Dos fragmentitos.
Tomado de los diarios a la Tic
Seguía pasando cada tarde sin falta con los nietos, nada podía estropear el más fantástico paseo que conozco y por primera vez mi presencia incomodó a la Tic. A lo instintivo enamorabas a un muchachito especial e hiciste sentir fuera de lugar al Cuac.
No me molestó sino perder el tiempo. Hice mutis y como un amigo, L, se ocuparía del resto, fui adónde quería.
Cuando regresaron pensabas que estaría enfurruñado en el hotel.
Este fue el diálogo con mi amigo, según tú.
-Uf, la que me espera al volver.
-No creo -contestó.
Llamaste a casa de S y E y no estábamos. Tampoco en la casita horas después. Solo quedaba el celular, caro entonces si era a otra ciudad.
-¿Dónde andas?
-Es domingo -respondí y bastó para que comprendieras, pues no faltaba a mi cita semanal, Santo Lugar arriba.
-Nos vemos en la noche.
-Voy a quedarme a vivir por aquí.
Sabías cuánto lo deseaba.
-¿Cómo?
-L se encargará de todo.
Nuevo diálogo con él, reproducido por ti.
-De veras se enojó.
-Seguro no.
-¿Entonces? Me castiga.
-Ay, P.
No podías entender que simplemente no estaba dispuesto a pasar un minuto mal, a excepción de los obligados, muchos e incontrolables. Otra vez el celular.
Pocas palabras y pacífica alegría por conclusión. Cuánto nos dijimos en ese ratito y no fue sobre amores sino casi al último.
El gran muchachito comprendió antes que tú y cavilaba.
-¿Te gusto mucho? Ven -lo animaste, sin yo haberme referido al asunto. Obrabas en consecuencia, nada más.
La Tic fue muy delicada y él sin duda sigue guardando con cariño esa primera relación sexual.
Para entonces y en diez segundos estabas casada por todas las leyes con el Cuac -hasta ahí éramos niña y protector, cómplices y amantes, y ya.
Los celos no se me dan, comprobamos ayer -miento un poco, claro.
La historia queda a medio contar. Toma demasiado tiempo, amita, jeje.
En cualquier caso el tema no eran los celos sino cómo se bien andaba en este mundo.
Es una pena desperdiciar la anécdota.
Detallada mostraría los riquísimos pliegues que puede tener el amor
génerico. Si originariamente el quid tampoco estaba allí, nuestra trama al desenvolverse descubrió sitios maravillosos. Sobre ellos andamos hoy.
Expliqué los modos de nuestra pasión
"carnal" desde enero, quitando cuatro días en que viniste para
afirmarla. Si puedes pasar largos plazos sin sexo, imagino qué tan
intensos resultan los contados. Inevitable que me pasen por la cabeza,
así sea a fogonazos, sobre todo viendo a tu coprotagonista, hombre
realmente guapo a la usanza bohemia campesina -eso existe, créase o no.
Sus piernas y nalgas, chale, qué envidia, y tiene una sonrisa conquistadora -en cada puerto un amor es lo suyo, como buen músico nómada-.
Tu y yo cuando nos juntamos así, por momentos podríamos ser lesbianxs,
jeje, y no me refiero solo al empleo de los miembros. Otras me siento un
hombre clásico en estado de gracia, más jeje sin jeje.
¿Competencia? No la hay, ¿cierto, Cosa? ¿La encontraste con el muchachito? Deja de mover la cabeza imitando tu apodo, jeje -esta señito se apellida Tac.
Recordar esta tarde el viaje fue
continuación del ánimo en que vivo especialmente gracias a ti, identico,
creo, a aquél, hace diez años. No miente quien asegura vivir la
eternidad momentánea. Si se consigue mantenerse ese estado nos
acercaremos mucho a las mujeres y hombres inquebrantables.
Espera, busco un poema de Ho Chi
Minh... O la traducción es distinta o no está el que quería o mi memoria
anda mal. En todo caso, va. Lo escribe una de mil noches mirando por la
ventana de su celda:
"Me amarraron los brazos, me trabaron las piernas.
Sin embargo, las aves cantan en la montaña.
Las flores, su perfume, embalsaman la selva.
¿Quién me podrá impedir que goce de esta dicha
y ahorre soledad en la ruta infinita?"
No rindo cultos a la personalidad.
Abres los ojos, insonme Inesper, lees y comentas.
-No volveríamos a vernos y tú tan tranquilo.
-¿De veras quieres que responda?
-No. Era por dejar claro el punto.
