los mensajeros.
"Nos aproximamos a un pueblo en nuestra ruta, que se dice Pazaco,
nombre que viene de decir paz, y yo
les mandé a rogar a los de allí que fuesen buenos.
Hallé a la entrada de él los caminos cerrados
y muchas flechas hincadas en tierra
y ya entrando al pueblo vi que un poco de indios
estaban haciendo cuartos a un perro, a manera de sacrificio,
y en ese momento en el interior del pueblo
dieron una gran grita
y vimos mucha gran multitud de gente de infantería y tuvimos
que entrar por ellos, irnos encima de ellos, rompiendo en ellos
hasta que los echamos del puebloLas historias prohibidas del 

y por no peligrar salimos de ahí hacia el lugar que se dice Mopicalco
pero fui recibido ni más ni menos que como en los otros, no hallando
persona viva alguna.
Probamos en otro pueblo llamado Acatepeque, pero tampoco hallé a nadie,
antes bien estaba todo despoblado.
"Siguiendo mi propósito, partí para otro pueblo que se dice Acaxual,
donde bate la Mar del Sur en él,
y ya que llegaba a media legua del poblado
vi los campos llenos de gente guerrera de él, con sus plumajes y
sus divisas y con sus armas defensivas y ofensivas, en la mitad de un llano,
frente a la Mar del Sur, donde me estaban esperando.
Y llegué de ellos hasta un tiro de ballesta y allí me estuve quedo
hasta que acabó de llegar mi gente
y desque la tuve junta
me fui obra de medio tiro de ballesta contra la gente de guerra, pero en ellos
no hubo ningún movimiento o alteración, por lo que comprendí
que ellos se me querían acoger en el monte cercano.
Entonces mandé que retrocediese toda mi gente,
que éramos ciento de a caballo y ciento cincuenta peones
y obra de cinco a seis mil indios amigos nuestros,
y cuando lo hacíamos fue tan grande el placer que hubieron los enemigos
que nos persiguieron todos gritando, hasta llegar a las colas de nuestros
[caballos
y sus flechas que lanzaban caían más adelante de nuestros delanteros
y cada momento avanzábamos todos ganando el llano, ya todo
era llano para ellos y para nosotros. Y cuando habíamos
retraído un cuarto de legua y ellos siguiéndonos,
y estábamos adonde a cada uno le habrían de valer sólo las manos
y no el huir,
di vuelta sobre ellos con toda la gente y rompimos por ellos,
y fue tan grande el destrozo que en ellos hicimos
que en poco tiempo no había ninguno vivo,
porque venían tan armados que el que caía al suelo no se podía levantar
por sus corseletes de algodón de tres dedos hasta en los pies
y sus flechas y lanzas muy largas. En cuanto se caían

nuestra gente de a pie los mataba a todos.
En este encuentro me hirieron muchos españoles y a mí con ellos.
Me dieron un flechazo que me pasaron la pierna
y entró la flecha en la silla de montar, quedando yo
clavado al caballo, y de la cual herida
quedé lisiado,
que me quedó una pierna más corta que la otra bien cuatro dedos.
"En este Acaxual me fue forzado quedarnos cinco días por curarnos
y al cabo de ellos, partí para otro pueblo llamado Tacuxcalco.
Primero envié por corredores del campo a don Pedro Portocarrero y otros
[compañeros,
los cuales prendieron a dos espías que dijeron
cómo adelante estaban esperándonos
muchas gentes de guerra, de Tacuxcalco y otros comarcanos.
A la sazón se nos juntó Gonzalo de Alvarado, mi hermano, con cuarenta de a
[caballo:
él iba a la delantera por lo malo que me traía la herida.
"Cabalgando como podía fui a reconocer al enemigo para poder dar la orden
de cómo mejor se acometiese.
Visto y reconocido, envié a Gonzalo de Alvarado, mi hermano,
que acometiese con veinte de a caballo por la mano izquierda
y a Jorge de Alvarado, mi hermano, para que rompiese con todos los demás
por el medio de la gente, la cual
vista ya desde lejos era para espantar
porque tenían los más lanzas de treinta palmos, todas enarboladas.
Y yo me puse en un cerro para ver qué pasaba y qué hacían los míos
y vi que llegaron los españoles hasta un juego de herrón de los indios
y que ni los indios huían ni los españoles acometían
y yo estuve espantado por aquellos indios que así osaban esperar.
Los españoles no los acometían
porque pensaban que el prado que se hacía entre los unos y los otros era
[ciénaga,
pero después que vieron que estaba terso y bueno
rompieron por el medio a los indios y los desbarataron
y los fueron persiguiendo hasta una legua lejos del pueblo
en donde les hicieron gran matanza y castigo.

