lunes, 19 de octubre de 2020

I compagni


Minuto 2:01:00
La secuencia anterior a esta va en Los motivos de la feNo soy el Profesor que allí envía a sus compañeros a un enfrentamiento cuyo trágico resultado debió prever. Bueno, se trata de una película. ¿Hacen cosas así los agitadores? Nuevamente: ficciona nuestro director. Si bien quizá fue así durante los primeros tiempos... ¿cuando qué?, ¿era necesario incitar a la acción a masas desconcertadas? ¿En verdad hubo tales? Para la clase obrera sí y entonces encuentro a mi abuelo a los dieciséis años produciendo lo que con sus mentores llamó huelga general y fue llano dinamitar bocas de pozos a los cuales entonces no habría acceso. Ni un muerto durante la jornada pues en caso contrario el futuro del sindicato recién nacido sería nada. ¿Niñerías, entonces?, ¿sindicalismo igual a patraña? 

En Chelho y vaya a saberse cuantos pueblos indígenas a lo largo de tres siglos y medio, quienes convocaban eran vírgenes reveladas donde resultara a propósito -árboles y cosas semejantes- o que
encarnaban en vecinas, o santas cruces parlantes
, u hombres más sencillamente iluminados, estilo Jacinto Canek, o que ganaron el derecho como líderes, caso Miguel Casarubias.
Compañeros no tiene el mismo sentido que  camaradas, creo. Éstos forman una cofradía profesionalizada en la agitación -¿les dicen algo bolcheviques o Fidel Castro y sus doce? Tuve a aquellos primeros y solo ocasionalmente o sin darme cuenta a los segundos, a quienes sentía cercanos por amistad o afinidad, somo obrando a través suyo: PV, Percas, Luis y demás, muy distintos entre sí. No cuento a los que así se creían y eran universitarios o ex universitarios jugando por un ratito a la revolución incruenta -buenas personas, dicho sea de paso.
A Jesús lo conocí ya viejos ambos y no asimilo todavía una anécdota que narró confusamente. Él y sus amigos tenían dieciocho, veinte o pocos más años al decidirse a ser ¿guerrilleros? Marcharon a una sierra no muy remontada y de noche tres desestiman el frío sin necesidad y mueren.
Los camaradas no siempre hacían cosas sensatas y pasé años atestiguando clandestinidades absurdas y paralizadoras. A cambio despreciaban al Percas, quien no tenía tribu y se movía donde más apremiaba y no era fácil.
¿Había conciencia de camaradería entre las numerosas familias que protagonizaron una lucha con aires épicos en nuestra ciudad? Solo para veinte personas seguro convencidas de dirigirlas, cuando la historia exigía el mero, impulsivo compañerismo. 
No despotrico contra el hacer que requiere formación y disciplina estrictas. Digo y ya.      

 


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