jueves, 26 de noviembre de 2020

Corazón Mío en la pandemia

Una alumna, no importa cuán adulta, engatusando al maestro, da igual si por mero juego, debe ser tema prohibido para mí, como todos en que cualquier Ella tome la iniciativa. Trasgredo aquí esa simplísima regla, sin pretexto al cual acudir.
Pido, pues, leer solo tras el reconocimiento: socialmente somos basura también por cuánto abuso sexual hay a nuestra espalda y alrededor.
Tal vez Eros tendría que darse descanso hasta solucionar tan estructural cuestión.

Algo hizo bien el Cuac o Viejo u Ojos admirados, como para que la Tic volviera convertida en Inesperada o Tú en Abrazos con dulcísimo amor por una joven o Corazón mío a lo sí misma  dispuesta a darse al recuerdo virtual y nuevas fantasías cuyo delirio solo testimonia.
-Ese vestidito negro realmente desquicia -dice carcajeándose ante la foto que traigo del buscador. -¿Dónde me fui?
-Al golfo. Enrédate esta tela como falda -le pido-. Se pone y quita muy fácil.
-¿Era para? 
-Andar por casa cuando no salimos en dos meses, carajo.
-Ah, sí, se me olvidaba -contribuye entre más jajas.
-Vivíamos borrachos también por el aroma añejado.
-Imagino. Algo sabemos sobre la cuestión, ¿verdad? 
Continúan sus sonoras risas. Luego le paso un video.
-Tú pediste tomarlo, eh -advierto.
-Todos, creo.
-Perdí el de la noche con Andrea y sus amigos.
-Jugando a la botella conmigo, no lo olvido. Sigo siendo atrevida, aunque a veces no es divertido.
Se refiere a los novios que suele escupir uno tras otro, para ocasionalmente ser traicionada de pésima manera.
Cierta noche juntos lloró por sus excesos.
-Tonta. Sigues el impulso, las reglas de Monelle.
-¿Hasta cuando te traté mal?
-Claro. ¿Quería caramelos finos y los pagaba con sesenta y tantos años y peste a tabaco?
-Entonces nfumabas tanto y tenías tu encanto.
-¿Digno de lo recibido?
-¿Por qué no? Y después... Vivo gracias a los posgrados y sin ti... Y no querías cobrarme.
-Quién sabe.
-Mejor vuelve a contar.
-Bastaría con la memoria. De allí sale el resto.
-¿Te acuerdas de aquella fiesta en que ni te consulté?
-Inolvidable, cabrona.
Vuelta al carcajeo.
Verdaderamente se pasó y ese fue el quid. Más tarde repetiría, multiplicándolo por mil, como explico en la viñeta primera (Corazón Mío).    