"Y como los pueblos de adelante vieron que en campo abierto los
[desbaratábamos,
determinaron alzarse (al monte) y dejarnos los pueblos.
En este pueblo de Tacuxcalco holgué dos días y al cabo de ellos me fui
para un pueblo que se dice Miaguaclán y también los de allí
se fueron al monte como los otros.
Y me fui a otro pueblo que se dice Atehuán y de allí
me enviaron los Señores de Cuzcatlán sus mensajeros,
para dar desde ya obediencia a Sus Majestades
enviando a decir que ellos querían ser sus vasallos y ser buenos.
Yo recibí las nuevas pensando que no me mentirían como los otros
y llegando que llegué a esta ciudad de Cuzcatlán
me recibieron muchos indios,
pero mientras nos aposentábamos todo el pueblo se alzó,
no quedó hombre de ellos en el pueblo, pues todos
se fueron a las sierras.
Al ver esto,
yo envié a mis mensajeros a los Señores de aquí,
para decirles que no fuesen malos,
que mirasen que ya habían dado obediencia a Sus Majestades y a mí en su
[nombre,
que yo no les iba a hacer la guerra ni a tomarles lo suyo, sino
atraerlos al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad.
Enviáronme a decir que ellos no reconocían a nadie,
que no querían venir,
que si para algo los quería que ahí estaban en la sierra
esperando con sus armas.
Y desde que vi su mal propósito, les envié un mandamiento y requerimiento
de parte del Emperador Nuestro Señor,
en que les requería y mandaba que no quebrantasen las paces ni se rebelasen
pues ya se habían dado por nuestros vasallos
y si no
que procedería contra ellos como contra traidores y rebeldes
contra el servicio de Su Majestad
y que les haría la guerra

y que todos los que en ella fuesen capturados
de por vida serían esclavos
y se les herraría,
pero que si fuesen leales,
de mí serían favorecidos y amparados, como vasallos de Su Majestad.
Y a esto no volvieron ni los mensajeros, ni respuesta de ellos,
y como vi su dañada intención,
y para que aquella tierra no quedase sin castigo,
envié gente a buscarlos a los montes y sierras.
Ahí encontraron a mucha gente en son de guerra
y pelearon con ellos
y me fueron heridos muchos españoles e indios mis amigos.
Después de esto fue preso un Principal de esa ciudad
y para mejor justificarme, lo liberté y lo torné a enviar
con otro mandamiento.
Contestaron lo mismo que antes.
Como vi esto, yo hice proceso contra ellos
y contra los otros que me habían dado la guerra y los llamé
por pregones,
pero tampoco quisieron venir.
Ante tal rebeldía y el proceso cerrado, los sentencié
y di por traidores a pena de muerte a los Señores de estas provincias
y a todos los demás que se hubiesen capturado durante la guerra y
que se tomasen después,
hasta que diesen obediencia a Su Majestad,
que fuesen esclavos, se herrasen y de ellos o de su valor
se pagasen once caballos que en la conquista de ellos fueron muertos
y de los que de aquí en adelante matasen y otros
gastos necesarios a la dicha Conquista.
Sobre estos indios de esta ciudad de Cuzcatlán
estuve diecisiete días y nunca,
por más entradas al monte que mandé hacer, ni
por mis mensajeros que envié,
los pude atraer:

por la mucha espesura de los montes y grandes sierras y quebradas
y otras grandes fuerzas que tenían.
"Aquí supe de muy grandes tierras adentro,
con ciudades de cal y canto; los naturales dicen
que esta tierra no tiene cabo y para conquistarse
es menester mucho espacio de tiempo.
Por el recio invierno que entra no paso más adelante a conquistar.
Mejor acordeme volver a Guatemala
y pacificar otra vez y a la vuelta la tierra que atrás dejaba,
pues por cuanto hice y trabajé en ello
nunca los pude atraer al servicio de Su Majestad."