Tardé en darme cuenta y me sentí tan estúpida. No te importaba ni
siquiera si entendía. Y no sabías si lo haría. Volverías cuando me
fuera. Ya no podías asegurar quién era P, pues todavía no me llamaba
Tic. Habrías odiado que te buscara. Debías quedar como el malo, si yo
quería. El muchacho comprendía, y L. Yo era la única que no.
"En el hotel pregunté si estabas
enojado. Dijeron que para nada, que les hiciste las mismas bromas que al
llegar y esperaste el autobús afuera, platicando muy animado con una
señora. Y yo seguía sin entender. Es más, por un momento me dio igual. O
más todavía: descansé. Se había ido el gruñón y ni un gruñido te
escuche. L se hizo ojo de hormiga y el muchacho quería marcharse a su
casa.
"¿Cómo, si nunca había sido tan como
los demas? Por primera vez era una joven común y corriente. Pensé que me
castigabas por eso y te odié.
"Pasan tantas cosas en dos o tres
horas. Cuando hablé por teléfono no creas que intentaba hacer las paces.
Esperaba que me pidieras perdón, y no te lo daría. Es más, hablé solo
porque vivía en tu casa. Después llamé a mi mamá, a ver si podían
aceptarme donde la casa de huéspedes que sugirió mi tía.
"Era raro porque Pablo, así se llamaba
el muchacho, y L, no estaban de mi lado. Sobre todo Pablo, que se moría
por mí. Yo era muy guapa, habría conquistado a muchos hombres. Hasta L
si me lo proponía, creía. Bueno, hasta la mujer del hotel me miraba feo.
Envidiosa, pensé. Y la rara en ese momento no era yo. Por una vez no
era yo. Creo que te menospreciaba: Tiene sesenta años, ¿quién se siente?
"Y así, sin ser rara, sin recordar lo
que nos unía, fui entendiendo. ¿Cuál ogro?, ¿a qué horas me habías
armado el tango? Te fuiste tan tranquilo. ¿No me merecías? Claro que sí.
"Ya para cuando dijiste que te
quedarías a vivir por allí, sabía que ni me castigabas ni te escondías.
Es más, me di cuenta que no te ibas de tu casa por mí. Y que te quería
muchísimo.
"Me tambaleaba, perdía el papel y me agarré fuerte a él porque si en ese momento volvía a ser quien era, no tenía salida.
"¿Por un detallito?, ¿por coquetearle a
Pablo? Por sentir que me aburrías, Cuac. ¿De qué se trataba todo, todo:
el río, el hotel, la calle, mañana?
"No más oí tu voz y me calmé. Déjate
llevar, pensé. Sé la de siempre. Si quiere vivir allí, me iré con él. Y
no por doblegarme. Es que había sido una estupidez. Y no me culpabas,
simplemente seguías de largo.
"Había dos formas de vivir y contigo había descubierto la segunda... o no, era la misma mía, pero nunca nadie me hizo caso.
"¿Cómo llego?, te pregunté, y fue como
si nunca hubiera pasado nada. Te vas a perder, contestaste. L me ayuda,
¿verdad, L? Se rió. Voy por ti a la terminal, dijiste con voz de
campanitas otra vez. Bueno, dije.
"¿Puedes hacerme un favor?,
preguntaste. Sácale partido a ese pinche viaje, jeje. Sí, patrón,
respondí. ¡No, volaban corazones por todas partes!, me mojé, jeje,
seguro me habría embarazado con una mirada tuya, te viniste como tres
veces en dos minutos, jeje, y colgamos.
"Pablo me miraba sonriendo bien
bonito. Le gustábamos mucho como pareja y se le hacía agua la boca
conmigo, jeje. L sonreía también, dijo que iba a tomar un trago. La
señora estaba muy divertida con el asunto. Había que celebrar, ¿no?,
jeje.
Del Último Viaje
-Atiende al título, Belarmo, abuelo. Es el mismo de la película que vimos.
-"En
música la naturaleza es siempre Mi bemol" -dice un tipo y no preguntaré nadie más sobre el Anillo de los Nibelungos, como
llaman a la teatralogía toda, o sobre el propio Cantar. -"Amor y poder, a eso se reduce la historia."
Vaya descubrimiento. ¿Qué triunfó en Wagner? Aquí su final, con el mismo título.
-"El
amor" -concluye arrebolado nuestro guía, por televisión, en una serie
¿para difundir conocimiento o treparse al proscenio del Burgtheater,
director emérito o don Richard redivivo?