Los entretenimientos de ella estaban convenidos si me hacía partícipe. Ese tipo le gustaba, quedó claro durante el clásico que A solía introducir en sus reuniones: ¿A quién le darías un beso?, ¿con quién tendrías sexo y con quién te casarías?
Nos tomaban por pareja común, sin importar el abismo de años, y la forma en que respondió a la segunda pregunta produjo un intercambio de miradas general. 
Resultó incómodo por los coqueteos previos y a continuación, que debió advertirme y yo aplaudiría. Escamotearlos era una traición sin sentido, excepto si él le gustaba al grado de desquiciarla.
Tragué lo demás entre conmiserativas, silenciosas solidaridades que no hallaban qué hacer cuando rumbo a la cocina Corazón soltó el vil pretexto.
-Voy a abrir esta botella de vino pero no sé cómo. ¿Alguien me enseña?
Diez minutos después el individuo salió rumbo al baño o cosa así y ella, borracha por partida doble, regresó para sentarse. 
Esperé inútilmente por guiños que me hicieran cómplice, dos minutos, pues eso le tomó pedir un cuarto para reposar el exceso de alcohol. 
A intento acompañarla y se apuró a adelantársele.
-No te molestes, voy sola.
Hizo el paseíllo entre ojos que buscaban donde ponerse para aligerarme la carga.
Al reaparecer tras buen rato echó una frase luego célebre en esa casa con estruendoso humor.
-Ya descansé.
-Todo lo que digas será usado en tu contra -le previne y pedí un taxi que usamos dos únicamente por el partido que este viejo sacaría del evento. Culpable, despejaba puertas a una veta inesperada.
Como siempre, todo estuvo en los detalles y su manera de describirlos. Entrar a la cocina paladeando el secreto, un hombre moreno y fuerte detrás suyo sin precisar hasta donde le permitirían llevar su antojo.
-Quiero aprender, no solo abrirla.
Corazón desvalida y él rodeándola por la espalda.
-Lo tomas así y das vueltas para meterlo.
-Meterlo...
-Poco a poco, hasta el fondo.
-Qué interesante.
Los cuerpos reconociéndose, la fiesta afuera, sus voces cada vez sugestivas.
-Y jalas fuerte.
-Bien fuerte... Alguien entrará en cualquier momento. Ven, un beso de agradecimiento, aunque sea cortito.
Piropos de él, ella rematando:
-En cinco minutos voy a sentirme mal. ¿Dónde es mejor acostarse?
Y etcétera después, cuando llegó al cuarto, pasito a pasito: cómo la puerta, la entresombra, él reposando...
Maestra esa mujer que ahora acude a mi también minucioso relato sobre los estragos causados por el vestidito negro durante un imaginario fandango, jeje.
Grande, Corazón, ocasionalmente con ayuda, al modo del día usando a un maestro. 
-¿Y ahora que se nos ocurre? -consultó, pues le aburrían nuestros últimos trucos. -Aguanta.
Llamó a su mejor amiga, L, por altavoz.
-¿Hacemos algo con el profe?
Al hombre lo ponía mal su sensualidad, que desplegaba cuando se sentía observada por él. Y es que nada disfrutaba tanto como eso, según bien sabía yo apelando a ellas en juegos improvisados.
Llegadas a cierto nivel producían una "arañita" de grueso líquido entre las piernas. Nunca vi nada tan enloquecedor y así recurría al recurso con harta frecuencia. 
No era el caso en público, claro, y al Doctor le bastaban muslos y pechos semidescubiertos al sin querer, digamos, y sobre todo la mutación en los visajes, que ya referí.
-¿Qué quieres? -preguntó L.
-¿Vendría a mi casa invitándolo tú, para estudiar, se entiende?
-¡Desde luego! -respondió más que divertida.
-A ver, llámalo.
-A las siete.
Nadie tenía quejas de su comportamiento. Hacerlo romper las normas no resultaría cil, aunque mi compañera acababa de dar un salto monumental, porque con solo decidirlo a ir lo enredaba en algo imprevisible. 
-Prepararé la escena del crimen -dijo contestísima y luego se puso muy seria. -Tiene un prestigio ganado a pulso y no lo abollaré, descuida. Falta convencer a L de que calladita se ve más bonita. ¿Te encargas?
-Payasa.
-No, yo la convenzo. Es buena muchacha... en el fondo, jeje.
No contaré sino cómo creó una atmósfera propicia, aprovechando deslices de la L lengua para acercarse a quien necesitaba académicamente. Por ellos él sabía que Corazón llevaba suéter sin falta pues odiaba los sostenes y que en casa se desprendía también de la tanga acostumbrada.
-Debieras verlo cuando le conté a lo casual, jeje. Casi se tapa los oídos.
-Hay que sentarlo aquí -instruyó a L.
-¿Por?
-La luz. Mira... Ahora acá.
Menuda experta. Así él tendría a la vista los pechos entrecubiertos iluminados de manera que transparentara su nacimiento. Después hurgaría en una mesa contigua cuya lámpara producía el mismo efecto. 
-¿Hasta dónde? -pidió precisarle para que solo se apreciaran las piernas. -Entonces te vas al cuarto con el pretexto de saludar a "mi amo", jeje. La cámara...
-¡Perdón!
-Obvio grabaré.
-Quiero ese video -dice ahora.
-No lo encuentro -contesto por la pantalla del chat.
-Qué lástima. Fue uno de mis mejores trabajos, jajaja.
-El mío, castigarte. 
-No creí que me gustaría, y sí, mucho. Por eso, por renovarlo pues se había gastado, le hice dizque de esclava con el canijo aquél.
-Dizque... Mentirosa. Creí no volvería a verte.
-Fantasías tuyas, ya aclaré. Lo increíble era manipular a los clientes, jeje. Y pude hacerlo contigo pero te dio miedo.
-Esas cosas, aunque se den por internet, conducen al crimen organizado, seguro.
-Sí, tal vez tienes razón. Por cierto, no me dio un peso.
-Bueno, más arriesgado fue tu levantón en el parque.
-Estaba bajo control.
-Ese día. Los siguientes, en cualquier calle...
-No se atrevería. Desestimas mi sexto sentido.  
     
                    
      
SIGUE     

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