domingo, 15 de mayo de 2022

El Abad Prévost y los sueños

(Para Última función.)

Lo que importa son unas fotos con fecha de mayo 2022. No las pongo por cuidar a quien me las dio y a su gente.

Al día siguiente me dan permiso de incluirlas.


Para quien no conozca la historia del lugar, aclaro que borrar pintas allí de Antorcha Campesina parece un suicidio. Esas compañeras están dispuestas a todo, tras la represión más agresiva que yo tenga noticia a una marcha feminista mexicana. 
 

"...una docena de chicas de vida alegre que, junto con mis compañeros, llevo hasta el Havre-de-Grâce, donde las haremos embarcar rumbo a América" contra su voluntad.

Así escribe el Abad Prévost situando la escena en 1719. Nuestro autor completa con su novela una serie de presuntas memorias ajenas donde, cuando menos a grandes ratos, se autobiografía.

"La obra entera es un tratado de moral", dice allí, con conciencia del decadente tiempo que le toca y, en parte por ello se explica su éxito siglo tras siglo después, hasta hoy. 

El Abad, como el personaje que recrea, fue jesuita, mosquetero, benedictino, soldado, escritor y experto en amor. La mujer cuyos favores procuraba parece retratada en quien su pluma busca entre ese puñado de muchachas a quienes enviarían a Loussianna, por entonces propiedad francesa. Le basta una mirada para que la piedad lo obligue a intentar rescatarla:

Desentonaba "tanto de su situación que, en cualquier otra circunstancia, la hubiera
tomado por persona de alto rango. Su tristeza y la suciedad de
sus ropas la afeaban tan poco que su vista me inspiró respeto.
Sin embargo, trataba de volverse de espaldas cuanto le permitía la cadena para hurtar su rostro (...) El esfuerzo que hacía por ocultarse era tan natural que parecía derivar de un sentimiento de modestia."

No solo es ella quien le atrae irresistiblemente. Lo hace también "un joven sumido en profunda ensoñación", que no encuentra cómo rescatarla. "Jamás vi tan viva imagen del dolor. Vestía con mucha sencillez; pero un hombre bien nacido y educado se distingue a la primera ojeada. Me acerqué a él. Se levantó; y en sus ojos, en su rostro y en todos sus ademanes, descubrí un aire tan delicado y tan noble que me sentí naturalmente inclinado a desearle bien".

La novela, "Memorias de un hombre de calidad", muy merece leerse (https://www.siruela.com/archivos/fragmentos/ManonLescaut.pdf) pero vino a esta notita para ilustrar cómo "un tratado de moral" siglo XVIII en Europa aplica solo para la buena sociedad.

¿Avanzamos, pues, en los últimos trescientos años? Cuesta trabajo creerlo si se nos destina a una shoa y el planeta... Aunque la crisis civilizatoria...

"Sueños", puse por título también. Mi proceso de envejecimiento es inexplicable sin ellos, prueba este cuaderno. Los más recientes vuelven a la lucidez y traen, por tanto, una paz profunda. 

Las fotos que no coloqué reabren el camino incluso con mis achaques. Lo intuyen Roberta y Sara, demandándome volver a sus tierras.

-¿Vamos? ¿Me empujará en silla de ruedas? -pregunto a O.

-Clarines -responde.

-0-

No sé cómo dialogar con los sueños en la vigilia. Ni siquiera puedo traerlos aquí para que se expliquen por sí mismos. Debo intentarlo.  

-Una manita, Kurosawa -pido al director japonés pensado en la película filmada al volverse octagenario. 

-0-

Como es frecuente, este apunte dictado por el azar del día buscaba algo sin precisarlo y en veinte líneas mezcló indicios a seguir y tonterías.

Mientras, mil cosas sucedían a su alrededor para colarse luego al sueño. Lo hacían maduradas por  décadas de barrios y colonias, Metro, ciudad creciendo entre la voraz mancha urbana y explanadas mentirosas pues ocultaban el pasado milenario, o así creían, hasta el mundo cuyo secreto profundo no podía descifrar y se me insinuaba gracias a jóvenes que crecieron allí y fueron compañeros. 

Vecinos y vecinas de tres generaciones pasaban y pasaban, a veces para detenerse un momento, y al fondo quienes había dedicado la vida a aprender revelaban lo que apenas ahora se atrevían bien a bien. 

El abad me coqueteaba hace tiempo y en un descuido le hinqué el diente y descubrí cuánto se relacionaba con Curial y Guelfa y los Amadises, aunque él no lo quisiera. Entretanto seguía la larga saga actualizando ¿Un caso paradigmático?

¿Cómo remató tal universo en el sueño, con Eterna, sublimación de la Tic, reanimada por quien me dio las fotos y tenía todo para avivar mis delirios de viejo? No sé ni importa. Sí, en cambio, lo que ella y sus compañeras contribuyeron a aquél.