sábado, 21 de noviembre de 2020

La Corte de Media Noche y los Nietos

 Emprendido el último viaje con el abuelo, y no vamos solos, desde luego.

Con nosotros andan la Corte de Medianoche y los Nietos, ambos aumentados sin pausa, como un linaje entre miles o millones que se forjaron en veinticinco siglos.

Ahora nuestra mirada busca solo el futuro, entre este arduo día a día cuya intransigencia espera ganar al menos lo mínimo para un descanso final digno. 

Puede entenderse la conmiserativa contemplación de quienes generaciones tras generaciones fueron poseídos por el apremio para escarbar lo demasiado humano.

-Lo lograremos, verán -se les dice.

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Esta es nuestra Corte de Medianoche, recuerden, Nietas y Nietos:      

Igualitito que en la obra cumbre del último gran poeta en lengua irlandesa(1), duermo plácidamente y el reclamo de una metálica voz me despierta:
-"¡Eh, tu, vago, ¿qué haces ahí cuando la más digna corte jamás reunida espera para juzgarte".
Claro, no estoy en el lomo de un río, a la manera del campesino en el poema, sino sobre la cama, y no es una monstruosa mujer de mirada sangriente quien amonesta, sino El Grillo, metro sesenta de altura, pecho echado pa lante y ojos de capulín.
-¡Comadre! -le digo harto contento al verlo tras casi cuarenta años.
-No te hagas baboso y jálale.
-¿Y ora?
-Que nos juntamos pa darte con todo.
-¿A mí? -alcanzo a preguntar antes de que como soñando aparezcamos en un castillo cuyas troneras echan humo fábril.
Frente a nosotros el abuelo, Filiberto, una de las muchachas que no murió en 1524, Bryan O´Donnel, Artemio, la niña cojas por un bombardeo, Felícitas, Malena, el Jarocho, en gigantescas representaciones se sientan a una mesa sobre lo alto. 
En la multitud alrededor hay muchos rostros conocidos y el resto tiene un impreciso aire familiar.
Acostumbrado a los escenarios con miles de protagonistas, el abuelo no necesita forzar la voz para que se escuche a través del eco profundo en el fantástico lugar. 
-Mira -dice extendiendo la mano en un movimiento circular. -Te nos dimos, tan diversos en tiempo y espacio y tan íntimos como deseabas. Y has traicionado nuestra confianza. 
Prometo cumplir la tarea y recuerdo a Domingo embobándose con los recuerdos de una bronca toma de predios, para que repentinamente, sin venir a cuento, pensaría uno, los ojos se le fueran quién sabe a dónde y dijera: 
-Todo fue por mi papá, que vendía pájaros en el mercado y no tenía un centavo y andaba cante y cante.


1. John Merryman, La corte de medianoche.

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No hay más muertes en solitario o que así parezcanMadres lo entendió hace mucho.

Al abuelo lo enterraron en 1950 y yo seguiré aquí no importa lo que digan los obituarios, si se incumple mi voluntad de pasar inadvertido para ellos.

FF:jJf-