Estoy perdido buscando en México 1971. Hago aparte indicios de esto y lo otro por encontrar a quien todavía parece insustancial. Se llama Alfredo Ríos Camarena y si faltan pocos años para que se le persiga como el "enemigo público número uno", hoy... no preciso.
Un artículo posterior entrevista a sus compañeros. "Lo hicieron cabecilla y ahora todos se quieren pasar de chorizos (vivos) con él; era buena onda, buen elemento y mejor tirador. Si alguien tiene la culpa, es el mismo gobierno." Causó baja del ejército y eso quizá explica muy poco, a menos que antes se dedicara al robo rapiñero. ¿Sí? ¿No estoy siguiendo una historia de mucho más tarde? Bueno, atinaría, siendo ambas estructurales. ¿Ya ahora?
Vamos tras el mero botín, pensaron los padrecitos revolucionarios al echarse a la bola. ¿Así de descarados desde el principio? A saber. En todo caso eso hicieron al triunfar, ellos y su chiquillada vuelta caciques locales, ¿hasta de pueblo y barrio? Institucionalizados, pues, como cabos, sargentos o tenientes o formando membretes obreros y campesinos.
-Aquí las mafias no nacieron fuera del Estado -insiste mi cabeza. -Extrapolas -matiza luego.
Ando sin brújula queriendo ubicar cuándo puede empezarse a hablar de crimen organizado que se asocia al poder y desatiendo al hombre más significativo a la mano: Manuel Díaz Escobar, "encargado de reclutar y entrenar a jóvenes de barrios
marginados, así como militares en activo o desertores del Ejército", durante septiembre de 1968 o algo por estilo. Halcones, les dicen ya quienes conocen el asunto en enero o febrero, pongamos, 1970, recuerdo.
-¿Dónde quedó? -pregunto buscando el archivo.
Ya avizoraban nuevos tiempos, entonces: Sino robas, matas, secuestras, desde el poder, hazlo a su amparo; un día, no olvides, te necesitará de socio y cobrarás según Dios manda.
Porque, sí, Ríos Camarena perfectamente podría enrolarse hoy con quienes dirige Díaz Escobar. Pero no hay futuro en eso. Simples ganapanes producirán los Halcones. A él desde el Batallón de Radiopatrullas del Estado de México (Barapem) le aguardan millones, convirtiendo al secuestro en lo que debe: una industria. Pagará caro, como traidor, en palabras del finísimo Negro Durazo (https://www.eluniversal.com.mx/opinion/mochilazo-en-el-tiempo/las-historias-de-tortura-de-el-negro-durazo).
El Partenón de Durazo.
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