¿Y
nosotros qué escogemos, nibelungos callejeros? ¿Se nos tomó en cuenta
cuando decidieron por el oro del ring? ¿A quién le consultaron al menos
que aquello valía vidas?
El
Cantar se escribió ya muy avanzada la estratificación social. Para
entonces los pueblos germanos llevaban muchos siglos rozándose con Roma,
sabiendo de reyes, cortes y esas cosas. Su héroe, Sigfrido, ejemplifica cuanto es detestable: "Cuatrocientos portaespadas debían recibir la investidura al mismo tiempo que el joven rey; muchas hermosas jóvenes trabajaban con afán, pues querían favorecerlos y engarzaban en oro gran cantidad de piedras preciosas. Querían bordar los vestidos de los jóvenes y valerosos héroes y no les faltaba que hacer...
"Muchos ricos de la clase media y muchos nobles caballeros fueron a la catedral: los prudentes ancianos hacían bien en dirigir a los jóvenes como en otro tiempo lo habían hecho con ellos; allí gozaron de placeres sin número y de no pocas diversiones...
"En el patio de Sigemundo el torneo era tan animado que las salas y el palacio entero retemblaban. Los guerreros de gran valentía hacían un ruido formidable (...) Sirviéronse con profusión ricos manjares y vinos exquisitos, con los que dieron al olvido sus fatigas...
"La fiesta se prolongó durante siete días: Sigelinda la rica, perpetuando antiguas costumbres, distribuyó oro rojo por amor de su hijo (...) Nadie se atrevió a insultarlo nunca y desde que tomó las armas apenas si se permitió reposo aquel ilustre héroe."
Poder, riqueza, muerte. Solo eso se loaba. Abajo, hambre pertinaz, absoluta indefensión ante los "caballerosos" saqueos, y trabajo y más trabajo, claro.
Los Malditos presentes continúan a Sigfrido. El Cantar se haría hoy narcocorrido, jeje.
Juro que no soy fundamentalista y respeto el Anillo y el Burgtheater, y al tipo de la tele por mí que le den un canal -el de La Mancha, por ejemplo (no se rían; alguien a quien conocí declaraba: En llegando la revolución desapareceremos los parques; menuda frivolidad representan).
Como sea, el motivo del Sigfrid no tenía rival en miras: quería a la morra más guapa de cien reinos. Ni palabra había cambiado con ella. ¿Su buenura lo impresionaba? Más bien, creo, que ninguna otra significara un premio semejante. Porque, aquí entre nos, sobre las facultades amatorias de él dicese nada. A Crimilda puede intuírsela en besos y sofocos. Eso y ya, pues los cantores no se aficionaban por tales temas. ¿Hay eyaculadores precoces en la Iliada, etcétera? ¿O registro de cuánto dura un ayuntamiento promedio entre familias reales? (¿Hamlet se masturbaba, por cierto?)
¿Al genio literario lo respeto y no a su materia? A través suyo habla una época y universales preocupaciones.
En realidad, el Cantar no inicia bien a bien hasta que aparecen los nibelungos. Entonces pasa de vulgar himno a padrotes medievales, a algo verdaderamente grande. ¿Sí?
Culminemos mi rastrero reduccionismo: qué de raro si Hitler adoraba a Wagner y al Cantar.
Lo estoy usando nada más, anónimo cantor altomedieval -¿o fueron muchos?; aprovecho para condolernos por la tardía versión que necesariamente llegó a nosotros (no hubo tal antes, se entiende, sino muchos cantos particulares), pues de fundar una lengua iba también el asunto (y una patria a la vez, y ahí está quizá lo grave en este no-enredo) ((oh, letra, muerta viviente, debieron inventar la grabadora y no la imprenta, dígome yo) (((y ya entrados digo Gracias, don Fernando de Rojas y anexas, por traer al pueblo pinolero a escena, y ustedes, Quevedo y Manco lepantoso, como no amarlos con su picaresca))) ((((¿la modernidad empieza en Shakespeare, seguro, Monsieur Víctor Hugo?)))) (((((como simpático, pásesenme los excesos; entrado a erudito, que a secas me lapiden).
No escribo esto por diversión, ¿saben, nietos? Buscaba material para El último viaje. ¿Lo obtuve? Desde luego debía proceder azarosamente, que es lo mío.
¿Aquí se acaba esto? Esperen tantito, ¿va?, cuando estamos a una semana de que marche, ¿cierto, Inesperada, viaje final 2?
Creyendo a Épica, Wagner escribió para todos. Es tan nuestro como de quienes produjeron enormísimos crímenes de lesa humanidad o los que los imitan hoy.