En algo han de usarse las noches de lluvia, digo yo.
¿Hubo en la historia algo más majestuoso que La ciudad prohibida de Pekín?
Junto a ella Versalles palidece.
En fin, las élites siempre tuvieron espléndidos hogares, aunque fuera para que sus amos ardieran mejor entre sí clavando un cuchillo al hermano, la madre, el hijo, o violándolo, etcétera.
Hoy abundan mansiones que nosotros, el peladaje, apenas podemos creer cuando los paparazzis, Instagram o TikTok nos las escupen o doran. Pertenecen a magnates, estrellas cinematográficas, exitosos músicos y deportistas. ¿Son merecedoras de ellas? ¿Pregunto en serio, cuando Hollywood dice denunciar Los juegos del hambre mientras vende por miles falsas recetas para el triunfo?
Aliviamos la semana pronunciándonos por Johnny Deep contra su escalofriante correlato -jeje-, quien asesina al Metoo en diez minutos, fascinadas y fascinados por sets que el pirata del Caribe presta. ¿Los merece? Hasta Alejandro Magno moriría de envidia y si el Johny llegó a la India fue en jet privado.
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