-Perdone, ¿está Historia? -preguntan tras tocar el timbre.
-No, se equivocaron. Es dos cuadras adelante -respondo.
Y ahí van en procesión creyendo acercarse a la verdad.
El pasado y su registro son cosas distintas y este último suele manejarse con cierto dolo inevitable o vil descarado, para validar presentes por buenos o truculentos motivos.
Desde luego sirve investigarlo y al hacerlo aparece, poco o mucho, según quien se empleo en ello, y luego armar un rompecabezas más o menos sensato. Algunos apelan a la memoria oculta, dentro de los cuerpos, por ejemplo, que sin femeninos revelarán rincones oscuros y así gritones, alarido tras alarido, cuya enseñanza completan tramas en tejidos y otros mil objetos al voltearlos, pues son sus pespuntes, digamos literalmente y no, donde quedaron grabadas las guías a seguir.
-¿Ellas, así con mayúsculas, fueron nuestras reales hacedoras, quiere usted decir? -vuelve a interrogar el único que no marchó al escucharme.
-¡Santa Utopía nos libre! -contesto extendiéndole mi tarjeta: Don Ignorante, oficios varios. -Si bien, cómo le explicaré... ¿Sabía que la agricultura quizá comenzaron a desarrollarla clanes matrilineales en tiempos de solidaridad y paz?
-Demasiado feminismo para mí -dice y cuando echa a andar lo detengo.
-De eso no sé nada, respetando a las únicas con derecho a esgrimir el término. ¿En quiénes podría comprobarse la procreación? Los análisis de ADN fueron discurridos casi apenas ayer.
-Tiene razón.
¿Lo convencí?, ¿de qué, siendo quien soy?
-¿Se refiere entonces al proceso natural? -vuelve.
-Más allá tenían cobre y andaban los pastizales, cazando y recolectando.
-Ellos fueron los guerreros que todo echaron a perder. ¡Malditos! -suelta como iluminado disponiéndose a esparcir la nueva.
Allá él. Total, Iglesias hay por docena. Una más... A mí que me esculquen.
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