Si todo está interrelacionado y podríamos encontrar allí lo que busco, mi notita no se refiere a los ciento y tantos capítulos aquellos y solo usa el nombre.
Nada personal, digo a quienes llegó la hora de exhibir. Los respeto puntillosamente, damitas y caballeros, según prueban estos cuadernos que apelando a sus historias tendría material a pasto. Tampoco lo haré ahora sino de vaga manera, pero una repasadita no les viene mal.
Estado mafioso debe llamarse al nuestro. Y sociedad idem, vale agregar. Del gran empresariado ni hablamos, desde luego. ¿Y ustedes, profesionistas, académicos, músicos y demás; ONGs con rostro humano? Se quejan de los franeleros que cobran por cuidarles sus autos y vuestras excelencias hacen otro tanto donde les corresponde. (Las excepciones siempre son regla y los grados, grados; hay quienes a puro pecado mayor van y algunos no pasan de traiciones amorosas.)
Cometer infamias es no solo natural. Lo demanda toda sociedad civilizada. ¿Aunque cómo se salvaba el alma al asesinar y violar a mansalva en Tamiz o el río Salef, Guatemala y el Amazonas, durante la Guerra del Opio o perteneciendo a las Compañías de las Indias Orientales, al participar en el genocidio armenio o con uso de campos de exterminio nazis?
En el México actual creíamos haberlo visto todo con la masacre de San Fernando, Tamaulipas, donde se encontraron setenta y dos migrantes calcinados. Al poco las madres buscadoras hallaron cerca de allí una fosa común con quinientos cuerpos.
Ejemplifican los crímenes de lesa humanidad que son el diario pan nuestro en la tierra y cuyas más brutales huellas se reparten por Palestina, Bosnia, Ruanda, Irak, Afganistán, Yemen.
Ustedes, a quienes me dirijo ahora, no se emplearon como ejecutores allí porque a sus padres y abuelos les tocó la buena suerte de escapar al hambre tras nuestra mexicana Revolución. Sino, compadres y comadres, tal vez también habrían cortado cabezas.
Y nada los justificaría pues, sin falta, cada uno y una decide. Libre albedrío, creo que llaman a eso las Sagradas Escrituras. ¿Qué hacen con él cuando se amafian?
Me escurre la baba pensando cuánto partido podría sacar a sus días transcurriendo a mi vista. Ya que tengo por oficio observar el cotidiano asesinato del deseo, como lo bauticé, nada relacionado con eso se me escapa, empezando por mí, a quien aplico conventuales azotes si caigo en falta. Entendí así que el último modelo social declara virtud cuanto es deleznable. Sobre todo, aprovechar los descuidos ajenos y ascender sin miramientos, no importa cuánto daño hagamos también a nuestras crías y parejas o preferentemente a ellas, pues por norma todo empieza en casa.
Cuanto más nos es dable parasitar, mejor, a nombre del ser supremo: yo.
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Por convivir hablé ayer a quienes estaban al lado sobre mis sueños lúcidos y pesadillas.
Una mujer madura me amonesto con diplomacia:
-Es que no alcanzas el sueño profundo.
Interpretándola, sus palabra se reducían a No digas tonterías. Callé por no parecer pedante. Iba a responderle:
-¿Cómo Jung creyó encontrar el inconsciente colectivo orientando sus sueños?
-Era un farsante -¿contestaría? ¿También Freud, que encontró en aquellos un fundamental sustento para revolucionar las ideas?
Dilucidábamos el presente y pensé:
-Si nuestro proceder no cambia de una materia a otra, Santa Utopía nos ampare.