viernes, 27 de noviembre de 2020

El Mr, Philip Roth, el Nobel y el corazón de Estados Unidos

 En 1964 Jean Paul Sartre se niega a recibir el premio Nobel. No quiero institucionalizarme, dice, y no ser desde mañana un escritor a secas, cargando su llana humanidad. También tiene reparos políticos que se niega a explicitar, presentándolos más bien en términos culturales.

¿Cuenta ya su decisión de darle forma a un tribunal internacional contra la invasión estadounidense en Vietnam, que se concretará dos años más tarde?

Tal vez hago preguntas ociosas. En cualquier caso la academia sueca que da los galardones tenía ya larga fama de obrar caprichosamente, cuando menos. Odió siempre a los monumentales autores rusos e hizo una sola excepción con Boris Pasternak, a quien el estalinismo condenó al ostracismo, y durante la Primera Guerra Mundial año tras año escogió literatos de países neutrales. 

Quizás en parte entregó el galardón a Bob Dylan para evitar dárselo al más terco postulante estadounidense, Philip Roth, mal visto por sus propios hermanos de fe con poder. 

Sin quererlo, así le rindieron culto a éste. Lo pienso porque no conozco a ningún otro escritor de Estados Unidos que en la época observara tan áspera y amorosamente a su país como el mismo Mr., al cual encontramos aquí rindiendo homenaje a sus riquísimas, múltiples fuentes musicales, despreciadas a ratos hasta el olvido, sin hacerle guiños a la gran cultura.



Cierto, cuando con una sonrisa terminó por escuchar la alharaca venida de Estocolmo, grabó esto, que reconoce sus deudas literarias, pero no sin antes cantar a los intérpretes de blus, folk, country, etc., cuyos pasos lo influyeron mucho más que cualquier otra cosa... quitando la sociedad en torno suyo.

            

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