lunes, 13 de junio de 2022

Memorias, su orgullo

 Conforme al dicho, averígüelo Vargas -yo ya lo hice, jeje- porqué estos blogs conservan algunos cientos de los miles de visitantes que tuvieron y mis videitos son vistos por una veintena. En cierta manera, deduzco, corresponde a otro fenómeno: cada vez es más difícil que tenga likes en las dos mini cuentas que conservo en FB y el tuitcoso, mientras Academia, red mundial universitaria, me cita y cita.

 

Estimo muchísimo cuatro libros de testimonio: Una juventud en Alemania (http://brigadaparaleerenlibertad.com/2019/programas/una-juventud-en-alemania/

), Memorias de un revolucionario (https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/his_23_memorias_web_baja.pdf), Alborada de la revolución en Asia (https://www.fondodeculturaeconomica.com/Ficha/9789681600129/F) y Con destino a la gloria (https://www.academia.edu/7579815/Guthrie_Woody_Con_Destino_a_La_Gloria). Si desde luego no intento imitar a quienes cada uno a su manera aquí y allá documentaron el siglo XX anterior al mio, legítimamente los vuelvo cosa propia y sin mínimas pretensiones dejo provincianas pinceladas sobre el que me tocó y llega al XXI. Bueno, también soy modesta herencia de mexicanos más o menos contemporáneos a ellos: José Revueltas y Carlos Monsivaís, pongamos. Quisiera apropiarme también de un predecesor suyo, Ignacio Manuel Altamirano, único, creo, entre la generación cuyas glorias canta la historia patria liberal, aborrecible por naturaleza, como todas en su especie.

Cuando adolescente, dice cierta nota cuadernil -jeje-, quería componer la nueva Comedia humana sin una sola letra. Era por el entusiasmo de incorporarme al fin debidamente al país que se me negaba. Desbordando alegría, desde entonces anduve cuantos lugares pude y recogí sin falta a hombres, mujeres y niños -así éstos, no distinguiéndolos por género pues sus particularidades escapaban a mi entendimiento. 

Dudo que otros y otras pusieran tanto empeño en la tarea, pues era la simple presencia o su intimidad, si lograba penetrarla, claro, quien me alelaba, siempre y cuando perteneciera al pueblo.

De ahí mi orgullo de viejo. 

Gatopardo. Taller de la Gráfica Popular