-0-

"...los mexica inician las ceremonias de su fiesta de Tozcatl o renacimiento de Tezcatlipoca, en el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlan. Unos cuatrocientos señores –desarmados todos- asidos de las manos bailan; poco más de tres mil los observan sentados.

"Con la mitad de sus hombres, -la otra mitad la deja cuidando a Moteczuma que sigue preso,- se dirige al teocalli y cubre la puertas Coatepantli. Mientras, los mexica siguen bailando y cantando; de pronto, los españoles se lanzan sobre ellos espada en mano; hombres, mujeres y niños, nadie escapa de sus filos mortales."

cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza...y había algunos que en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos... otros... aparentando ser muertos, se salvaron. Pero entonces si alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban. Y los españoles andaban por doquiera... por todas partes rebuscaron”.

 

Sus aliados totonacas y tlaxcaltecas los siguen en la matanza. Los que tratan de huir por las puertas son muertos por las picas de los españoles; los que escalan la cerca por los ballesteros y las flechas de los tlaxcaltecas. Todos son asesinados. El patio se inunda de sangre… luego, Alvarado quita sus joyas a los cadáveres de los danzantes, tarea que interrumpe porque ha sido dada la voz de alarma en la ciudad y los españoles tienen que responder a la indignación popular, deben fortalecerse y disparar sus arcabuces y piezas de artillería.

"Dice el Códice Florentino: “cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza...y había algunos que en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos... otros... aparentando ser muertos, se salvaron. Pero entonces si alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban. Y los españoles andaban por doquiera... por todas partes rebuscaron”.

"El Códice Ramírez también describe la cruel matanza: “Estando los pobres (mexicanos) muy descuidados, desarmados y sin rezelo de guerra, movidos los españoles de no sé qué antojo (o como algunos dizen) por cobdicia de las riquezas de los atavíos, tomaron los soldados las puertas del patio donde bailaban (...) y entrando otros al mismo patio, comenzaron a alancear y herir cruelmente a aquella pobre gente, y lo primero que hicieron fue cortar las manos y las cabezas a los tañedores, y luego comenzaron a cortar sin ninguna piedad cabezas, otros cortados por medio, otros atravesados y barrenados por los costados; unos caían luego muertos, otros llevaban las tripas arrastrando huyendo hasta caer [...] y otros no hallando otro remedio echábanse entre los cuerpos muertos, y se fingían ya difuntos, y de esta manera escaparon algunos (...) [pero] estaba el patio con tan gran lodo de intestinos y sangre que era cosa espantosa y de gran lástima ver assi tratar la flor de la nobleza mexicana que allí fallesció casi toda." Confirman la matanza los informantes indígenas de fray Bernardino de Sahagún: "Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza. Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, quedaron desgarrados sus cuerpos. A aquellos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra y había algunos que aun en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse"

 

"Como vi esto, yo hice proceso contra ellos
y contra los otros que me habían dado la guerra y los llamé
por pregones,
pero tampoco quisieron venir.
Ante tal rebeldía y el proceso cerrado, los sentencié
y di por traidores a pena de muerte a los Señores de estas provincias
y a todos los demás que se hubiesen capturado durante la guerra y
que se tomasen después,
hasta que diesen obediencia a Su Majestad,
que fuesen esclavos, se herrasen y de ellos o de su valor
se pagasen once caballos que en la conquista de ellos fueron muertos..."

"Todos sus relatos están envueltos en una atmósfera de guerra y de justificación de sus actos bélicos,obsesionado por demostrar que la rebeldía y  la maldad de los indios le obligaban a actuar con dureza y a hacer esclavos. Da la impresión que prefería acercarse a los indios más de guerra que de paz por la facilidad para hacer esclavos que la declaración de guerra le ofrecía..."

Casi cinco siglos después en la Tacuilula que el diablo blanco don Pedro suma a su rosario de matanzas, "Hombres con uniformes oscuros asesinan a cinco mareros".  

SIGUE 

 

F:jJf-